Decir, que Marcelino, pan y vino, resulta una película entrañable resulta, hoy por hoy, una falacia. Marcelino, pan y vino, encarna todos los valores de una España pacata, pobre, rural, oscurantista, hipócrita, y falsa "reserva espiritual de Europa". La moralina franquista es evidente. La utilización de los "niños prodigio" tan habituales en la España de los ´50 y ´60 (Joselito, Marisol, etc) consagra a un angelical Pablito Calvo que sirve de hilo conductor entre la triste realidad y la promesa de un futuro mejor. La visión benefactora y caritativa de la Iglesia Católica choca frontalmente con la realidad que el clero imponía en la España de los ´50 justificando ,por activa y por pasiva, la dictadura militar. No debemos olvidar que el Vaticano fue el primer Estado que reconoció oficialmente a la España de Franco como representante legítimo del pueblo español. La película realizada en 1954 se realizó un año después del Concordato con la Santa Sede. En cuanto a sus valores cinematográficos si bien escasos ( el sonido es espantoso); creo, que merece destacar la iluminación, y el trabajo del director. Hoy por hoy, la película sirve de miscelánea histórica, de una España ,que fue, sin haber debido ser, y que junto a Marcelino, nos dejó represión, resentimiento, hambre e injusticia.