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Mongolia Mongolia · Escala de Richter
Críticas de Eric Packer
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Críticas 63
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
4
11 de mayo de 2013
53 de 88 usuarios han encontrado esta crítica útil
Casi como en esa innovadora primera sección en Psycho de Hitchcock, la pluma de Cianfrance -y el otro par de escritores de este guión- nos seduce detallando los porqués en la forma de actuar y decisiones de la figura protagonista anitheróica en The Place Beyond The Pines sólo para arrebatárnosla cuando menos lo esperamos y sustituirla en sus otros 2 tramos por otras con las que en ningún momento conseguimos identificarnos del todo. Este primer acto es el mejor de todos, y sienta las bases del embrollo metafísico que vendrá, no obstante que en él todo ocurre de manera más que apresurada y por momentos inverosímil: Ryan Gosling va del mejor motociclista del mundo repitiendo por momentos el papel oscuro, rebelde sin causa a la James Dean que interpretara en Drive y que se hace justicia por su propia mano cuando ve que no hay otra forma de librarse de sus cuitas teniendo en su contra un destino aciago. Es una gran primera parte, como James Franco dijera en su reseña de esta misma película en el Hufftington Post: "I want to make love to this section".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Eric Packer
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4
17 de abril de 2013
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
En To The Wonder Terrence Malick se dedica a filmar la silenciosa y aburrida, casi en forma de documental, dinámica de una pareja desde el inicio hasta el final de su amor (forzándose a no dejar fuera ningún momento en la distintas etapas del progreso de su relación, por trivial que este parezca: sin destacar los buenos por encima de los malos) pero lo que pretende hacer es contar La historia de amor jamás contada (y que incluya todos los tipos de amor: de pareja, entre padres e hijos, el amor a Dios también, al prójimo y hasta a la madre tierra -incluye un drama ambientalista a la Erin Brokovich que en realidad no desarrolla por completo-). Una vez más el director se empeña en hacer poesía de lo prosaico, de la cotidianidad, y se nota el esfuerzo pero no consigue más que un ejercicio de estilo sustentado en la nada, con movimientos de cámara atípicos e imágenes preciosistas que resultan vacuos y se perciben prefabricados, falsos inclusive, escenas de voz en off que son monólogos interiores sin sentido y retóricos que intentan parecer profundos sólo porque sí y lo único que consiguen es ralentizar el avance de esa trama casi ausente de la película. Una mujer de espíritu libre es sacada por el amor de su vida (un Ben Affleck que por enésima vez deja ver que un semáforo tiene mayor capacidad interpretativa que él), de su hábitat europeo y trasladada a la América horizontal malickiana junto a su hija, de los supermercados y los picnics donde todo le resulta extraño pero sin embargo "vivo" en palabras dichas por ella, luego surgen conflictos por los que pasan casi todas las parejas (desencanto, engaños, dejarse, darse una segunda oportunidad, etc.) sólo que aquí todo es capturado en tomas contemplativas antoninianas para hacernos entender el estado anímico de los personajes que siempre parecieran tener gesto de estar viendo hacia lontananza. Ah, también en paralelo plantea un torpe dilema religioso de un sacerdote apático, infeliz, taciturno y que ha perdido la fe en Dios. Por momentos To The Wonder se vuelve irritante: por esa forma de hablar de los personajes como si contaran el misterio del origen del universo en susurros cuando lo que hacen es contar banalidades y ese argumento que parece que no se dirige hacia ningún lado, y sin lugar a dudas el pero más grande es que Malick se repite demasiado luego de haber hecho The Tree of life. No obstante, todo lo que sí excedía The Tree Of Life hace falta en To The wonder: significado. Y al final, luego de 2 horas de haber estado concentrados en la pantalla viendo los vaivenes en una relación de pareja -así como los de la cámara-, que intenta representarlas todas, queda la sensación de no haber visto nada más que postales muy bien fotografiadas.
