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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de Ozymandias_Iskander
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Críticas 136
Críticas ordenadas por utilidad
9
18 de agosto de 2013
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El riesgo siempre vive es una frase cuyo autor se cree que fue Cicerón y que adorna la “coraza” de la marine Vásquez en la Aliens, el regreso y parece que es el lema que resume esta afortunada secuela, que elevó la saga al carácter de mito.

En 1986, varios años después de Alien, el octavo pasajero, el director y guionista James Cameron se encargó de la secuela: Aliens, el regreso. Lejos de intentar emular el terror claustrofóbico que generó el primer film de Ridley Scott, tan lovecraftiano en algunas cosas, Cameron decidió dar su sello propio, aunando al terror grandes dosis de acción y secuencias adrenalíticas. ¿Resultado? Una de esas secuelas que nos hace decir que la frase “segundas partes nunca fueron buenas” tiene excepciones.

La actriz Sigourney Weaver regresaría para dar vida de nuevo a Ripley, seguramente la mejor heroína del género fantástico. Weaver no estaba muy convencida en volver si Ridley Scott tras la cámara y hubo problemas con su contrato , pero al final regresó como un personaje más herido, fuera de su tiempo como si fuera Steve Rogers (despierta casi sesenta años después) y buscando superar un miedo que la devora por dentro: el alien. El descubrimiento de Ripley y su regreso al tenebroso planeta de la primera parte, ahora colonizado por humanos, es un punto de arranque interesante donde se van teniendo todas las piezas.

Lástima que en la versión final no tengamos la subtrama de la hija de Ripley (encarnada por la madre de Weaver), pero la aparición de la joven Newt (Carrie Henn) aporta esa relación de madre e hija que sirve a Ripley para exorcizar parte de su pasado. No es de extrañar que Ripley consiguiese su nominación a Mejor actriz por una película tan diferente a lo que suele preferir la Academia.

Sobre la recreación del Alien, aquí ya no se juega tanto con las sombras aunque en el primer tercio de la película mantenemos la atención por si será o no cierto que existen estas bestias. Luego, su llegada por docenas, la aparición de los huevos o la Reina Alien han convertido a Aliens, el regreso en una auténtica joya del suspense. Puede que se eche de menos el trabajo de Giger, con su tenebrosidad y perversidad, pero Cameron también supo darle un enfoque que no desentonase pero que tampoco fuese un plagio.

Aparte de los monstruos se nos presenta a alguien peor: el propio ser humano, capaz de traicionar a todos por el dinero, como ocurre con los emisarios de la compañía Weyland-Yutani, con sus colonias basadas en la terraformación y sus actos mezquinos.

Dirección, guion, interpretaciones, ambientación, efectos especiales… Todo funciona en Aliens, el regreso para crear una horripilante sensación de estar dentro de una terrible odisea y salvaje pesadilla de la que parece que no hay escapatoria ni para los personajes ni para Ripley.

Tal vez el menos acertado es James Horner. El compositor no acabaría contento con un trabajo que va afinando más en el tercio final que al principio, donde se abusa de ciertos tics de las marchas militares para presentar una y otra vez a los actores que encarnan a los marines (que, como curiosidad, son homenajes a la novela Starship Troopers, y que fueron entrenados como tal antes del rodaje).

Aliens, el regreso juega con la intriga hasta el final, creando varios falsos finales y una tensión terrible que crece desde la presentación del remedo del androide Ash, aquí llamado Bishop y que nadie sabe si es de fiar. Cameron deja sin respiro al espectador para luego calmarle y decirle: “todo acaba…” y aprovechar para dar otro susto y retorcer más la situación. El exceso de “finales” no está mal, pero el mayor problema es que presenta un desenlace demasiado parecido al del primer film.

En mi crítica de la primera parte, comentaba que Alien había sido un milagro porque resultó ser una joya pese a todos los problemas durante el rodaje y lo mismo ocurrió con Aliens, el regreso: la película no se terminó de montar y editar hasta una semana antes del estreno.

