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España España · Málaga
Críticas de JGC
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Críticas 44
Críticas ordenadas por utilidad
9
24 de marzo de 2019
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Caballos, rodeos y jinetes. Calor seco, praderas desnudas y sombreros. Todo lo anterior no me puede ser más ajeno. A alguien que respira mar mediterráneo mientras los espetos se hacen en una barquita con leña en la arena de la playa mientras alemanes, ingleses y holandes comparten espacio en la terraza del chiringuito.

Todo los que leemos esto tenemos una vida. Estamos vivos. Sabemos cuándo nacimos pero no cuando morirémos. Mientras el día del plano en negro llega nos aburrimos haciendo unas cosas, nos apasionamos con otras y soñamos con unas pocas. Todo para poder tirar adelante frente a ese camino incierto que es la vida.

Cada uno forma parte de la sociedad en la que vive. Brady, el vaquero protagonista, vive en una zona casi deshabitada de los EEUU. Sociedades cerradas y que se sienten agusto con lo que tienen. Con sus costumbres, con sus fracasos.

Brady sufrió un accidente durante un rodeo que le apartó del mundillo. Ese mundillo lo es todo para él y para los que viven en esa zona. No se engañe, ya sea el rodeo, el fútbol o los comics japoneses todo vivimos aferrados a alguna vía de escape como forma de vivir. Brady, debido a ese accidente, ve como no va a poder volver a ese estilo de vida, estilo que marca la posición social del pueblo.

El protagonista va cuestionando los pros y contras de volver al rodeo mientras siente más y más presión de su entorno. En un mundo de machos, él es un ser sensible que echa de menos a la persona que mejor le comprendía (su madre) y ayuda a su amigo parapléjico a pasar un buen rato. No hace falta una voz en off, no hace falta un diálogo estúpido que ayude al avispado espectador para saber qué siente y qué le ronda por la cabeza a Brady.

El problema de todo esto es cuando tu pasión y vía de escape no te permite vivir de ello y aceptas una posición menor en la sociedad. La manada influye.

Editada y montada de manera magistral. Sobria y efectivamente elaborada vamos experimentado el dolor, la duda y el remordimiento de un ser que quiere una vida que ya no le pertenece. Interpretación profunda. Planos hermosos y una presentación de Brady en los primeros minutos, y luego su contexto que es una clase de cine.

Era reacio a ver una película de vaqueros de rancho. Pero me di cuenta de que no iba de eso, o, al menos, no todo era eso. Si no que va sobre cómo vivir. O intentarlo.

https://wordpress.com/post/serycine.wordpress.com/114
JGC
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6
29 de diciembre de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Koreeda se interna en el cine francés, tras ganar Cannes con Un asunto de familia, con La Verdad siguiendo los pasos de Asghar Farhadi y su Le passé. El iraní también quiso probar vocado español con Todos lo saben. Es difícil cuando un director foráneo, para más inri iraní, o japonés en el caso de Koreeda, se mete en esas lindes ya que una masa de escrupulosos cinéfilos del país en cuestión están sentados en la mesa prestos a masticar el producto intentando buscar alguna pizca de pimentón sobrante. Francia ya tiene muchos directores haciendo cine francés. Es toda una industria. Es como si Spielberg viene a España a rodar una comedia, sin gracia y mucha verguenza ajena, de las que nos gusta hacer aquí, con una docena de actores famosos.

La Verdad versa sobre una actriz, vieja gloria, que acaba de escribir un libro sobre su vida ignorando ciertas pasajes personales y está actualmente rodando una película con una aportación simbólica. La película ya tiene a su nueva estrella: una actriz mucho más jóven y bonita. Esto se mezcla con sus relaciones con gestores, ex marido, familia, etc.

Es una pena que Deneuve salga tanto para hacer tan poco. Ya hemos visto cientos de películas donde la actriz pasada de moda, y pasada de alcohol, hace gala de malos modales y condescendencia hacia el resto de los mortales que deben rodear su halo. En esta película encontramos eso. También encontramos a una Binoche magnífica, me cuesta pensar que Binoche baje tanto su nivel en su próxima tercera edad como Deneuve ha hecho.

El guión está cimentado sobre conversaciones, no las recuerdo especialmente interesantes, pero sí exquisitas desde el punto de vista cinematográfico. Ahí sí que Koreeda añade su marca al cine francés. Es una película francesa sobre una familia. Es decir: hay comidas, cenas, postres y mucho vino. Hay conversaciones en el jardín y en bares. Hay reproches y sonrisas. Y al final la vida sigue. Nadie tiene es super poder de cambiar a una persona.

