Mi primera impresión es sorpresa. Sorpresa ante la baja puntuación que tiene esta película en FA. La segunda impresión, producto racional de la primera, es una sensación que se impone a las demás a la hora de tratar de explicarlo y que puede resumirse en una palabra: Lovecraft; y en su relación con la apetencias de la moderna recepción del cine.

Y es que me parece que esta es una de las películas donde más claramente se percibe la influencia, si no el homenaje, a Lovecraft de entre las muchas que he visto en los últimos años. Evocación: pura sensación de ser observado, de ser nada frente a lo indefinible y lo incomprensible. Un trozo de hierba, o carne, que emerge de la tierra para volver a ella.

Creo que es precisamente ese su mayor escollo al topar con un público no iniciado y que no reconoce las referencias ni se regocija en esta sensación de nada y polvo a lo largo del metraje. La necesidad de resolución que habita en todos nosotros y a la que tan bien nos han acostumbrado las plataformas de streaming, unida inseparablemente al inconsciente rechazo de la tensión permanente.

Sí, la película no es perfecta ni cuenta con el mejor reparto. Algunas escenas se desvían demasiado al terreno del tópico en las películas sedicentes de terror. Algún entramado es previsible y hasta innecesario, pero el fondo está ahí y me resulta un producto tremendamente entretenido, con una duración suficiente y bien medida (¿por qué esa maldita manía de que todo dure dos horas o más? ¿qué necesidad?). Y por eso le doy un 6,5 (redondeado a 6 por no sé qué motivos); y me voy a la cama dejando que el subconsciente trabaje y lleve mi tiempo a las tierras lejanas cerca de Innsmouth, donde las esquinas doblan las calles según impías geometrías y las piedras negras de cultos olvidados infunden veneno y terror sobre los sueños de los justos que pueblan el umbral del abismo.

He dejado pasar un día. Siempre lo hago para que la maquinaria inconsciente se atempere y pueda dar algo de justicia a lo que veo. En este caso no tengo prácticamente dudas acerca de lo que contar: estamos ante una revisión del clásico en una clave muy acertada, con una puesta en escena muy, pero muy interesante y que, sin embargo, flojea tremendamente en la parte argumental.

En efecto, se trata de una reformulación oscura y siniestra del cuento infantil (que ya traía lo suyo, no se crean) que acierta decididamente en la recreación de la entornos caravaggiescos de luz y color. Su propuesta escénica es tremendamente evocadora y aunque no puede evitar introducir alguno de esos tan manidos trucos de cámara y sonido propios de las películas de terror de finales de los noventa e inicios del nuevo siglo, no abusa de ellos y el conjunto queda ciertamente llamativo.

Parece, sin embargo, que el equipo se gastó todo el ingenio en la parte de técnica audiovisual y consideró relegar el argumento y la trama a mera comparsa. La actriz protagonista lo hace bien: resulta sobria y transmite. Correcto. Pero los demás papeles se pierden en la inconclusión. No sabemos qué diablos llegan a ser, o qué diantres quiere el director que sean. Indefinición. Indefinición por todas partes que al final deja una historia rayana en lo absurdo y que, con la excusa de la apertura y el relativismo de lo subjetivo, parece expresar un claro: «quisimos, pero no pudimos».

En fin: muy interesante estéticamente, pero muy, muy floja en lo narrativo. Me sigue sorprendiendo que alguien con suficiente responsabilidad y criterio como para decidir acerca de este tipo de películas no se eche las manos a la cabeza e impida que estas cosas salgan a la luz como salen.

Poco respeto por el público, o público «poco público» consumidor de grandes basuras en streaming.

Pues mira, os cuento: es como intentar hacer una temporada nueva a partir de todas las demás, buscando ya no la nostalgia respecto a los ochenta, sino la nostalgia respecto a una serie que hablaba de los ochenta. Lo único es que el tiempo pasa, y ahora los chavales en el instituto no pegan ni con cola. Pasa como con Al salir de clase, ¿sabes?
Lo de Nancy de periodista del instituto es como ver a Carmen Morales de pellas; que no te lo crees y tal. Es que hasta tiene arrugas en el cuello... hay que joderse, con todo el maquillaje que le pondrán. Dejadla morir en paz y no la andéis metiendo en rodajes, y menos de adolescente.

En fin, luego la serie está bien rodada. Se nota que ha habido gallina para dar y tomar. Pero el contenido es más de lo mismo y uno no puede evitar pensar que se da vueltas en círculo. Me cansa, pero supongo que la pandemia ha agotado todavía más la imaginación de los guionistas y entre esto de venga a repetir y lo de los superhéroes yo casi que me voy a dar a la recolecta de opio en el descampado de casa o a ponerme de corrido y de nuevo toda la etapa británica de Hitchcock.

Buenas noches.

A ver: entiendo el apoyo. Pero lo que no puede ser no puede ser, y no solo para evitar que este bodrio tenga un 6.4 en FA, sino porque es la única manera de que un director y un equipo crezca.

La película carece de ritmo y tarda aproximadamente diez o quince mil años en empezar. No es que me guste especialmente el cine de acción, pero lo de marear la perdiz sin dirección cansa, enfada y agobia.

Las actuaciones, salvo las del desaparecido protagonista, son penosas. Rozan el ridículo ayudadas por un guion que no se sabe si está hecho para ser gracioso, lamentable o todo a la vez.

De la música no hablo.

En fin: pese a que los primeros cinco minutos son razonablemente buenos y esperanzadores, el resto de este pollo sin cabeza es una obra de teatro del colegio con algo más de medios y producción.

No tengo claro qué valorar: si las hechuras técnicas del documental o la asombrosa capacidad del ser humano para ser ser gilipollas. Vayamos a por ambas, brevemente: el documento está bien montado, aunque es excesivamente largo para la chicha que tiene la historia. Con uno o dos episodios daba más que suficiente. Hay algunas partes que no se entienden bien, aunque en general es correcto.

Respecto a la historia que cuentan: ayuda a entender más y más la capacidad del ser humano medio y, con ello, a comprender más la realidad en que vivimos. En alginos momentos he sentido verdadero deseo de pegar una o dos hostias a diestro y siniestro.