Lamento, como seguidor entusiasta de la trilogía, constatar que no sólo aquí Iñárritu no aporta nada nuevo -bien al contrario, la sensación de "dejá vu" es constante- sino que ádemás la altura dramática y narrativa del filme no llega ni a la suela de los zapatos de sus antecesoras.
Como se ha insistido en críticas anteriores, además de previsibles las tres historias están malamente entrelazadas, todo es forzado y el ritmo no sólo es irregular, sino en algunos momentos francamente tedioso. Para rematar, algunas interpretaciones (la de Brad Pitt la primera) son lamentables (¿la actriz mexicana es familiar del director? porque si no no me explico...).
Un "bluff" como un piano.
[P.D. ¿Y los críticos y el jurado de Cannes? ¿Fue ésta la película que premiaron, o es que alguien les sopló que era como las anteriores pero mejor y no se molestaron en ir a verla...?]

Una cosa es jugar, divertirse y divertir al espectador. Otra muy distinta tomarle el pelo y reirse de él.

Al igual que el David Lynch de "Mulholland Drive", el Michael Haneke de "Funny Games" nos toma a todos por tontos y trata de esconder su completa inutilidad y la de su (llamémosle) película bajo una capa de falso suspense y presunto drama, revelado finalmente como nadería sin sustancia.

¿Es que cuenta algo? ¿Trasmite algún mensaje? ¿Significa algo la sucesión de secuencias (presuntamente naturalistas) de violencia extrema sin la menor justificación, y, lo que es peor, aburridas, previsibles y mil veces vistas en mil y una películas del mismo género?

A los despistados a los que les haya podido interesar este engendro les aconsejo una revisión de "A sangre fría" (1967, Richard Brooks) o "La carnaza" (1995, Bertrand Tavernier). Les aseguro que serán dos horas mejor empleadas

Para llorar, vamos...

Hay filmes que, independientemente de su calidad, trascienden su carácter puramente cinematográfico para pasar a convertirse en "algo más".
En el caso que nos ocupa, en testimonio, crónica y retrato de una realidad cacareada y mil veces comentada (pero en el fondo completamente desconocida, cual es el mundo de la emigración), necesitada de que alguien competente, armado de una cámara y rodeado de talentos (en especial una protagonista en "estado de gracia", y nunca mejor dicho) la refleje con las dosis justas de sencillez, sinceridad, emoción e intensidad y provoque en el espectador el grado exacto de "catarsis" que le permita adentrase con insólita facilidad en el universo de lo narrado.
Ello gracias a la naturalidad de la puesta en escena, la fluidez del guión, la agilidad del montaje y la portentosa autenticidad de la interpretación de la protagonista, sin caer, por otra parte, en la tentación fácil de la sordidez o el tremendismo.
Casi dos horas apasionantes de relato cuasi-documental que se ven en un suspiro y que permiten augurar un brillante futuro a su director y guionista.

Bellísima historia de amores imposibles, con trasfondo de thriller político y con el habitual tono melancólico y existencialista de Neil Jordan (versión corregida y aumentada de "Mona Lisa"). El director se permite, además, "jugar" con las expectativas y los sentimientos del espectador acerca del objeto de deseo del protagonista, suscitando dudas inesperadas y sentimientos encontrados e incluso cuestionando algunas convicciones.

Insólita e inquietante, como su personaje, la presencia de Jaye Davidson ("Dil"), perfectos Rea y Whitaker en sus respectivos roles, y memorable, dicho sea de paso, el personaje de Jim Broadbent, digno de ingreso en la galería de "camareros de honor" de la Historia del Cine...

Por supuesto, la película de sobremesa para las ociosas tardes de domingo en nuestra isla desierta favorita.
No se pueden conjugar mejor drama bélico, comedia, thriller y cine de aventuras. Un guión portentoso, una dirección férrea y magistral, un casting de leyenda y, sobrevolando el conjunto, la brillante y antológica música del maestro Bernstein (Elmer).
Para disfrutar mil y una veces y por varias generaciones...