Las buenas intenciones no son suficientes para hacer una buena película. Son necesarios muchos elementos, la reunión y comunión de concepto, guion, grabación, edición y postproducción, y ofrecer algo interesante al espectador.

El cine ha evolucionado mucho, y el realizado en España puede codearse con cualquier otro. La filmografía reciente está plagada de buenos guiones, de magníficas interpretaciones, de trabajos de orfebre y de resultados que despiertan el sentimiento del espectador. Y muchas de bajo de presupuesto, de escasos medios, de escasa difusión por carecer de la economía necesaria. Y aun así, hay muchas películas que conquistan al público y su aplauso y admiración.
Eso es el cine actual.

Y cualquier que haya disfrutado de Viridiana y vea esta película, no puede evitar comparaciones. Hay queda....

El guion es flojo, tan minimalista que hace inconcebible que pueda alcanzar su metraje. El panel de actores hace un trabajo correcto, poco se puede objetar, salvo la escasa habilidad para apoyarlos. Los tópicos son el eje central, y ahí queda, en una laguna que el espectador ya conoce. Y cuando el cine apasiona, es cuando sorprende, cuando aparece lo no esperado. Cada escena es predecible, es la que el espectador sabe que va a ver sin conocer la historia.

Nada malo, pero la originalidad huye de esta historia.

Aun así... merece la pena dedicarle un poco de tiempo.

Hay conceptos previos indispensables para comprender el mensaje de la película.

El primero, y fundamental; la película presenta al público la vida rural de las familias que trabajan y viven de la agricultura.
Segundo, es localista, y esa vida nada tiene que ver con la Catalunya cosmopolita, turística y obsesionada por la tecnología y ocupar un espacio importante en España, Europa y el mundo. Es otra.
Tercero, la ficción es mínima. Se presenta una forma de vida, un estilo de familia, una forma de entender el trabajo, un concepto muy particular del quehacer en el mundo rural, y, lo importante, no hay que valorarlas, hay que verlas y asumirlas.
Cuarto, el lenguaje es muy localista, y complicado de entender para aquellos que no conozcan esa zona geográfica.
Quinto, no es una obra de ficción convencional, ni se le parece.

Vista desde cualquier prisma, es un documental con pinceladas de ficción. Una exposición en un juzgado de hechos, y el veredicto, lo dará el espectador cuando la proyección acabe en un fondo negro y obligue al espectador a reflexionar lo que ha vivido en la pantalla.

Es difícil de digerir, cierto. Y también es una apuesta por un cine de ficción que rompa esquemas y haga pensar al espectador.

Una gran obra.

La idea no es mala, ya sentenció Quevedo aquello de "caballero es don dinero", y trazar la historia desde un punto de vista familiar, una buena idea a explorar.

Y ahí termina lo bueno. Subimos a lo alto de la montaña rusa en los primeros minutos, y el resto de la película es un descenso vertiginoso de ideas.

El guion es fruto de secuencias de un minuto ideadas por guionistas en horas bajas y malas copias de un sinfín de comedias. El director y el jefe de fotografía estaban de vacaciones durante el rodaje, y el elenco de actores "pelean" por ofrecer una correcta puesta en escena.

El resto, ni mencionarlo.

Lástima desaprovechar un buen concepto mal ejecutado.

¿Se imaginan a James Bond entrando en su casa y pidiendo las zapatillas a su amantísima esposa? ¿Se imaginan al todopoderoso jefe del MI6 atendiendo las súplicas de una tarde de cine en familia? ¿Se imaginan a una espía que se cuela como camarera en un restaurante de lujo para que el jefazo del MI6 acabe en un hospital pareciendo descomposición intestinal?

A alguien se le ocurrió mezclar Kill Bill de Tarantino y Bambi y el resultado no tiene ni calificativo.

Imposible de terminar sin dormirse en el intento.