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España España · Santander
Críticas de Simsolo
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Críticas 53
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
21 de julio de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“The Crazies” está construida con retales. Para el habitual miope cinematográfico, sería material de derribo. Bastan, sin embargo, unos pocos planos encadenados para percibir como la puesta en escena sublima el discurso y del cajón de sastre de la carnaza se extrae lo mejor. Conmueve comprobar cómo los cuidados paliativos de la serie B pueden elevar el tono de una película. A pesar de la premura con la que ocurre todo, cada encuadre tiene una razón de ser dramática. Claro que esto hay que saber verlo y el ojo del moderno cinéfilo –el huérfano de referencias por pura presunción o, sencillamente, por ignorancia- está acostumbrado a otras verdades: la elipsis argumental –ese sacudirse de encima los planos que sobran en una secuencia- no es moneda de cambio habitual en nuestras perezosas salas.

Llama la atención que se la acuse de simplista, de inane en la construcción de personajes. Incluso de previsible. A “The Crazies”, como todo filme ajustado a un argumento, hay que perdonarle las convenciones (las manipula inteligentemente) o los titubeos narrativos vinculados a la producción. Juega en una liga no precisamente menor y bucea sin dilaciones en otros campos; aquí, la lectura política y moral es palmaria en el retrato del poder omnímodo y los ciudadanos convertidos en ganado. Una relectura del horror nazi y sus trenes y campos de concentración. Nunca el fantástico de buena ley ha dejado de reflejar la sociedad y sus ritos a partir de la ruptura, como en este caso, de la cotidianidad. Lo que se agradece es que todo suceda a bote pronto, sin catarsis ni explicaciones retóricas. Ocurre y eso es suficiente. La abstracción conduce directamente a la aventura de sobrevivir. Hablo de pragmatismo en la historia y en cómo se cuenta, un refinamiento cinematográfico aplastado en la actualidad por la obesidad digital.

Un último apunte. En “The Crazies” el punto de vista es fundamental. Muchas escenas se resuelven desde la distancia, al acecho de un vecino enloquecido. Máquinas y herramientas de nuestro día a día se convierten en pérfidas amenazas al ser vistas con otros ojos. La truculencia resultante es deudora del género y regala momentos de una eficacia incuestionable. Toda ella es apetecible, disfrutable, y no hablo de comida rápida. Aunque, curiosamente, hay que estar atento para no dejarnos llevar por la banalidad, el pensar que estamos viendo una más de zombis. “The Crazies” no lo es. Nos retrata sin misericordia. El miedo late en todos nosotros dispuesto a ser cosechado por los salvadores que, a su manera, arman los estados. Cada individuo esconde un pequeño monstruo al que alimentar con el miedo, la fantasía de la autoridad o la amenaza, una vez más, del diferente.
Simsolo
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Your Name.
Japón2016
7,8
27.589
Animación
10
25 de febrero de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque lo merezcan sobradamente, las películas “dibujadas” no puntúan en la misma liga que las protagonizadas por actores de carne y hueso. El mismo sistema que las ensalza hace que compitan en el campo de la animación, un terreno siempre pantanoso cuando la edad del espectador anda por medio. “Your name” es una de ellas. Viéndola, admirándola en realidad, uno termina preguntándose el por qué de esta injusta distinción. ¿Para cuando una categoría especial (la de film más deleznable) dedicada a las películas teóricamente de verdad, devoradas por los efectos digitales? Hay más sustancia y emoción en cuatro planos de esta maravilla japonesa que en todo el metraje de muchos mastodontes que se estrenan hoy en día a bocajarro, poniendo a prueba la sensibilidad –insensibilidad, diría yo-, del respetable.

