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España España · sevilla
Críticas de drelles
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Críticas 40
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
10
1 de septiembre de 2009
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su segunda película Welles nos sitúa en los comienzos de la civilización del automóvil y plantea una meláncolica meditación sobre la irreversibilidad del tiempo. Nada que hagan los Ambersons, representantes de un concepto antiguo de señorío y poder, logrará impedir su reemplazo por los nuevos tecnócratas representados por Morgan y su hija.

Welles amplía su visión a cada uno de los personajes: George, Isabel, el tío, el mayor, Fanny, Harry y Lucy, constituyendo cada uno un escalón en el imparable transcurrir del tiempo y de la historia. Con mirada serena, sorprendente en un autor de veintisiete años, Welles hace desfilar las distintas mentalidades sin afilar la punta de su aguijón, con un punto de vista a caballo entre la nostalgia por los tiempos idos y el rechazo ante un mundo que no podía subsistir.

En el estilo de esta película inmortal sobresale por ejemplar el uso del plano-secuencia. Algunos de ellos son de antología: el paseo en coche de George y Lucy, con el adelantamiento final del travelling para descubrirnos que allí no hubo trampa; la despedida de ambos y la entrada final en la farmacia; el diálogo en la escalera entre Fanny y George, un prodigio mil veces imitado; la maravillosa secuencia del baile, un ejemplo de puesta en situación. Algunos otros planos como la muerte de Isabel, la despedida del tío en la estación o el diálogo en la cocina con la tía Fanny conmueven al recordarlos aunque hayan pasado años desde la última vez que se vieron. Esta es la virtud de los clásicos: permanecer en el tiempo y en la memoria, por encima de modas, premios y oropeles finalmente pasajeros.

Fue masacrada por los mercanchifles de turno, pero lo que queda son ochenta minutos de gozo y enseñanza. Welles ya no pudo superar lo alcanzado en esta magna obra: era imposibe.
drelles
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6
31 de agosto de 2009
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El sobrenombre de poeta de lo feo con el que se suele encuadrar a Wilder se cumple película tras película y en esta ocasión, pese a que el tema se prestaba a otros tratamientos, el autor se empeña en mostrarnos lo peor del asunto. La adaptación de la obra "La hora de la fantasía" de Ana Bonnacci esta hecha a su conveniencia: cambia el título por uno ciertamente horrendo, construye el guión añadiendo sal gorda en abundantes dosis y dirige a los actores de una forma grotesca y cruel.

El resultado es una película delirante en su primera parte, en la que la habilidad del vienés en mostrarnos el triste mundo de un pueblo perdido y la pobreza humana del músico obsesionado por los celos encuentra su premio en un buen puñado de escenas divertidas. Abundan los hallazgos visuales encomiables: el chaleco con el rostro de Beethoven, la gasolinera sin ventas, el lechero perseguido, etcétera. Wilde acosa con crueldad a estos personajes llenos de esperanzas incumplidas, adocenados en una vida inútil y miserable.

En la segunda parte el panorama cambia y el autor, a su pesar, se convierte en un moralista. El cinismo cede su lugar a la meditación y todos sabemos que este no es el estilo de Wilder. Por ello la obra se difumina perdiendo eficacia. Nos hace pensar en lo que otro autor menos apegado a la bajeza y ruindad humanas hubiera hecho con este material: por ejemplo un estilista de la imagen como Minnelli hubiera hecho encaje de bolillos con el juego que daba el enfrentamiento de dos mundos tan dispares como representan las dos protagonistas femeninas.

Película, por tanto, discontinua de la que queda el talento de Wilder y sus excelentes dotes para la comedia como digno sucesor del maestro Lubitsch.
drelles
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10
30 de agosto de 2009
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segura como las obras clásicas, El Dorado es una reflexión sobre el universo del western. Los héroes de Hawks, cansados de cabalgar, se encierran en una prisión y se aprestan a librar su última batalla. Profesionales hasta el fin de sus días, sólo reaccionarán, con violencia ante aquellas alteraciones, burla o traición, de lo que forma parte sustancial de su ética del oficio. Asisten a la formación de nuevos héroes que no recogen fielmente sus enseñanzas: Mississipi no sabe manejar el revóver, pero basa en la inteligencia: su forma de manejar el cuchillo o de arrojarse ante los caballos, su método para subsistir en un entorno tan agresivo.

