Una película más (menos) de Marvel que nos hace disfrutar por sus efectos visuales, héroes y villanos. Si bien Infinity War nos hizo disfrutar de Thanos, exponiendo con cierto vigor e inteligencia el punto de vista del gigante y tirano hombre morado, esta película se centra más en el equipo de Vengadores encargados con la (misma y tediosa) tarea de salvar al mundo (por sabe dios cuántas veces van ya).

De nuevo, la fórmula Marvel prueba ser efectiva, si bien (como viene siendo costumbre) carente de alma, emoción y sentimiento, más allá de alguna escena de Downey, que es el único que parece capaz de transmitir algo que no sean luces y acción (aunque por obvias razones).

En un momento clave para Disney, la película hace pensar en la sobre-explotación que sufre y va a sufrir el género super con el lanzamiento de la plataforma Disney+. Algo que, si somos lo suficientemente afortunados, provocará el desplome de este tipo de películas tan dependientes de pantallas verdes y azules, y sus correspondientes ordenadores de procesamiento creativo, dando lugar a cintas que se acerquen más al arte cinematográfico a través de la construcción real de personajes, la fotografía cuidada y detallista, y un storytelling que convierta a los protagonistas en personas humanas.

Posiblemente estemos ante uno de los productos más interesantes de Netflix.

Con un argumento tan simple y un elenco totalmente desconocido, la serie de adentra con gran existo en lo que significa ser libre y joven en un mundo que constantemente te recuerda tus deberes, obligaciones y mortalidad como oveja dentro del gigantesco redil que es la tierra.

Con apenas un decena de capítulos, la serie concluye demasiado pronto dejando a los espectadores con deseos de ver más de las locas, divertidas y ratos peligrosas aventuras de James y Alyssa; dos personajes cuyo arco argumental se ve entrelazado por formar parte de un mundo al que no pertenecen.

El desarrollo profundo, metódico y cuidado que sufren ambos dos personajes, pero en especial James, es algo poco frecuente en series de esta duración y de carácter novedoso. Tal es la atracción que generan estos desdichados personajes que uno no puedo evitar verse en cierto grado en ellos y desear mandar todo a la mierda.

Sin duda, cualquiera que haya visto la serie, no podrá contener sus ganas por que llegue la segunda temporada y estará condenado a ver una y otra vez una primera temporada que no haze sino acentuar la necesidad de una segunda.

Tratando de crear su propio universo, esta adaptación parece una vulgar copia de Blade Runner sin ningún tipo de estética ni valor que no nos hayan aportado otras series o películas del mismo género.

Sobre-cargada con efectos especiales, que mucho dejan que desear y a los que aun les falta pasar por la cocina, la serie nos plantea una sucesión de episodios que pecan de falta de carisma y alma, y que poco y mal abordan el tema de lo que significa ser humano, algo que la original Blade Runner, de la que se nutren con muy poco acierto, conseguía sin apenas esfuerzo.

Joel Kinnaman de nuevo se mete en la piel de Joel Kinnaman, para dar vida a un malote inter-espacial e insustancial que poco o nada aporta a la trama principal. Por supuesto, el resto del reparto tampoco queda impune de pecado con sus desastrosas interpretaciones, destacando muy por encima de todos Dichen Lachman y James Purefoy, que protagonizan las peores actuaciones.

En definitiva, un producto muy pobre que peca de un pobre plagio y un desastroso elenco.

Con poca gracia y un reparto estelar, se nos cuenta una trivial historia en ocasiones entretenida. Destacan Chris Pratt por su natural encanto y ocurrencia, Haley Bennett por su enérgica interpretación y Peter Sarsgaard por su estremecedora encarnación del villano. Por otro lado, la fotografía resulta muy irregular a lo largo del filme, sorprendiendo en ocasiones con una cuidada puesta en escena, pero decepcionando en la mayor parte del metraje con planos insustanciales.

Cargada de cliches, como el personaje interpretado por Ethan Hawke, la película se precipita hacia un final previsible e insípido que merma el interés del espectador. El doblaje, por supuesto horrible y mal temporizado, ridiculiza la que posiblemente sea una buena actuación por parte de Vincent D'Onofrio, al que se releva a un segundo plano junto a su compañero de reparto Martin Sensmeier, a quien bien podrían haber cortado de la película sin que el público se hubiera percatado.

Por último, comentar la plana interpretación de Denzel Washington, cuyo papel sigue siendo el mismo en cada uno de los filmes que protagoniza, contribuyendo a que la historia se desarrolle con total indiferencia. Se trata de una cinta que tan pronto terminas de verla se olvida y no se recuerda.

Sufre de la misma enfermedad que la mayoría de películas hoy en día, la falta de sentido en su existencia. La cinta original nos planteaba un universo nuevo, fascinante y enorme que sin duda daba cabida para crear una saga. No obstante, no había ninguna necesidad.

Blade Runner 2049 es sin duda preciosa. La fotografía y la puesta en escena son inmejorables y crean un espectáculo asombroso de luces, colores y ambientes. Esto unido a una trama continuista, con varios giros argumentales y escenas de acción reseñables, convierten el filme en una secuela digna que, de no haber existido la original, habría marcado un antes y un después.

El reparto es excelente, si bien es cierto que Jared Leto vuelve a presumir de su talento para la sobre-actuación. Ford y Gosling, por otro lado, mantienen una tensión química muy entretenida e interesante por la que jamás hubiera apostado, pero que logra captar la atención y el interés del espectador.