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Críticas de David Dunn
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Críticas 43
Críticas ordenadas por utilidad
7
20 de enero de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En cuanto a movimientos de cámara y composición de encuadres, Damien Chazelle compone para Whiplash (2014) una dirección monótona, denotativa de un dominio escaso de la narrativa cinematográfica fuera del plano detalle, la cámara al hombro y el plano-contraplano. Además, el guión establece un curioso tono tragicómico que no siempre funciona. Y, para colmo, las escenas que verdaderamente alcanzan cotas de tensión rayanas en lo asfixiante quedan deslucidas por su alternancia con otras secuencias carentes de esa "chispa". Lo que convierte hasta cierto punto a Whiplash en una película de pulso inconstante.
Pero, a veces, las ganas de comerse el mundo consiguen brillar sobre cualquiera de nuestras limitaciones.

Una pasión por triunfar trasladada al filme como tema principal y representada a la perfección por la música, ese vibrante conjunto de temas jazz que ocupa lugar central en el reparto de Whiplash. Protagonismo compartido con los magníficos Miles Teller y J. K. Simmons, quienes despliegan unas interpretaciones extraordinariamente convincentes y expresivas, sobreponiéndose a las notables exigencias físicas de sus roles respectivos.
La música resulta tan crucial, de hecho, que el mismísimo tempo del filme viene dictado por las ejecuciones a la batería del protagonista. Un ritmo, siempre vivaz y por momentos frenético, construido a base de planos brevísimos a los que el montaje, excelente por su discreción y elocuencia, insufla todo el dinamismo que no aporta la dirección.

El libreto, por su parte, aparece tramado con la suficiente habilidad para dotar de interés a unos personajes perfectamente encuadrables dentro de arquetipos bien conocidos. El problema radica en que este interés deriva en demasiadas oportunidades del gusto que siente Chazelle hacia lo exagerado, hacia ciertos mecanismos de opereta risibles a todas luces.
Sin embargo, la película logra capturar muy bien la esencia de la particular forma de ser de un genio. Y, al mismo tiempo, lanza un discurso valiente, alejado de la aborrecible corrección política imperante pero, precisamente debido a ello, susceptible de ser interpretado como una feroz apología hacia las ideas que más os apetezca aborrecer. Aunque estas serán cuestiones en las que pensaremos días después de haber visto el filme. Porque durante su proyección, Whiplash, al igual que las buenas canciones, nos imbuye de una pasión tan enorme que gustosamente permitimos que se nos vayan los pies.
David Dunn
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4
21 de diciembre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El gran problema de Juerga Hasta el Fin (2013), nuevo ejemplo de lo que Seth Rogen y Evan Goldberg consideran una comedia juvenil descacharrante, reside en que su principal gancho, eso de que los actores principales se limitan a interpretarse a sí mismos, se sostiene únicamente durante los cinco o diez minutos iniciales. Fuera de ciertas referencias inocentes a su filmografía, resulta evidente que estos amiguetes encarnan a personajes con quienes, casualmente, comparten nombre y apellido. Unos personajes cuyo estilo de vida es lo bastante extremo como para criticar la popular equivalencia "Hollywood = Sexo, Drogas y Perversión". Unos personajes muy poco naturales, pues deben representar los estereotipos que, supuestamente, podemos encontrar en cualquier grupo de amigos.

Y si renunciamos de entrada a la naturalidad en personajes y situaciones, las únicas bazas disponibles para tratar de sostener el filme son unos efectos visuales bastante resultones (y muy sorprendentes en una comedia de estas características), pero sobre todo una retahíla de chistes falocéntricos sin pizca de gracia con tal que el espectador haya superado la adolescencia.
Lo cual resulta especialmente triste, porque como demuestran un par de momentos aislados dentro de la árida primera hora de película, y también todo su último tercio, Juerga Hasta el Fin es tanto más divertida cuanto más se aleja de su pertinaz fijación por el humor básico para chicos.

Por desgracia, el buen sabor de boca que deja este tramo final queda parcialmente arruinado en los instantes que preceden a la secuencia de créditos. Una lamentable escenita que provoca auténtica vergüenza ajena. Si este es el tipo de cosas que podemos esperar cuando la nostalgia hacia los noventa sea rentable, más vale que el mundo se vaya terminando sin tardanza.
David Dunn
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4
3 de junio de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película que se suele señalar como la resurrección de Tim Burton después de un par de filmes no especialmente afortunados parece apoyarse, fuera del material expuesto en el corto original de 1984, en algo tan poco sólido como un conjunto de homenajes.