Aliens, el regreso es una secuela con sello de su director, que supo honrar a su predecesora, y forjar una franquicia aunque fue un riesgo, pero acaso ¿el riesgo no siempre vive? El Alien también.
Ozymandias_Iskander
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9
11 de septiembre de 2021
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchos conocen la polémica relación de Alan Moore con las adaptaciones cinematográficas de sus cómics. Después de avergonzarse con From Hell y The League of the Extraordinary Gentlemen, se negó a que su nombre apareciese en los créditos de V de Vendetta tras una serie de conflictos con DC Comics y el productor Joel Silver, cosa que hizo una vez más con la versión de Watchmen dirigida por Zack Snyder. Por el camino, Moore ha soltado toda su rabia contra estas versiones de sus obras, ha rechazado los royalties generados y ha escupido algún que otro exabrupto hacia la falta de originalidad del mercado cultural (tanto en entrevistas como en cómics, véase The League of the Extraordinary Gentlemen: 2009). Por tanto, a muchos les ha sorprendido que Alan Moore haya dado su paso al cine, después de que muchos años atrás escribiese el guion nunca filmado de Fashion Beast (con ideas de Malcolm Mclaren, manager de los Sex Pistols). Seguramente los sorprendidos serán los mismos que no sepan que Moore, aparte de declararse mago, ha sido dibujante, cantante, artista de performance, actor… Todo un polifacético demiurgo que ahora se ha pasado al séptimo arte.

Dirigida por Mitch Jenkins, con quien Moore ya había colaborado en los cortometrajes Jimmy’s End, His heavy heart, Show Pieces y Act of faith (que son un preludio, en el fondo, de esta película), The Show sigue a un asesino a sueldo (o «técnico de eliminaciones») que ha recibido el encargo de matar a un hombre que ya ha muerto y recuperar una joya que este sujeto robó poco antes de fallecer. Esa búsqueda (en un Northampton tan insólito que no nos cabe duda que debe ser real) nos lleva a encontrar a extraños personajes que parecen escapados de una ensoñación. Puro Moore.

The Show puede llegar a ser una película desquiciante para aquellos que la tomen como un film de misterio sin más. Es como ir a ver Carretera perdida de David Lynch y querer respuestas fáciles y concisas, dignas de una cinta de sobremesa. The Show juega a confundir, Alan Moore hace de las suyas como una especie de trilero que nos oculta una trama sencilla con sueños, personajes estrambóticos, revelaciones a calzador y una sensación de que lo que importa en realidad es dejarse llevar sin cavilar tanto sobre la lógica en un Northampton de largas carreteras, oscuros edificios y neuróticos habitantes. Su propio personaje en la película lo dice: hay que fijarse más en las cosas que aparecen en un segundo plano (hay que estar pendiente de los espejos y los reflejos de esta cinta).

Para aquellos que piensen que Alan Moore se muestra torpe en otro campo artístico o que ha sido domado por el séptimo arte, The Show es una obra de Moore casi por completo, pese a la dirección de Jenkins. Vemos cómo expone Northampton como si fuese un personaje, del mismo modo en que lo hizo en esa odisea digna del Ulises de Joyce que es Jerusalén. Northampton es un microcosmos increíble para anécdotas, hechos históricos, victorias, derrotas… Moore, que es partidario de la psicogeografía, piensa que los lugares poseen un alma conformada por todos aquellos que han habitado, habitan o habitarán un lugar y eso influye a quien están en ellos. Todo eso lo vemos en The Show, que no deja de ser una exploración por la fascinante mente del mejor escritor de cómics de las últimas décadas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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7
30 de marzo de 2018
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Usted se ha parado a pensar alguna vez en que Jesucristo lloraba por los pecados de otros, acabó muriendo en la cruz por los males de los demás y que se pasó toda su vida siendo perseguido y acabó pagando por los estragos de la raza humana... y eso hace que sea un poco... humm... emo? Yo nunca lo había pensado y solo por este número musical, ya EMO The musical ha valido la pena:

Y lejos de ser solo una película tontorrona para adolescentes (que lo es, no vamos a mentirnos), también tiene algunos toques de humor lo suficientemente graciosos (o, al menos, lo intentan) para levantar su mensaje de: sé tú mismo, por encima de cualquier moda. Los emos viven de sus apariencias: Bradley es una diva que quiere quedar bien con su ídolo emo, Roz finge que no le gustan los deportes, Ethan es una mentira que se ve dividida entre lo que es y lo que quiere ser y Jay..., bueno, a Jay le va bien. Sus "enemigos", los cristianos, tienen a un chaval que se somete a descargas eléctricas para no ser homosexual, a Jamali, una chica de Sri Lanka embarazada (de modo inmaculado), a la pobre Trinity que intenta bautizar a todo Cristo (je, chiste fácil, lo sé) y de líder a un Isaac que da asco con solo ver cómo se comporta con Jamali. Por otra parte, tenemos ahí ese instituto que vive de la subvención de una farmacéutica que les da antidepresivos a todo el mundo (un poco de crítica al mundo educativo nunca viene mal). Es decir, apariencias y más apariencias.

Todo esto con el estilo de un musical adolescente. Los números musicales no son siempre espectaculares ni nada del otro mundo, puede que sus letras no sean tan ingeniosas como desearíamos ni su ritmo tan pegadísimo, pero el aire majo de la propuesta hace que merezca su visionado para el espectador que no espera nada más que un grito generacional. No esperen rock corrosivo ni un verdadero conflicto, solo ese submundo adolescente donde la música podría ser una forma de expresarse.

Neil Triffet dirige la película a partir de un corto y, aunque no se siente excesivamente alargada su premisa, se nota cierto ímpetu a la hora de intentar levantar un musical de bajo presupuesto australiano, que mira con aire de sátira al género "musical adolescente" y de comedias ácidas como Mean Girls (Mark Waters, 2004).

Más allá de duelos entre tribus urbanas oscurillas como los emos y grupos de jóvenes cristianos enfrentados entre su fe y lo que desean ser, EMO the musical es una película maja, no lo suficientemente subversiva para verla quinientas veces, pero tampoco lo suficientemente idiota como para que las televisiones la emitan unas quinientas veces. No obstante, prefiero el aire un poco macarra de esta propuesta si la alternativa es la versión popera de los típicos musicales adolescentes. Y es que ninguno, hasta hoy, me había hecho preguntarme: ¿era Jesús un emo?

Crítica publicada originalmente en: https://goo.gl/CCYcSS
Ozymandias_Iskander
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7
31 de agosto de 2017
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Black Mirror: El odio de la nación es el cierre de la tercera temporada de la serie y el primero en la plataforma Netflix a la que dio su salto la creación de Charlie Brooker en 2016. A modo de película de noventa minutos (es el episodio más largo de la serie), Brooker reflexiona sobre el viejo tema de: “que tire la primera piedra el que esté libre de pecado” (o el “tira la piedra y esconde la mano”).

El odio de la nación trata de la investigación de dos policías (estupendas Kelly McDonald y Faye Marsay) sobre una serie de asesinatos de odio que ha habido en Reino Unido. Primero, una periodista que se dedicaba a difamar a la gente en silla de ruedas. Después, un rapero que se burló de un niño. Y la lista sigue. Los candidatos a las muertes han sido todos marcados por una especie de Twitter con el hastagh #Deathto. La investigación nos lleva a una odisea retorcida por varias subtramas que, en realidad, son más simples de lo que parecen.