Eric Packer
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9
3 de marzo de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Master es una película hermética, críptica, abstracta, simbólica, ambigua y que al final no ofrece respuestas claras a las preguntas que nos siembra -obliga a que el espectador, en base a lo que se le ha presentado, cree sus propias conclusiones y tome una postura, lo cual incomodará a los espectadores que estén acostumbrados a argumentos "procesados"-, en ocasiones hasta puede resultar ininteligible y engañosa (en ella no es fácil distinguir qué es lo real, qué es un recuerdo, sueño o alucinación), de alguna manera la forma en que se nos presenta la película es un reflejo del comportamiento de su desorientado, roto, protagonista, Freddie Quell (Joaquin Phoenix), o de los fundamentos de esa nueva, aún en construcción, filosofía de vida que se le presenta casual, milagrosamente ofreciéndole liberarlo de traumas del pasado en voz y figura de su propio fundador, Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), La Causa. Pero a pesar de todo esto o, gracias a todo esto, The Master resulta envolvente, seductora, hipnótica y nos hace querer saber y ver más de ella, descubrir sus intrigantes misterios. La dirección de actores y atmósferas que Anderson consigue en The Master dejan en claro que ya no es más el discípulo más aventajado de Robert Altman ahora su estilo se ha decantado por nuevos caminos que nos recuerdan a los ya andados por Buñuel y Lynch, por Kubrick y, en momentos, por Orson Welles o al John Huston de Wise Blood y de Reflections In A Golden Eye, (mucho se ha dicho ya que la forma en que aquí se describe la vida de los veteranos de guerra y sus traumas provienen del documental Let There Be Light de John Huston); al presentarnos las caras opuestas de un mismo personaje, The Master nos remite directamente a esos dobles protagonistas que fascinaban a Hitchcock en algunas de sus obras, por ejemplo a los de Shadow Of A Doubt o Strangers On A Train. En The Master, Anderson nos sumerge de nueva cuenta en la vida de un ambicioso predicador y sus métodos que prometen un mejor porvenir, siempre y cuando se sigan sus instrucciones al pie de la letra, como antes ya hiciera en There Will Be Blood (en la imagen de Eli Sunday quien llegaría incluso a admitir que era un falso profeta y Dios una superstición creyendo que así obtendría un beneficio económico) y, antes en Magnolia (en la figura del fanfarrón y mitómano líder de un programa de autoayuda, Frank T. J. Mackey), y a la par confronta (complementa) a este supuesto hombre de fe con el hombre que la tiene perdida: un hombre lacerado más que por los traumas de la segunda gran guerra por la irresolución de trágicos episodios pretéritos que lleva a cuestas en su vida como una pesada losa. Lo que hace muy buena a The Master -más allá de sus logros técnicos que son muchos, empezando por la banda sonora de Jonny Greenwood, la cinematografía de Mihai Malaimare Jr., el diseño de Jack Fisk, etc.- es esa cualidad que posee de ser una película incompleta, por llamarlo de alguna manera, que nos fuerza a realizar continuamente un análisis psicológico de lo que estamos viendo, que necesita del involucramiento de todos nuestros sentidos así como de la percepción de cada uno de los que la ven para que esté terminada y, del mismo modo, cada vez que se vuelve a ver no es la misma película que vimos previamente, es decir que no es una película estática y en cada nueva revisión se nos vuelve más lúcida.

