Película rodada para mayor gloria de su protagonista, el cómico y cantante Eddie Cantor, plena de enredos y situaciones absurdas, pero aún así previsible desde su mismo principio. Por cierto, el argumento que se describe en esta página no se corresponde al 100 % con el de la copia que yo he visto. En esta última Eddie Cantor es americano (su presunta nacionalidad española es solo otro de los enredos del film) y se traslada desde los EEUU a México. Me imagino que en otros doblajes se cambiaron estos detalles, que en realidad no cambian nada la historia; no es un nuevo "caso Mogambo", vamos.

Cómo muchas otras cintas cómicas de esta época, su principal fallo se encuentra en lo fragmentario de su devenir; es decir, los diferentes episodios que componen el relato están mal engarzados entre si, abundando las digresiones que no aportan nada a la historia. Si bien, como ya he dicho, esto es una característica común a muchas comedias de esos años, como por ejemplo la marxiana Sopa de Ganso, del mismo Leo McCarey, hay que señalar que la debilidad de muchas de las situaciones, que para mi gusto, no poseen interés o gracia algunos, sitúan la película muchos escalones por debajo de la obra maestra de los Marx. En fin, el principal problema es el romo tipo de humor que escenificaba Eddie Cantor (especie de Lina Morgan de la época, y en cierto modo precursor de Jerry Lewis), cuya vigencia y frescura no pueden equipararse a la de los grandes monstruos de ese periodo que todos tenemos en mente. Y eso sin contar lo difícil que resulta creer que una persona de 40 años (la edad de Cantor al rodar el film) siga en la universidad. Aún así hay escenas salvables, como la huida del banco, o la primera aparición de Cantor en pantalla.

La cinta además está aderezada con un par de coreografías de Busby Berkeley, que se nota que fueron rodadas en los días previos a la (auto)imposición del celebérrimo Código Hays (léase, que se ve más carne de lo habitual), así como por varios números musicales para mayor lucimiento de Eddie Cantor, que canta (valga la aliteración) con su histrionico estilo, claramente anterior a la instauración de los micrófonos eléctricos.

Xaime Vaichea ha quedado para la posteridad como uno de los grandes artífices del cine de terror de la Universal gracias al tridente que todos tenéis en cabeza. No empero, su carrera abarcó muchos géneros, incluído el musical, con la sobresaliente Magnolia (Show Boat), una de las mejores cintas del estílo de toda la historia, o el drama, en el que triunfó con la versión original de Waterloo Bridge antes de contarnos las vicisitudes de la familia Francostein. Y dentro de la coctelería que era la Universal de la época (más de trescientos empleados de la firma eran familiares de Carl Laemme, disque), a nuestro héroe le cayeron encargos de lo más variopinto, incluida esta comedia de enredo con origen en una obra de teatro vienesa (que tiempos cuándo Viena era una de la ciudades más culturalmente relevantes del continente). La cinta la había comenzado a rodar Robert Wyler, primo segundo de Carlos Lameme, pero su, dicen, impericia, provocó que le pasasen el trabajo a un Vaichea que estaba negociando con Paramount por aquel entonces, y que aprovechó para conseguir créditos como productor en sus posteriores pelis

Pero al grano. La cosa va de un ayuda de cámara - navaja Suíza (Paul Lukas, Oscar en el 43) de un príncipe - playboy - gigoló (Nils Asther) al que presta inmensurables pero rutinarios servicios. Lukas está obsesionado con camelarse a una dama de la alta suciedad esa, y en un viaje haciendo de avanzadilla de su amo conoce a Elissa Landi, la respuesta a sus anhelos en forma de actriz italiana de esas de en el frasco pequeño está la buena confitura. La trama, pues previsible, para que engañarse. Son las actuaciones y algún que otro truquete de narración pillado del gran Ernesto Lubinas lo que me ha llevado a chantarle un, lo reconozco, exagerado 7.

En Tinieblas es un melodrama de época adaptación de otro relato colonial de Kipling, que incluye alicientes típicos de la era "dorada" de Hollywood (buen pulso, actuaciones enérgicas y glamourosas, algunos buenos dialogos, etc.), pero también con varios tics de esa misma era a los que no les ha sentado bien el paso del tiempo (personajes demasiado entregados a ideales rancios con ganas, coincidencias un tanto forzadas, etc). Pero lo más desconcertante es algo bien inusual en la época: la falta de un centro narrativo. Vamos, que no queda muy claro que quiere contar Wellman. Leyendo opiniones de gente que también ha leído el relato de Rudyard Kipling parece claro que este se centra en el fracaso de la experiencia humana, un tema demasiado rotundo y oscuro para el Hollywood del código y que intenta suavizarse de algún modo, lo que acaba resultando un lastre. Quizás una revisión de la película, desde el punto de vista menos ampuloso, más mesurado y sin un concepto moral del cosmos del cine actual podría soportar una trama tan poco centrada cómo esta, pero en un film de 1939 la sensación de extrañeza hace inevitable acto de presencia.

A pesar de todo ello la película, que consiguió mantener mi interés durante casi todo su metraje, tiene varios momentos brillantes. En especial cabe citar las escenas compartidas por Colman y Lupino, que hacía aquí su primer papel relevante, por lo que si sois flans irredentos de alguno de los dos, ignorad completamente las pegas que le pueda poner un cualquiera como yo y adelante.

Hoy en día ver una cinta protagonizada por Bette Davis es un ejercicio de masoquismo de lo más refinado. Está claro que la ¿buena? mujer tenía una pila de recursos interpretativos... demasiados para su propio bien, de hecho. Por que en demasiadas ocasiones su forma de usarlos, cual mono con una metralleta en pleno ataque de epilepsia, me hace preguntarme cómo consiguió el status de Meryl Streep de su época y porqué sigue existiendo un culto a su alrededor que consigue que incluso cintas tan flojas como esta obtengan un notable en esta sacrosanta web. Y si encima, a sus no muy bien llevados 41 años la ponen en un papel de mujer de rompe y rasga capaz de hacer perder el norte a un David Brian 6 años más joven que ella, a uno no le queda mas remedio que maravillarse por la categoría de los pecados de King Vidor para tener que dirigir el mismo año otra cinta tan ridícula como El Manantial. Tan descabellada suena esta premisa que la propia Bette, tras pedirle a Jack L. Warner que usase a Virginia Mayo para este papel (una elección de lo más juiciosa, si señora), le dijo que solo trabajaría en esta producción si le rescindía el contrato con la Warner Brothers... lo que le permitió rodar a continuación Todo Sobre Eva.

Por si esto no os parece ya un mérito lo suficientemente espectacular como para recomendar el visionado de Más Allá del Bosque, la película ha alcanzado otros cuantos logros que en nuestras vidas vamos a conseguir las pobres sombras que visitamos esta web. Por ejemplo, esta es la cinta en la que Bette escupe ese "What a dump!" por el que pregunta insistentemente Elizabeth Taylor a Richard Burton en la igualmente excesiva Quien Teme a Virginia Woolf. Tampoco debe desdeñarse su inclusión en una lista tan prestigiosa como "The 100 Most Enjoyably Bad Movies Ever Made" en THE OFFICIAL RAZZIE® MOVIE GUIDE, lista de indudable prestigio. Pero sobre todas las cosas, lo que más me ha gustado de esta cinta fue (continuo en el spoiler)