Brooker apunta hacia la fama, la búsqueda de esta, aunque sea comportándonos como seres crueles, pero también reflexiona sobre la gente que es capaz de odiar a través de redes sociales, aunque sea utilizando excusas como “son redes sociales, nada es real, todo es una broma”. No, no lo es y, donde se habla de libertad expresión, se habla también de una búsqueda del odio, de los malos sentimientos y de una rabia terrible que convierte a los troles y similares de las redes en monstruos. ¿Usted iría por la calle y le diría a un desconocido “muérase”? Puede que no. En cambio, en las redes sociales, puede que sí. Que mundo más hermoso, ¿eh?

Además, Brooker aprovecha para reflexionar sobre el deterioro del medioambiente a través de unas abejas que parecen salidas de la misma creación que los pájaros de Alfred Hitchcock. También hay una potente crítica a cómo las redes sociales y los artilugios del mañana (y de hoy) sirven para que todo el mundo sea vigilado por el Gran Hermano de turno. ¿Cuánto tiempo puede pasar para que esta tecnología caiga en manos de gente que desee utilizarlas para mal o para un plan mesiánico de salvación?

Pese a todo, aunque es entretenido y las ideas críticas de Brooker siguen brillando, la trama es sencilla y la respuesta es bastante clara, pese a que se enrevese en varios puntos buscando una complejidad o un impacto que nunca llega a tener del todo. Me aterroriza más pensar en las redes sociales y quienes las manejan que unas abejas. Es decir, el mensaje real, el extrapolable, es potente y Brooker plasma así lo que ha sentido en diversas ocasiones que ha escrito sátiras sobre diversos políticos en el poder. No obstante, la alerta sobre nuestro futuro (y nuestro presente) está ahí y conecta con todo el mundo de la serie (hay guiños a Playtest y White Bear, capítulo de la tercera y segunda temporada respectivamente).

Para cerrar, como curiosidad, las últimas escenas, pese a los ponchos y los sombreros, fueron rodadas en Canarias.

En definitiva, El odio de la nación no es uno de los mejores capítulos de Black Mirror, pero es lo suficientemente interesante como para que el espectador aguante sus noventa minutos y lo más importante: piense (¡PIENSE!) sobre su papel en las redes sociales y la realidad.

Publicada originalmente aquí http://elantrodelosvampirosyotrosmonstruos.blogspot.com.es/2017/08/black-mirror-3x06-hated-in-nation-el.html
Ozymandias_Iskander
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8
16 de agosto de 2017
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Black Mirror siempre ha tenido la capacidad para crear metáforas con las que retratar nuestro oscuro presente a través de un siniestro futuro al que parece que avanzamos con cada paso que damos. Muchos se quejarán de su cinismo y su oscuridad, imagino que son los mismos que no ven las noticias ni ven el mundo real a nuestro alrededor.

Men against fire, quinto capítulo de la tercera temporada de Black Mirror, profundiza en la guerra y en cómo está evoluciona gracias a la tecnología para conseguir a soldados más efectivos. Alejándose de la ciencia ficción más alternativa, lo que tenemos son drones, lentillas especiales, máscaras que alteran el pensamiento y los sueños... Tecnología que ya está a nuestro alcance en muchos casos, como la propia barbarie.

El episodio, dirigido por Jakob Verbruggen, sigue a un nuevo recluta, Stripe, cuyo objetivo es eliminar a las cucarachas, unos monstruos con una enfermedad genética arrasa a la humanidad, como si fueran los vampiros de Soy leyenda, sin embargo, el protagonista pronto descubre qué oscura realidad hay detrás de todo lo que hemos visto a lo largo de este capítulo.

Personalmente, me interesa más los dilemas del protagonista que las escenas de la batalla o los asaltos, que también son necesarias, pero se mueven más en el camino de los lugares comunes. Por suerte, aunque es un capítulo de una hora, no se nota que haya tanto peso del metraje como en otros capítulos de esta temporada y desarrolla gran parte del potencial del comentario que hace su creador sobre nuestro presente.

Publicado originalmente en: https://elantrodelosvampirosyotrosmonstruos.blogspot.com.es/2017/08/black-mirror-3x05-men-against-fire.html
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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