Los grandes western le deben a la diligencia tanto, como los buenos directores le deben a Ford.
Ford reinventa el cine, y da una lección maestra de como se debe manejar una cámara y de cómo se rueda en exteriores. Sirviendo de inspiración a directores como Welles, que a su vez crearía gracias, en parte, a ésta, la que sigue siendo la mejor película de la historia.
Ford demuestra, y seguirá demostrando posteriormente, su capacidad para envolver, para contagiarnos la historia al espectador hasta sentirla nuestra, parte de nosotros, de nuestra vida.

Cine elaborado a fuego lento; hecho con maestría, con mimo, con gusto; hecho con profundo sentido de la esencia del cine: fotografiando imagenes para hacer más bella la belleza. Sublime pélícula que aunque no lo pretenda, consigue sublimar el digno, hermoso y apasionante oficio cinematográfico. Charles Bronson eclipsa a Fonda y a la belleza de la Cardinale con una sensación de extrema facilidad, como si fuera fácil, que no lo es.
La película te conduce en un limbo de placer, gracias a su lentitud nada desesperante, y de esa forma se presenta en el final de la historia, desvelando los por qué por los cuales adquiere un nuevo y más amplio sentido el resto de la película. Y esta forma de hacer cine que Leone y pocos más han logrado, nos hace experimentar una sensación indescriptible de gusto y placer, sin enterarnos en ningún momento que estamos viendo un film que tiene una trama, pero una trama de la que no somos coscientes hasta el final.

Nos vigilan, nos escuchan, oyen cuanto decimos o pensamos en voz alta. Esta película de Coppola le deja a uno incómodo y con una sensación de sombría reflexión ante lo que nos muestra. También es cine en estado puro, cine del bueno, hecho sobre una historia más que vigente después de más de treinta años.
Cómo después de desnudar nuestros más profundos secretos; conceder confidencias a alguien de nuestra entera confianza, éstas pueden pasearse por ahí como si nada y volverse en nuestra contra. Y cómo existe un submundo o otro mundo que cuenta con todos los mayores adelantos, no conocidos por la mayoría de nosotros, cualquier soporte tecnológico o de otra índole, para penetrar en nuestras vidas y gobernarlas a su antojo o al capricho de quien lo pague con la más que posible finalidad de perjudicarnos o de perjudicar a personas de nuestro entorno queridas o conocidas. Quizás mejor ni pensar en ello, ni pensar que nos...

El tablero es África y las figuras, negros y blancos. Yo siempre que juego al ajedrez me pido las piezas negras y, a veces, gano, depende de la estrategia. Sin embargo, en África ganan siempre los blancos. Al igual que en el ajedrez en el que, para ganar uno u otro equipo, hay que sacrificar varias piezas, en el juego real también se sacrifican cabezas, soldados, seres humanos. Y aunque siempre ganan los blancos, también muchos de ellos perecen para darles la victoria a sus reyes. Es un juego mortal, un juego de sangre, pero tiene sentido: hace más rico a los blancos y más pobres a los negros, o más rico a occidente, a los países desarrollados y más subdesarrollados aún, a los que ya lo son. En éste juego los blancos siempre ganan porque, precisamente, hacen trampas, manejan también a los negros. Inyectan, en África, como si fuese en un brazo, algo tan malo como la heroína, y de tal manera consiguen la división. Unos africanos empiezan a vivir mejor y otros siguen pasando calamidades. Pero ambos pierden, el juego no está para que ellos ganen, y tampoco para que la mayoría de los blancos ganen. El juego está para que un grupo pequeño, compuesto por blancos, algunos orientales y, posiblemente, algun negro, africano o no, ganen, y ganen siempre. Aquí no existe racismo, sólo dinero, poder e interés.
La película nos da una muestra de cómo el mundo está manejado por unos pocos, cómo a su antojo, y como marionetas, vamos haciendo lo que ellos quieren.
Magnificamente rodada e interpretada. Su punto flojo es la falta de profundidad de los personajes, aunque es cierto que si se entretuviesen en contarnos más sobre ellos, la trama en si perdería o resultaría un tanto pesada. Muy dificil hacerla mejor.

Tenemos ante nosotros una película que arroja muchas luces sobre la sombría y fría y terrorífica oscuridad latente en la India (y por desgracia no sólo allí). Y sin embargo no nos cuenta con un hilo de hechos las causas que provocan tan oscura realidad (y quizá no sea necesario) lo cual otorgaría a la película un importante valor documental.
Por otro lado la película, que no es un documental ni creo que lo pretenda ser, nos narra una historia que sucede en tan terrible escenario, y nos la narra bien, a partir de un ingenioso hilo conductor que resulta sin lugar a dudas el mejor atributo que el film posee. Y digo el mejor porque la película no tiene algo mejor que ofrecernos. Si viajáramos a la India seriamos testigos de mucha más miseria y terror auténtico del que nos muestra esta película. ¿Dónde está entonces aquello tan extraordinario que nos ofrece esta película? ¿Dónde está el arte que nos muestre los sentimientos de sus personajes y que profundice en el alma y en el corazón de cada uno de ellos, desgranándonos sus verdades, sus dramas, el por qué caminan como lo hacen? ¿Dónde está el arte con el cual su director nos debería haber llevado al interior de la problemática que viven sus personajes y habernos mostrado que son humanos y sienten tal y como sentimos cualquiera al margen de la raza y de la clase social y del país en el que vivamos?
Esta película carece de emociones que emocionen; y carece de ello porque no tiene auténtico arte. Oscar Wilde dijo que “el artista es creador de belleza”, no veo belleza en este film, y lo único bello que nos pueda mostrar tan sobrevalorada película, no lo creo Boyle.