Una película inscripta sobre espacios primos, llanos, cromáticamente unívocos. Sucede en relieve, contrastado, puro.

Los personajes no se miran al complicarse, miran el tiempo, la solidez de la lupa. Al modo del Dreyer de Gertrud.

Es un paso de estatuas, una manifestación de la piedra de neón.

Una obra maravillosa, corta, incompleta, despejada, oscuramente ausente, una promesa de reposo.


Rafael Teicher

La adaptación de la novela de Guillermo Martínez comienza con buen tino. La cita del inmenso Wittgestein ( cláusula de cierre del célebre Tractatus logico-philosophicus ) por el profesor se consuma como buen augurio. Claro que Alex de la Iglesia se mueve de un modo diferente al que acostumbró a su público con las sátiras negras españolas. Sin embargo he ahí un mérito escondido, secreto, del film. Es un film industrial consistente. Como si Van Gogh hubiera pintado un óleo ajustándose a convenciones crematísticas y sin embargo quedara la huella de su dedo en la arena. Hay escenas de suave grotesco —digo grotesco como género— que resultan asomos o guiños para entendidos, nostalgias de estilo.
Más allá de la alegría que provoca ver la mano maestra de modo casi submarino, subliminal ( la de Alex bajo la industria ), el film se instala en un promedio apenas brillante.


Rafael Teicher

En el arte cuenta la maniobra imprevista, el golpe, la discontinuidad lógica. Vale decir: el arte discurre por efectos. Contra los que señalan como defecto de una pieza estética su volumen de efectos —y a esto lo denominan pirotecnia, estallido, Hybris plástica ( es muy nootrio en las críticas casi malignas contra Lynch o Greenaway )—, es preciso apuntar, que toda obra requiere una cierta vertebración mediante golpes, mediante episodios repentinos, mediante rayos. Es el caso de esta película.
Logra cristalizar algunas escenas poéticas como la primera aparición pública del monstruo.
Explora las ingenierías del absurdo y de la sátira en estilo asiático ( Miike, Ming-Liang ). El resultado es prometedor. Vale la pena investigar al director.

Rafael Teicher

Una película a trazos fosforescentes. Sorprende la afectación, el exotismo operístico de los decorados, y la iluminación decadentista-expresionista. Los encuadres son magistrales, ocurrentes, siempre cuidados. Lo mismo ocurre con el montaje que es ágil, elegante, sofisticado.
El hilo argumental no cuenta, sólo engarza la fotografía y sirve como pretexto para una dinámica óptica exuberante, a veces también sobriamente cromática y contrastada.
Un film de culto.

Rafael Teicher

Una película de trazo magistral. La cámara natural, casi tumbona ( confusamente bella ) va dando paso a la comedia musical en tono de sátira ( diría de estilo de europa oriental o ficta, con rasgos expresionistas ). Las secuencias coreográficas ( la del ferrocarril por ejemplo o la del juzgado ) son brillantes, prolijamente encuadradas, lacerantes. La metáfora irónica y religiosa ( la progesiva ceguera y la decadencia de la ética ) corroe la pasividad de la contemplación confiriéndole realismo y urgencia.
La actuación de Bjork es difícil, conmovedora, explosivamente doliente. La música resulta perfecta, con timbres elásticos, voladores, y masas vocales y orquestales agónicas y compactas.

Si bien no es "Europa" —ese gran film kafkiano de Lars—, es tal vez su segunda mejor obra

Rafael Teicher