Homenajes tanto al barrio residencial de Burbank donde creció el director como a las películas que veía en ese periodo: básicamente títulos de la Hammer Productions y filmes japoneses de monstruos. A lo largo del film harán acto de presencia, de un modo u otro, vampiros, hombres-lobo, pequeñas criaturas tipo Gremlin y la mismísima Gamera. Sin dejar de lado, claro está, al monstruo de Frankenstein.

Como es lógico, con tanto espacio ocupado por las referencias, asuntos como el argumento y las relaciones entre personajes pasan a un segundo plano. Baste decir que la relación del pequeño Víctor con sus padres está mucho mejor perfilada en el cortometraje original que en esta obra. Por si fuera poco, el guión tampoco ofrece una comedia abierta, sino un producto poco más simpático que puede hastiar a más de uno a medida que avanza.

A nivel temático, nos invade una sensación de déjà vu. Gran parte de lo que Burton quería decir acerca del mito de Frankenstein nos lo contó (barrio residencial incluido) hace más de 20 años en Eduardo Manostijeras. Lástima, porque pintaba interesante.
David Dunn
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4
24 de diciembre de 2015
8 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película Círculo (2015) viene lastrada tanto por las reglas de su high-concept, como por los modestísimos recursos con que parece haber sido elaborada. El hecho de que los asesinatos deban ocurrir a intervalos de dos minutos, si bien consigue que nuestro interés no decaiga en ningún instante, priva al filme de la pausa necesaria para exponer los procesos de influencia sobre un grupo que se hallaban en el centro de Doce Hombres Sin Piedad (1957), el clásico de Sidney Lumet. Mientras que la falta de billetes imposibilita la construcción de un espacio visual tan abierto a múltiples interpretaciones como el que proponía Cube (1997), opera prima del canadiense Vincenzo Natali.

Aunque, bien pensando, tal vez las razones detrás de la derrota de Círculo en esta última comparación tengan mucho más que ver con la ausencia de un guión verdaderamente sugestivo, que con sus evidentes limitaciones presupuestarias. Mediante la alegoría, los productos con high-concept pueden trascender la vistosidad barata de sus premisas estableciendo reflexiones significativas sobre el asunto que sus responsables consideren oportuno. Pero un grupo de personas verbalizando prejuicios de todo tipo, como símbolo de grupos de personas verbalizando prejuicios de todo tipo no parece, desde luego, una metáfora brillante.

Si añadimos a ello la renuncia a emplear algún recurso visual (por ejemplo, la pantalla partida) para clarificar el desarrollo del último tercio de metraje y un final desastrosamente vacío, entenderemos por qué la flamante Círculo tendrá tanta pervivencia en el imaginario de los aficionados al fantástico como cualquier ronda de nominaciones de un reality show.
David Dunn
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7
23 de diciembre de 2014
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Grand Piano (2013) plantea una exigencia de base que, me temo, resultará inasumible para la mayoría de espectadores potenciales de esta co-producción patria: es necesario hacer la vista gorda ante la profunda inverosimilitud de la situación que desencadena el nudo del filme. Inverosimilitud muy presente también durante el desarrollo de dicha situación, así como en su desenlace. Por pedir que no quede.

Claro que, quienes pulsen el botón de comprar se verán recompensados con un thriller lleno de personajes tan, paradójicamente, cercanos, atrayentes y, en cierta medida, blancos como para echar en falta un estudio más profundo en torno a su psicología. Un thriller presidido, pese a lo que esta descripción de los caracteres principales pudiera sugerir, por un ritmo trepidante y una agobiante atmósfera de tensión.

La magnífica banda sonora, compuesta por piezas de música clásica elegantes en la superficie y algo enloquecidas en el fondo, contribuye a la creación de este clima. Pero será la excelente labor del realizador lo que verdaderamente eleve el valor de Grand Piano.

Eugenio Mira parte de un descarado homenaje a Brian De Palma, con tintes incluso paródicos, para ir escalando progresivamente en potencia y pomposidad hasta componer una dirección operística, en perfecta sintonía con lo improbable del libreto. Una dirección capaz de arrastrar al espectador hacia delante, llevándolo por donde el director quiere. Aunque para eso, insisto, es preciso dejarse llevar.
David Dunn
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