Una verdadera obra maestra del cine mudo. Una película que apenas tiene carteles explicativos, porque las imágenes se explican solas, cada fotograma habla por sí mismo narrando de manera sublime la historia. La música es un excelente respaldo de emociones, pero la historia se sostiene visualmente. Los efectos visuales son brillantes, las actuaciones precisas, los personajes adecuados, la historia contundente, todo en este film es genial. Te sumerges en la vida de un hombre que es destituido de su puesto por su avanzada edad, y de ahí viajas con su angustia, su desesperación y sus pesados años. Es la clara imagen del progreso que se ha impuesto en nuestra sociedad, donde aparte de tener platos desechables, tenemos también humanos desechables.

“La perla”, como su nombre lo indica, es una verdadera joya. Una fotografía maravillosa a cargo de Gabriel Figueroa (probablemente la mejor cámara que ha tenido el cine mexicano). Nominada a seis premios Ariel (el Oscar o Goya mexicano) y ganadora de cuatro; entre ellos mejor director (Emilio “El indio” Fernandez), mejor actor (Pedro Armendáriz) y evidentemente mejor fotografía. La película es un despliegue de luces y sombras, paisajes majestuosos, primeros planos y secuencias dramáticas de primer nivel. Un guión inteligente, de pocos diálogos pero contundentes, además de una actuación bien lograda. Por otra parte es un buen retrato de la pobreza humana, tanto material como existencial, y a su vez una apología de la lucha por la igualdad de oportunidades y la esperanza de los de abajo de poder vivir una vida plena. En resumen, el contraste entre los sueños y la dura realidad.

Una mala copia de la maravillosa película "Tan lejos tan cerca" de Wim Wenders. Guión lleno de lugares comunes y un romanticismo meloso. Una de las tácticas extensamente utilizada por la industria cinematográfica estadounidense (por lo visto tan carente de ideas novedosas), es tomar buenas películas y plagiarlas. Desafortunadamente, a diferencia de los japoneses, sus plagios empobrecen la obra original. El guión lo hacen más común, incluso mediocre (más digerible al público estadounidense me imagino), le aumentan el presupuesto y meten más efectos especiales, pero sobre todo, aumentan en una gran campaña publicitaria y de distribución, por lo que el mundo termina viendo estos “Remake” en vez de la obra original que por mucho es de mayor calidad artística. Así “Vanilla Sky”, refrito de la maravillosa Abre los ojos, y “La asesina”, refrito de Nikita; invaden las salas de cine dejando en el olvido aquellas obras originales que por falta de una mejor distribución y publicidad caen en el olvido. Aunque también la culpa es de los espectadores que saturamos las salas de cine para ver los churros de las producciones estadounidenses.
Por otra parte, no se si sea porque los estadounidenses son incapaces de ver una película y leer los subtítulos simultáneamente, analfabetismo cinematográfico que también padecen gran parte de los españoles. No se si no se logra comprender que el cine es imagen y sonido, y al cambiar el sonido original se pervierte parte de la obra original, es como doblar la voz de John Lennon con la de Joselito... aberrante. En fin, actuaciones vieres y de las voces originales no entendieres.

Una maravillosa tragedia a lo oriental. Si bien es verdad que la trilogía se toma su tiempo, no es que sea lenta, sino que los orientales no tienen prisa o no viven a nuestro ritmo. Es contradictorio pretender narrar y mostrar las historias orientales al ritmo y límites existenciales, o un absurdo, si se quiere rapidez mejor vea algo occidental. Pero si el cine gusta como una forma de entrar en otros mundos, otros sueños, otros tiempos y lugares, esta película te lleva al Japón de 1943 de una manera muy contundente. La película nos transporta al conflicto de un japonés humanista en medio de la guerra, de un enamorado en medio de la explotación humana más degradante. Bellas actuaciones, personajes bien trabajados, guión pulido y fotografía impecable. En resumen, muy buen cine.

Una pretenciosa y visionaria película que en algunos aspectos se adelanta a su época (1936) al intuir el desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial. Una historia de grandes vuelos (empieza en los treinta del siglo XX y termina en los treinta del siglo XXI), que presenta un proyecto a la humanidad para rescatarla de la barbarie, ese proyecto es la ciencia. La barbarie representa los antiguos regimenes mientras que la sociedad científica que defiende (ligereada por ingenieros y científicos) promete una vida mejor, una vida en donde se controlará y dominara a la naturaleza blablabla... Con un gran presupuesto y gran cantidad de extras, la película es una maravillosa apología del progreso y la modernidad (ingenuotes que eran). Casi que se monta en la inercia de las grandes ferias mundiales (Londres, Paris, Barcelona...) donde se le presentaba al público los grandes avances de la ciencia y la tecnología, un despliegue sorprendente de máquinas enormes y maravillas que transformaran nuestra vida (alejándonos del espacio abierto, las inclemencias del tiempo y los rayos del sol). Algo tan ilustrativo de la ideología progresista de la Inglaterra de esa época que vale la pena verse... para no caer en la misma ingenuidad de nuevo JAJAJAJA. Más que una película es un manifiesto y un documento histórico.