Una gran oportunidad desaprovechada, para mi gusto. Sin embargo, no niego que la película tiene un mérito importante: toda la astucia y habilidad con la que un mago capta nuestra atención y nos emboba, es utilizada por el director para atrapar a su espectador hasta el final.

Se trata de un guión en el que la linealidad y el efectismo son los atributos principales. Esquema: Truco-Avance-Truco-Avance... Los personajes no están desarrollados. La historia no da para más. Durante el transcurso del filme se crea un cierto interés más en cómo puede hacer semejante truco -a cual más fantástico- que si Edward Norton podrá volver con su novia-amiga de la infancia. En unos veinte minutos finales apabullantes, que podrían haber sido aprovechados con mucha más brillantez, no nos llega a causar el efecto -supongo que deseado por el director- el hecho de que un mago pueda hacer caer a un imperio, inculcando sentimientos "republicanos" en el pueblo que acude al teatro a verle.

Mi crítica más dura a la película, que recordemos, es entretenida y en cierto modo interesante, es el final. Un final en que, subestimando completamente la inteligencia del espectador, se nos resuelve todo de manera ideal. La trama más importante de la segunda mitad del filme, planteada como un truco, se resuelve, paso por paso. Será por criterios comerciales o por lo que sea, pero hubiese sido una película mucho más redonda si sólo se nos hubiera dado al final una sutil indicación para que nosotros personalmente intepretásemos los hechos como queramos o podamos, como hacemos con los trucos de magia que vemos.

Su pretensión de realismo acaba en un estrepitoso fracaso en el que, paradójicamente, gana lo artificioso, lo increíble y lo irreal. Jaume y Paco no consiguen levantar una buena idea -no digo que no- que se queda en una sucesión de gritos, vibraciones de la imagen, efectismo barato y sustos cantados. Los directores -decía- no consiguen mantener una tensión que es abrupta y continuamente abortada por unos pasajes descriptivos de los personajes que son -cuanto menos- patéticos y burdos y por una pesada y reiterativa cuasiinterpelación al público para que apaguemos la cámara. Como si creyeran que la idea de que somos el cámara ha funcionado, pero eso no es así, es uno de los diversos aspectos fallidos de la película. Como si de un 'pasaje del terror' de un parque de atracciones se tratara se nos propone una especie de recorrido por diferentes espacios custidiados por algún personaje infectado. Como suele pasar en esas atracciones de feria, el pasajero puede pasar miedo porque ha pagado por ello y está autosugestionado o puede, sin mucha dificultad, reirse de todo ese cutre montaje apartando las máscaras de látex a los no muy esforzados personajes. Creo que es oportuno innovar en el cine de terror, pero hacerlo tan mal es innovar para nada. Ánimo, Jaume, tú puedes causar miedo y no una risa tan inoportuna como la de mis compañeros espectadores y mí mismo viendo REC.

Un punto de partida tramposo, injustificado y burdo, un estilo ñoño y subrayado, un guión torpe y falto de talento que convierte cada línea de diálogo en un cutre despliegue de victimismo emigrante, estereotípica burguesía, pasando por el alcoholismo más recurrente y las violaciones por pares, cómo no... Música de telefilme barato, un desarrollo risible que roza lo patético y más aún cuando Sebastián Cordero pretende hacer poesía cinematográfica equiparando a José María con una rata, ¡Un desastre absoluto! No sé qué pudo ocurrir en el Festival de Málaga pero esta pelicula no hay por donde cojerla.

'It´s a free world' vuelve a decepcionar con una burda y melodramática cinta tras un 'El viento que agita la cebada' que se salvaba por los pelos. El guionista se permite el lujo de intentar hacer una denuncia de una problemática social y verídica como es la de las mafias del trabajo ilegal y de la inmigración a través de una historia en la que los personajes son esquemáticos, la trama es increíble y las subtramas son más increíbles todavía. La protagonista se transforma por el tramposo e injustificado hecho de leer unos papeles (o por arte de magia, que es lo mismo), y pasa de ser respetuosa con la ley a no serlo, y claro, eso no puede ser así. La fábula de que al final el pequeño es el que siempre paga es una anécdota en una película que no convence y cuyo melodratismo (con secuestro de niño, niños que no van a la escuela, madre que quiere ser mejor madre y su ligue incluídos) hace que sea otra muestra del peor Loach.

Es la típica película amable plagada de recursos fáciles y de convencionalismos. Su poco original estructura hace que todo se desarrolle de una forma terriblemente predecible para un espectador que sigue con entusiasmo la incursión de la abuela en el mundo de la prostitución, por llamarlo de alguna manera sólo gracias a una Marianne Faithfull que llena la pantalla. Sin embargo, Irina Palm, que fue aplaudida por el público en el Festival de Cine Europeo de Sevilla en el que participaba en Sección Oficial, es una pobre y reciclada historia. Yo le diría a Sam Garbanski que vea "Papá Piquillo", de Álvaro Sáenz de Heredia, que cuenta su misma historia pero es mucho más cómica, entrañable y original.