El estilo de hawks, contemplativo y fundado en la aceptación de la realidad completa, lo que le sitúa en los antípodas de Hitchcock, encuentra en la serenidad de la madurez la razón de su existencia.

Esta sublime película es la última obra maestra de Hawks y, aunque se asomó de nuevo al género en la también interesante "Río Lobo", más distendida y trivial, supone su despedida, alegre y triste a la vez, a una época brillante del cine que, desgraciadamente, nadie ha sabido recuperar.
drelles
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7
29 de agosto de 2009
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película pertenece a la etapa de transición en la carrera de Ford. En su día fue despreciada por la crítica. El paso del tiempo y el conocimiento de la obra completa del gran maestro hacen que pueda contemplarse bajo un prisma diferente.

El proyecto no parece ser muy del agrado de Ford sino más bien un producto de la serie dedicada al continente negro, a la sazón de moda entre los productores americanos de la época. El carácter de aventura africana está pobremente aprovechado con el constante empleo de transparencias y trucajes. El interés de la obra queda reducido al conflicto entre sus personajes y aquí es donde la visión actual cambia y nos permite ver al personaje de Kelly como un claro antecedente de la doctora Cartwright de "Siete Mujeres", obra cumbre fordiana que cierra brillantemente su extraordinario legado fílmico.

Kelly, interpretada magníficamente por Ava Gardner, es el personaje esencial de la película y rebosa durante toda ella de femineidad: escena de la ducha; simpatía: relaciones con los animales; dulzura: escena de amor en el porche; encanto: cantando y tocando en la pianola; mordacidad: escena de la cena; ironía: viaje en el camión; inteligencia: forma de resolver el lío final; desprecio de las convenciones: forma en que critica el rubor de Linda al contarle Víctor la fidelidad de las mujeres negras para con sus esposos; y elegancia: forma de ponerse el velo ante la capilla. Enfrentada a la convencional burguesita que encarna Grace Kelly y al macho poco cortés que encarna Clark Gable es la que sale triunfadora siempre.

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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
drelles
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8
28 de agosto de 2009
35 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
1970. Un lugar en la Costa Brava. La España del boom turístico. La fisonomía ha cambiado pero el esqueleto es idéntico. Antes que nada "Vivan los novios" nos trae ante los ojos la imagen de nuestra España, la misma que ha sido protagonista de todas las obras de su autor. Ahora le han lavado la cara, pero el escenario es parecido: a la radio y los concursos de "Esa pareja feliz", a los sueños de riqueza y fe en los reyes magos de "Bienvenido Mr. Marshall", a los milagros de "Los jueves milagro", a la falsa caridad de "Plácido", a la búsqueda de piso de "El verdugo", a la miseria de "El organista", vienen ahora los turistas para servir de contraste con los mismos seres raquíticos, tarados por toda clase de frustraciones, tabúes, temores y creencias ancestrales que evidencian su pobreza moral y material.

Desmitificación completa de la España del desarrollo, esta película se nos presenta como la última aportación de Berlanga a su brillante estudio sobre nuestra situación de posguerra. El personaje de López Vázquez, que como siempre hace una excelente creación, encarna en sí mismo todas las contradicciones de un pueblo que no había accedido a la madurez.

La mirada del autor oscila entre la comprensión sentimental hacia lo que vive entre nosotros y la más cruel sátira de una conducta que no aporta nada positivo salvo la custodia de los valores eternos que las derechas inventaron para apartarnos del festín.

Berlanga narró esta tragedia de nuestra existencia con su pericia conocida. Pruebas de su intuición son los múltiples detalles que jalonan cada una de las escenas . La inventiva es constante. La cámara siempre aporta nuevos hallazgos a lo que ya era brillante en el excelente guíon. Como prueba de ello la secuencia final con la panorámica que recoge el ángel negro paseando entre los cuerpos semidesnudos, el zoom que nos presenta el cortejo funerario, los recuerdos del protagonista y su última, desesperada e inútil huida hacia la libertad para terminar devorado por la araña negra.

Para quienes vean la película ahora hay que recordarles que la implacable censura abortó muchas de las situaciones previstas, algunas aparecen solo esbozadas. "Vivan los novios" fue menospreciada en su tiempo y sigue padeciendo incomprensión crítica para sus muchos méritos.
drelles
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