El que caminaba solo, tras ese precioso título, nos cuenta la historia de amor y amistad (primero una, luego otra, y vuelta a empezar) entre Robert Howard, creador de Conan el Bárbaro, y la maestra y posterior escritora Novalyne Price. La película es igualmente bonita, elegante, con un buen nivel de producción y una duración correcta, que aprovecha muy bien una narración sensible (que no sentimentalista) y la química entre su pareja protagonista, formada por Vincent D'Onofrio y una jovencísima Renée Zellweger que es el gran atractivo de la cinta, vista hoy. Aquel 1996, gracias a esta película y sobre todo a Jerry Maguire, fue excelente para la actriz de Texas, a quien aún le faltaban unos pocos años para Persiguiendo a Betty, El diario de Bridget Jones... y de ahí al estrellato, perdido durante años por la "maldición del Oscar" y recuperado de forma brillante con su excepcional interpretación en Judy.
Notable.

Silkwood es un drama/ thriller más que notable. No cabía esperar otra cosa, siendo Mike Nichols su director. El realizador de Armas de mujer siempre se caracterizó por ser un director de lo más fino y elegante.
Quizás, para el público español, la historia de Karen Silkwood es desconocida, y también por eso es verdad que a la película le falta echar más el resto en la parte de thriller, teniendo en cuenta el cuanto menos controvertido final de la protagonista real de esta investigación medioambiental, pero aun así se disfruta mucho una narración muy sólida y un buen ritmo añadido a un metraje de duración correcta.
Y qué decir de Kurt Russell (qué parecido tiene su hijo Wyatt con él... impresionante) y de las maravillosas interpretaciones de Cher, en uno de sus mejores trabajos delante de la cámara, y por supuesto de Meryl Streep, que haga lo que haga resulta 100% creíble. Nunca parece que está actuando, como Daniel Day-Lewis, y por eso es una de las mejores actrices de la Historia... si no la mejor, con permiso de las Bette Davis, Katharine Hepburn, Vivien Leigh, Audrey Hepburn, Shirley MacLaine, Olivia de Havilland, Kate Winslet, Glenn Close o Cate Blanchett de turno.

Lo mejor: Meryl Streep, simplemente maravillosa, Cher (que está fantástica también) y la solidez del guion.
Lo peor: No es una historia conocida y quizás le falta algo más de tensión en la parte de thriller del argumento.

Correcta y aceptable mezcla entre drama y comedia dramática-romántica, que explora las relaciones entre los jóvenes de hoy en día.
Y es un buen retrato, sin duda, certero y con cierto encanto. En parte es gracias a la pareja que forman Geraldine Viswanathan y Dacre Montgomery, que hacen un buen trabajo, pero también es por el retrato de cómo viven, se comportan y aman los millennials.
Aceptable.

Bello cuento australiano, con un reparto encabezado por Jai Courtney y el siempre fabuloso Geoffrey Rush, que resulta una experiencia agradable para el espectador. Es una cinta que no destaca realmente en nada, eso está claro, pero es bonita, tierna y dulce, y sin duda hace pasar un buen rato.
Ideal para ver en familia y reflexionar acerca de las relaciones entre pequeños y mayores, y el poder maravilloso que tienen también los animales para estrechar lazos y potenciar la afectividad de las personas.
Hermosa, aunque poco destacable.

No, no es posible. No puede ser que una película sea tan sumamente cutre, tan pobre en todo, que parezca un capítulo perdido de Xena la princesa guerrera, que sea... ah... un momento. Es una película de Uwe Boll.
Todo explicado.
El rey indiscutible de la serie B y la cutrez cinematográfica, primo hermano de Tommy Wiseau, cada uno en su peculiar género, intentó sumarse en 2007 a la moda del cine fantástico y épico con En el nombre del rey, un desastre de pies a cabeza digno del recuerdo de Dragones y mazmorras en el año 2000. Cuesta decidir qué es peor: si los diálogos, las espadas de cartón piedra, lo perdidos que están los actores (todos muy conocidos, por cierto), lo nada que pega Jason Statham en este tipo de ¿historia? o lo sencillamente pésima que es en general.
No pierdan el tiempo, ni aunque sean fans de John Rhys-Davies, nuestro Gimli cinematográfico.