Y la película acaba, y no me ha planteado ninguna pregunta. Ni ninguna sorpresa. Quizás debe aparentar que sí lo ha hecho, al igual que la protagonista al final se hace la interesada por la vida de su hija. Eso no sería la verdad, pero somos como somos, o al menos, somos la versión que damos a los demás.


https://serycine.wordpress.com/
JGC
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9
30 de octubre de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un director asiático contemporáneo debe ser bueno cuando en Occidente se usa su nombre en conversaciones cinéfilas como quien habla de fútbol. La alineación titular suele ser: Kim Ki-Duk, Park Chan-Wook, Lee Chang-Dong, Bong Joon-Ho y Wong War-Wai.

Todos los de arriba son extremandamente delicados. El cine asiático, y más en concreto el coreano, produce multitud de perlas cada año. Es un cine sin filtros hollywodienses, con imagenes delicadas, pero agresivas y crudas cuando han de serlo. Y cuando no.

El director de Parásitos, Bong Joon-Hoo es una combinación de David Fincher, Spielberg y Lanthimos. Combina los géneros como el resto de los mortales las chaquetas cuando no sabemos si seguimos en otoño o ya es invierno.

Para quien le conozca, Parásitos es una película que no baja su nivel. Quizás lo mejora milimétricamente, aunque no podemos olvidar que este tipo es el culpable de la magnífica Memories of Murder (2003). El resto de su filmografía son películas que parecen fábulas dónde en ellas los humanos somos personajes que nos movemos por nuestros impulsos, dudas, necesidades o elucubraciones. Para quien no lo conozca, pues ya tiene cada una de sus películas para disfrutarlas.

Metiendonos ya en la película, lo que menos me ha gustado ha sido la música. Me sobraba en ciertos momentos, en otros la pieza elegida no me encajaba. Supongo que ha querido simular a Lanthimos, pero sin música clásica, en los momentos más tensos de El sacrificio de un ciervo sagrado (2017). De todas formas Boo Joon-Ho no va a leer esto. Y, por si acaso: ¡Boo, te quiero!

Corea del Sur es una potencia económica. Un milagro económico lo llaman en casi todos los manuales de macroeconomía. Parásitos narra como una familia lumpen se va colando en la mansión de una familia de clase alta. Boo siempre ha jugado con la lucha de clases en sus películas, y nunca llega a la conclusión obvia, sino que siempre duda: ¿Y si no hay alternativa?

El guión está robustamente escrito. Vemos como la familia va metiendose en la casa cuál cucarachas. Ellos viven de los ricos. Pero parásitos en cualquier casa hay cientos. Con una escena central larga, importante, tensa y desencadenadora de alguna desgracia en forma de climax. La familia disfruta de su zenit brevemente, como en las tragedias griegas. El guión quizás no tiene ese sarcamo de antaño, pero está bien atado. En cinematografía, como cualquiera de los otros directores coreanos mencionados más arriba, está cuidada, con imagenes gustosas y brillantes. Los juegos de los personajes, las intenciones, etc, son herramientas que hacen que te encuentres dentro de ese microcosmos en la pantalla.

La película ha ganado Cannes, suponiendo la canonización del director. Conociendo el estilo de Boo era cuestión de tiempo ya que el cine de Boo encaja en Cannes como un cuchillo en un costado.

https://serycine.wordpress.com/
JGC
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7
11 de marzo de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Volvió Matteo Garrone con esta visceral película. Es una de esas películas que tiene un hilo central claro y marcado. Seguimos al protagonista desde el primer momento hasta el último. Narración estructurada por inicio, desarrollo y final clásica. Con su árido climax y arco dramático del personaje principal.

El protagonista de la trama es un peluquero de perros en las afueras de Roma. Nos presentan a Marcello como una persona educada, que se lleva bien con los de su barrio, juega al futbol con ellos. Ama a los perros. Se mete cocaína esporádicamente. Está divorciado pero se lleva bien con su mujer. Ayuda, más de la cuenta, a su amigo kinki, Simone. Marcello es una incognita durante toda la película, tras su sonrisa tímida yace un humano con sus impulsos, deseos y miedos. Todos llevamos dentro a una bestia, solo hay que ser ayudado por las circunstancias a sacarla.

