Intensa historia sobre el calvario de un hombre corriente enfrentado a una infamia. Relata, con un poderío puramente dramático, el sufrimiento y la humillación de un inocente enfrentado a la denuncia por un delito abominable. Despacio, como se sufren las desdichas en la realidad, se nos enfrenta al desmoronamiento de una vida en comunidad, cómo se va degradando ante la repulsa de los otros, cómo va padeciendo la humillación, el acoso, la violencia y el desprecio.
Una obra tensa, con un protagonista, Mads Mikkelsen, que transmite muy bien su indignación y su angustia por un suceso injusto que no comprende.
Una película que deja poso, que nos sigue arañando por dentro después del último fotograma.

Más que una película, da la impresión de ser un esbozo de ideas para hacerla. Nada de unidad, de armonía en la narración, con una falta obscena de inteligencia en el planteamiento y el desarrollo. Lo que les ha quedado es una historia de momentos -breves y aislados- que merecen la pena junto a otros -largos y aburridos- que hacen de esta película un tostón, ya sea en 2 o en 3 dimensiones.

Propuesta nada corriente y, como todo lo anómalo, plagada de zonas perturbadoras, de repulsión y morbidez.
Ingrata por momentos.
Para estómagos curtidos.
Al final, lo cinematográfico me ha importado menos que la incómoda sensación de haberme tragado algo en mal estado mientras la visionaba; de tener atravesado en la garganta una espina que me llevará al borde de la arcada.
No habla el cinéfilo sino el espectador que intenta esconder la mirada, que se defiende del afilado cuchillo que lo amenaza este arte brutal.

Un tema que conmueve tan hondamente una vida, como es la pérdida de un ser amado, no ofrece en esta obra el desgarro debido. El papel de la hija (Margherita Buy) es poco más que un rostro avinagrado; su dolor no parece brotar de la enfermedad materna, de la posibilidad de su adiós, sino de muchos años antes, casi de su mismo nacimiento. Se hace difícil congeniar con su pesadumbre.
Nanni Moretti es el único que ofrece una actuación contenida y empática que lo acerca al espectador. Habría estado bien que se adentrara más en este personaje y menos en la antipática y poco creíble figura de la hermana, a la deriva en tantas cosas: como "directora", como madre, como hija y como esposa.
Hay obras mucho más conmovedoras en estos trances finales de la vida.

Hasta los más reputados artistas, emborronan su trayectoria.
Hasta genios como Picasso hacían a veces alguna mamarrachada.
Godard no es ningún genio y ha echado algunos otros borrones a su cinematografía, y se ha despachado con alguna otra mamarrachada pero es un "autor" y hay que consentirle estas pifias, catalogarlas de una profundidad de la que carecen, concederles un prestigio y un crédito que no se han ganado como narraciones del séptimo arte.
Una bagatela con firma.
Un descalabro "prestigioso".
Una pérdida de tiempo.
Una idiotez.
Una bobada de "qualité".