“Your name” sabe tomarse en serio a sí misma con ligereza. Sus temas son tan universales que una vez superada la distancia del "anime" y la localización (esa otra cultura que a veces nos resulta extraña), la profundidad de su historia conmueve. Aquí las armas del director son las clásicas: composición, planificación y sentido de la elipsis; el uso de la música es envolvente, al servicio de lo que vemos, sin rimbombancias ni subrayados. ¿Y qué es lo que cuenta “Your name”? Para no caer en el pecado del "spoiler" prefiero omitir el argumento en sí. Trata –por resumirlo de algún modo- del amor, el descubrimiento y el destino. Un amor adolescente conseguido y pleno, que va más allá de cualquier expectativa. El guión desbarata la cronología habitual para crear un artefacto que destila belleza. La escritura es firme en sus cabriolas y bucles temporales. Viéndola, adentrándose en sus imágenes, se produce una lograda simbiosis entre lo proyectado y el espectador, como si las composiciones dejaran de estar dibujadas y solo viéramos cine. Cine puro. Lo que realmente es y otros títulos sin entidad aspiran a ser.

Su metraje está lleno de detalles que puntean la acción y perfilan los personajes. Desde un suave erotismo a una rebeldía consecuente y romántica, todo ello tamizado por secundarios que apuntalan la narración y no son comparsas, sino parte de un pequeño infinito. “Your name” es clásica en su textura, pero abre puertas que van más allá de ese reconocimiento y nos concilia con un género orillado. Es una película que se siente. Planos y contraplanos se encadenan poéticamente; si es necesario, el humor interviene. Sus recursos jamás se agotan. Grúas y panorámicas compiten por ensalzar un paisaje que forma parte de la historia y, a su manera, también la narran. Cuando esta armonía se consigue, la mano del director es maestra. Que una película tenga alma es muy difícil en estos tiempos de superficialidad y negocio, donde muchas películas son celuloide vacío desde su concepción. “Your name” la tiene -un alma que desborda libre el dibujo, los límites de sus dos dimensiones- y el deber de todo espectador es encontrarla.
Simsolo
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9
8 de enero de 2019
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que, sencillamente, no encajan. “Welcome to Hard Times” (prefiero eludir el título patrio, claramente deudor del peor espagueti western), es una de ellas. Por mucho que trates de introducirla en el molde preconcebido –un western de finales de los sesenta, con todo lo que eso conlleva- las aristas y sutilezas lo impiden. La he visto varias veces, en ocasiones completa, otras a ramalazos consecuencia de sorpresivos pases televisivos. Siempre me ha sorprendido. De un modo y otro, cada visionado descubre un nuevo apunte estilístico o de guion. Primero fue la extrañeza, ese prólogo gótico trasladado al oeste de siempre. Después el primor de su composición y, finalmente, una poesía desgarrada que entronca con la épica de un país en construcción. Resulta impagable, al respecto, la aparición del burócrata con su despacho a lomos de un dudoso semoviente, su afán cansino por dar forma legal a lo que allí sucede. Cada episodio encierra una reflexión y va construyendo el drama íntimo, la catarsis plural.

“Welcome to Hard Times” regala humor y tragedia, un pesimismo mineral, aportado por el paisaje, y una inusitada belleza en sus transiciones. Aquí el tempo estacional, el fluir de las cosas, no es relleno para una cancioncilla pegadiza, sino profundidad. El amigo Burt Kennedy siempre fue mejor escritor que director, pero aquí encontró un aliado literario que densifica sus ligerezas y lo deslavazado de otras aportaciones suyas al género: el viejo E.L. Doctorow, cronista ambiguo de un país que todos amamos y padecemos. Es de esas películas que hoy chirría: se toma sus buenos minutos en contar las anécdotas, en desnaturalizar la epopeya vistiéndola de harapos y polvo. Blue (triste hasta en el nombre) resulta un héroe moderno, la civilización enfrentada a la tiranía del destino y el azar de los disparos.