Las personas se comportan como perros: gritan, pegan, se enfadan, dan golpes al mobiliario, alguno se queda encerrado en una jaula para perros, etc. Los perros salen como seres de otra clase superior: son acicalados, son bañados a lo emperadores romanos, se comen la comida del dueño, etc. El juego de roles está más que claro para Garrone, nosotros somos unos perros porque hacemos perrerías.

La localización tiene lugar en algún extraradio de Roma. Los panoramas de bloques de edificios cochambrosos frente los actores es marca del director. Es por ello que entre esta película y Gomorra haya cierta conexión. Cuentan historias que podrían estar pasando al mismo tiempo. La cocaína se consume en Dogman, ¿de dónde la sacan?.

La estética del barrio está tan genialmente cuidada para el marco de la cámara como dejada de la mano de Dios. Espléndida ver la tienda de Marcello desde el exterior en una noche. Da miedo verla tan iluminada. La elección de colores ocres y apagados del barrio refuerza el mensaje de desgaste frente a ese ser tan bondadoso como humano. Tan canino.

En la vida hay perros grandes y perros chicos. Los grandes dominan a los pequeños por el uso de la fuerza. Los chicos, en cambio, necesitan usar la inteligencia para poder vencer. Marcello es de los pequeños, Simone de los grandes.

https://serycine.wordpress.com/
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
JGC
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7
18 de diciembre de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alfonso Cuarón es un director mejicano muy sólido. Nos ha contado historias tan dispares yendo desde un road trip juvenil con Y tú mamá también (2001), pasando por una distopía apocalíptica con planos secuencia virtuosos en Hijos de los hombres (2006), la que es quizá una de las mejores películas del siglo XXI, y tocando también la ciencia ficción logrando demostrar que sabe contar una historia con la mejor tecnología punta en Gravity (2013).

En Roma, por el contrario, es otro registro. Ninguna estridencia. Ningún plano secuencia al hombro entre balas durante diez minutos o una huida en coche mientras el sistema humano se desmorona alrededor. Ningún baile sensual en los albores del despertar sexual. Ningún tic tac descontando los segundos que quedan de respiración en un traje de astronauta. Roma es un tributo a su infancia. Roma es una luz. Roma son unos pájaros cantando. Roma una mesa de comer con chiquillos gritando. Roma es una Ciudad de Méjico tan rica como pobre. Roma es una sociedad en turbulencias ante el nuevo mundo que se vislumbraba para la siguiente década.

En la película cada plano es un cuadro. Cuarón se ha hecho cargo de la fotografía en esta ocasión y demuestra que es tan bueno como Emmanuel Lubezki. El mejicano usa mucho la cámara para girar sobre sí. O para girar el plano a izquierda o derecha mientras el eje está inmóvil. Es una delicia la primera media hora de película, mientras nos costumbramos a las tonalidades que nos ofrece el director. A la rutina de la familia. A la situación de la criada.

El problema, en mi opinión, es que tras un rato Cuarón no podía sostener todo el peso de una película así tan solo con una fotografía elegante. Mientras que en Hijos de los hombres teníamos una historia potente, con ritmo vertiginoso bien dosificado, todo acompañado por un uso de la cámara impactante en los momentos álgidos del metraje. En Roma, encontramos entre los 135 minutos de duración una historia mínima: un embarazo. Le ha faltado, quizá, entre otras cosas, un contexto potente del que sacar subtramas. En Roma hay fotogramas que bien pudiésemos imprimirlos en HD y colgarlos con un marco en la pared de nuestros hogares. Pero la historia carece de alma ya que no cuenta ni nada nuevo, ni lo que cuenta lo cuenta de una forma nueva.

En definitiva, Roma merece ser vista. Merece ser disfrutada, quizás sin ninguna exigencia como El Renacido de Iñarritu, que en unas posteriores visionados gana más al pinchar todo el hype del marketing. Sentarse en el sofá y saber que vas a ver una película lenta sobre la nada con encuadres de cámara maravillosos. No creo que Cuarón conciba esta película como un fracaso, pero tampoco es el éxito rotundo que los medios claman. Cuarón quería hacer una película así y la ha hecho, enhorabuena. Netflix se ha llevado una campaña de publicidad estupenda con esta burbuja. No me quiero imaginar el bombo que nos van a dar con la próxima de Scorsese.

Mientras tanto, esperando ansioso qué más nos trae de nuevo el cine mejicano con ésta gran generación de directores como Iñarritu, Cuarón o Luis Estrada.

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JGC
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