(En el enlace dejo un recuento de The Master con mis propias observaciones y conclusiones)

http://lunaesaojo.blogspot.mx/2013/03/recuento-17-master-de-paul-thomas.html
Eric Packer
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2
23 de febrero de 2013
7 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aberrante, no existe otro adjetivo que califique con mayor exactitud a Warm Bodies, que en México fue traducida con el "conveniente" nombre de Mi novio es un zombie apelando al título de la canción que popularizara Alaska y Dinarama. Como un aficionado al tema de los muertos vivientes en el cine desde que Night Of The Living Dead me impactara al grado de temer que los muertos del cementerio que está a dos cuadras de mi casa salieran de sus tumbas para comerme el cerebro, esperaba que Warm Bodies incorporara algo nuevo a este subgénero fílmico -que ha tenido su mayor auge no ha muchos años gracias a 28 Days Later, al remake de Dawn Of The Dead y a la serie The Walking Dead-, pero no fue así. Warm Bodies se burla y viola las principales leyes de las películas de zombies: el zombie desde sus primeras incursiones en el cine y literatura es una figura instintiva, sin voluntad, controlada por su impulso por comer carne humana, está desposeído de capacidad intelectual -por lo que no se puede comunicar-, así como también de emociones (en Day Of The Dead, George A. Romero excepcionalmente experimentaba con este hecho al tratar al zombie Bub como al perro de Pavlov con el fin de domesticarlo y en su más reciente título, Survival Of The Dead, proponía que el zombie era una criatura condenada a repetir por inercia los actos que en su primera vida realizara y al que se le podía hacer cambiar sus hábitos alimenticios caníbales, lo cual le fue reprochado al propio padre de los muertos vivientes por sus hordas de fans más acérrimos al contravenir las bases genéricas que él mismo asentara). Warm Bodies es una película que busca transgredir, sólo por el hecho de hacerlo, de una manera burda y torpe, al igual que la saga de Twilight lo hiciera desmitificando la figura del vampiro al dotarlo de ánima, quiere vendernos la idea del monstruo con buen corazón, pero lo propone de una manera tan tonta que Isaac Marion y Jonathan Levine antes de atreverse siquiera a escribir una línea al redactar el libro, el primero, y dirigir la primera toma de Warm Bodies, el segundo, debieron pedirle consejo a Mary Shelley y Tim Burton o al menos debieron leer Frankenstein o ver Edward Scissorhands -historias en las que la visión del monstruo marginado social por el concepto en el que se le tiene prejuzgado cambia al comprender que su naturaleza es opuesta a su aspecto que causa temor-, para darse una idea de cómo hacer mejor las cosas.
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Eric Packer
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7
13 de enero de 2013
15 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelentes la dirección de arte, el vestuario, la fotografía y la banda sonora de Dario Marianelli, la "innovación" y el mayor pero que le han puesto a esta reinterpretación de Anna Karenina hecha por Wright es el emplear el recurso de la puesta teatral que obviamente es para darnos a entender que la sociedad rusa de entonces era falsa, una representación que no permitía a los individuos ser reales sino actores en función de los parámetros de lo que se consideraba correcto, se me hace un buen detalle de Wright incorporarlo y es justificable. En cuanto a las actuaciones todas se ven fuera de tono, exageradas (quizás la menos sea la de Jude Law como el abnegado Karenin) igual y así son a propósito por lo mismo de la teatralidad, pero pues son too much a mi parecer. La historia pues ya todos la conocemos, o al menos yo sí y aquí no hay una real indagación psicológica de personajes que nos convenza de que tengan vida propia sino que a todo momento parecen títeres manejados por la línea argumental, todo se quiere dar a entender de manera muy sintética a través de los escenarios claustrofóbicos o por cambios bruscos, rápidos de edición: el trastorno por celotipia de Anna Karenina pasa casi desapercibido y ni se entiende muy bien sino hasta ya muy avanzada la trama. No obstante, la escena del baile así como la de la carrera de caballos son muy originales, hipnóticas, la vuelven casi notable a esta versión, que debido a una coreografía claramente perceptible por ratos tiene la apariencia de un musical, de Anna Karenina pero... ah, que feas caras pone Keira Knightley cuando ríe o llora y el Vronsky de Aaron Johnson es por momentos feminoide y se parece a Miley Cyrus con bigote jajaja. Pero con todo y esto, además de su duración, es una buena película, preciosista, sobre todo. En un año en el que se han estrenado varias películas en las que se nos intenta recrear-romantizar el pasado para entender el presente ya sea en adaptaciones libres de obras literarias (Les Misérables) o de hechos auténticos (Lincoln, por ejemplo) es posible que esta sea la que lo haya conseguido de la manera menos aburrida. No hay porqué desdeñarla tanto.
Eric Packer
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