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Críticas de townshend1988
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Críticas 24
Críticas ordenadas por utilidad
Everyone Stares: The Police Inside Out
Documental
Estados Unidos2006
6,0
59
Documental
6
22 de marzo de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Del título de esta crítica se desprende mi gran admiración hacia este grupo musical, que emergió con fuerza entre las oleadas de grupos punk de finales de los setenta con un sonido propio y la pura energía como estandartes. El retrato de los tres iconos rubios en este documental es simple y llanamente un documento gráfico de videoaficionado en el que se muestra a una banda de éxito girando a través del mundo.

Lejos de profundizar en las rencillas internas que llevaron a The Police hasta su disolución o de adentrarse en los pensamientos de los músicos durante los largos viajes, la Super 8 de Copeland se limita a reflejar momentos graciosos en hoteles, "roadies" del grupo, anécdotas triviales y algún que otro trozo de concierto en directo. La voz del propio batería nos lleva a través de estos 74 minutos, que no sirven para conocer realmente el mito que supuso "la policía", pero para los fans como yo resultará divertido ver a Sting, Summers y Copeland haciendo el bobo un rato.
townshend1988
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5
6 de enero de 2012
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El fenómeno zombie ha irrumpido en la sociedad actual con el mismo ímpetu que una horda de muertos vivientes sedientos de carne humana. Si nos aventurásemos a clasificar por etapas la situación, teniendo en cuenta que la pandemia económica está siendo directamente proporcional a la aparición de producciones audiovisuales sobre zombies, no hay margen de error posible: Apocalipsis.

La figura del zombie, y sobre todo la imagen de una masa homogénea de muertos que actúan como un rebaño alienado y nauseabundo, es muy susceptible a la crítica política de un mundo cuya impersonalidad y falta de compromiso ha llevado al propio ser humano a devorarse a sí mismo.

A primera vista, una película sobre una epidemia zombie que tiene lugar en La Habana predispone al espectador a dilucidar si el realizador está de parte de unos o de otros (los cuerpos resucitados caminando por una ciudad copada por el imaginario de la Revolución regalan continuamente contradicciones muy sugerentes), pero en Juan de los muertos no conviene ahondar demasiado en estas consideraciones ya que su objetivo es otro muy distinto. La película de Alejandro Brugués está mucho más cerca de la desenfadada comedia con muertos vivientes (“Shaun of the Dead”)(“Zombieland”), que de las críticas sociales de George A. Romero al consumismo (“Dawn of the dead”) o a la autodestrucción del ser humano (“Day of the dead”). La similitud con las primeras le confiere su punto fuerte: la utilización del zombie como herramienta humorística al servicio del gag visual y sobre todo del humor negro.

El variopinto grupo de trapicheros comandados por Juan posee una forma de ver el mundo favorecedora a la hora de sacar beneficio económico del desastre total, y ajenos a todo tipo de amenazas repulsivas (puede ser un ataque bacteriológico de los EEUU pero no les interesa mucho) siguen bromeando entre ellos como si el mundo no estuviese devorándose a sí mismo. Son gente de ocurrencias quizás demasiado “torrentianas”, pero por encima de todo, profesionales en la neutralización y eliminación de lo que ellos llaman “disidentes”, y llevan a cabo estas tareas con procedimientos muy poco ortodoxos.
Ya sean disidentes o antropófagos horripilantes, los de Juan de los muertos poco tienen que envidiar en apariencia horripilante a los caminantes americanos de alguna que otra serie de éxito.
townshend1988
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5
13 de agosto de 2008
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film de Coppola con una interesante reflexión sobre la que se considera retaguardia de un conflicto armado: El país de origen de los soldados enviados a luchar. El director pretende contar la historia contrapuesta del sargento experimentado y veterano en Vietnam junto con la del ambicioso y jóven dispuesto a morir por su patria. Ambos forman parte de la Guardia Nacional, un cuerpo del ejército famoso por ser equiparable a un conjunto de marionetas dedicadas unicamente a desfilar y a enterrar a los norteamericanos que han salido mal parados de la guerra contra el comunismo.

El personaje interpretado por James Caan tiene la intención de abandonar una facción del ejército que considera inútil para acudir a un verdadero campo de entrenamiento en el que convertir a jóvenes americanos en expertos combatientes y no en carne de cañón.

El jóven yuppi del ejército está empeñado en subir puestos en el escalafón militar a la par que fuerza su salida hacia Indochina para ganar méritos en campaña militar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
townshend1988
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7
14 de abril de 2012
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un momento de Madrid 1987, los personajes que interpretan José Sacristán y María Valverde imaginan la proyección de una película a través de un marco vacío que encuadra un desasosegante trozo de alicatado azul de cuarto de baño. Da la sensación de que David Trueba va encauzando su historia, haciendo crecer la composición de sus personajes mientras va reduciendo el espacio en el que les permite interactuar, para acabar con la metáfora de esa pantalla de madera, símbolo de la austeridad de una película que se hace grande ante sus mínimos recursos, y quizás también el de un cine que necesita combatir la austeridad con ingenio.
El director nos traslada a un tórrido verano madrileño en el que tendrá lugar un intenso choque generacional, protagonizado por una joven estudiante de periodismo dispuesta a conocer a la persona que se esconde tras la pluma que tanto admira: un articulista que descubrirá tan lúcido como furibundo en sus reflexiones, y que le explicará con clarividencia que sus vidas (las de ambos) son como dos trenes que se cruzan, y que el suyo ya viene de vueltas de todo.
La fuerza del personaje de Sacristán radica precisamente en una experiencia dilatada como periodista y persona que le permite ser brutalmente sincero a cada momento sin importarle las represalias. Su melancólica e incesante verborrea y sus reflexiones sobre lo humano y lo divino tienen el contrapunto en los silencios y la expresividad de María Valverde, que ya de por sí expuesta y cohibida, es desnudada una y otra vez por la apabullante presencia del escritor. Y valen mucho la pena sus peroratas, sus manías y sus reivindicaciones, como cuando alude a la marginación en el cine y la literatura del resto de fluidos orgánicos que no tienen relación con el amor mientras hace sus necesidades.
Esa desnudez física que se palpa en cada una de las gotas de sudor que va generando una sauna improvisada, se corresponde con una realización en apariencia simple, pero que consigue grandes composiciones en un espacio cuyo paisaje de grifos herrumbrosos no parece ofrecer grandes posibilidades. A esto se une la inconmensurable actuación de José Sacristán, muy creíble en su composición, y perfectamente secundado por María Valverde, que quizás mande un mensaje de esperanza a alguno que otro al dejar de lado los abdominales de Mario Casas para caer rendida ante la flaccidez de un intelectual entrado en años. Una tendencia que con total seguridad no será secundada por la taquilla.
townshend1988
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