Todos sus protagonistas tienen dobleces, zonas oscuras de odio y cobardía. Hasta el crío no es un ejemplo de inocencia, sino un saco de pequeños odios. El corifeo de prostitutas, el tendero emprendedor, ese dueño de hotel y el bucólico y alocado Warren Oates, aportan sinceridad y fraude, nostalgia y pena. Que a pesar de las muertes y los fracasos, triunfe un desnortado amor, no despeja el horizonte. Las redenciones son también una pérdida. Más tarde o más temprano nuestro perdido villorrio tendrá otro diablo. Quizás no sea tan apocalíptico como el gran Aldo Ray. Tal vez termine siendo el progreso mismo, la tiranía de la política y los nuevos tiempos y el ferrocarril, los que dividan en dos definitivamente este puñado de casuchas y vidas.
Simsolo
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9
2 de diciembre de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo más notable de “Suburra” es que, a pesar de la coyuntura de lo que cuenta, sabe ir más allá de su fecha de realización. A pocos que eches un vistazo a lo que sucede hoy a tú alrededor, el guante de la política, la corrupción y la mafia encaja con facilidad en la mano que actualmente maneja los títeres. No somos tan diferentes de los italianos. Afortunadamente “Suburra” no abusa de palabrería ni grandilocuencia. El miedo que genera es casi subterráneo. Para lograrlo, el escenario empapado de los pocos días que acotan la trama se convierte en un protagonista más. Sollima sabe estilizar las imágenes, despegarse de la tradición italiana y europea del policiaco denuncia: los personajes están ahí, movidos por sus miserias. Siendo a veces estereotipos, existen y perduran en la memoria porque la realidad no es otra que la que vemos.

Atesora situaciones en las que la herencia del tristemente olvidado Jean Pierre Melville –homenajeado con el apodo de uno de sus personajes- trasciende las propias imágenes. Los mejores momentos son casi los más estáticos, esos episodios de amor rabioso, doliente, que unen al pretencioso hampón de la nueva hornada con su chica drogadicta. También los diálogos entre antiguos amigos enfrentados, con una mesa de por medio, porque los tiempos cambian y ellos no. La escena del ajuste de cuentas en la casa de pescadores, filmada a plena luz del día, es un prodigio rítmico, un logro que ata cabos y prepara el corazón de los más débiles para el desenlace. No todo se puede soportar. Hay que cauterizar heridas. Y son precisamente éstos, los despreciados, la carnaza de la historia (incluida la alicaída putilla muerta), los que simbólicamente, rozando la poesía, rubrican el merecido destino de los que suciamente han brillado hasta entonces.

Al final las aguas emergen de las cloacas y lavan la sangre. Nada va a cambiar con ello, eso lo sabemos todos. No hay otra justicia cuando la corrupción es una hidra que lo invade todo y la política hociquea en madrigueras que no le corresponden: las hienas, para qué negarlo, se sientan con corbata y mantel en los mejores restaurantes. Pero la sensación de que al menos un ser lastimado ha dejado de sufrir, nos enternece.
Simsolo
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9
22 de octubre de 2018
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“Zulú” es cualquier cosa menos inofensiva. Transita por el polar francés, la denuncia social y la política sin dejar de lado lo fundamental, los personajes. Poco más se puede pedir. A veces contemplas con sarcasmo películas rematadamente cojas y otras –cada vez menos- te dejas llevar por filmes como este, comprometidos con la moral y la puesta en escena. Es curioso ver con qué desconcertante facilidad se puede hacer cine bueno y cine malo. No estoy diciendo que “Zulú” sea una obra maestra –le sobran alguna explicación y un par de diálogos indignos del resto-, pero su lealtad al espectador es intachable. Como artefacto narrativo, en ningún momento ningunea a la persona que está sentada en la butaca ni le pasa por encima con un despliegue de fuegos artificiales. Aquí no hay maniqueísmo. Su violencia da miedo y las motivaciones de los personajes para provocarla o sufrirla, acongoja. Dos buenos actores –opuestos en casi todo- redondean esa sensación de bloque compacto, de solidez. Cine para adultos sin concesiones ni explosiones de postín. Un thriller descarnado, sin el romanticismo de Chandler ni, afortunadamente, el sincope digital del policiaco vigente. Suceden las cosas de una forma inevitable y todo conduce a una desasosegante sensación de derrota.
Porque nada queda a salvo cuando el poder se atrinchera. Lo inevitable, saltarse las normas para lograr un objetivo a costa de la integridad de uno mismo, está a la vuelta de la esquina, entre mansiones y chozas que conviven, como el paisaje de los westerns, con una eficacia narrativa de tiralíneas. Pero no es una película de vengadores o justicieros. “Zulú” ejemplifica las calamidades de la sociedad moderna. Sus taras y defectos, asumidos por una mayoría cobarde. En sus planos, la perversión no es la del asesino en serie, sino la de la prepotente industria y la política anegada en corrupción que asolan la vida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Simsolo
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