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Críticas de Talamasca
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Críticas 35
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
23 de marzo de 2013
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debemos reconocer que si alguien nos preguntara qué rasgo común es el que define la carrera cinematográfica del director iraní Abbas Kiarostami (Teherán, 1940) nos resultaría complicado responder con una sola palabra, más abierto y cosmopolita que el resto de los creadores cinematográficos persas, siempre pendientes de analizar la complejidad social que atenaza a su país. Kiarostami ha rodado documentales en el África subsahariana contando el impacto del SIDA e indagando en las bases mismas de la obra documental (ABC Africa), creando pequeñas piezas de homenaje a otro cineasta explorador de la sutileza y las emociones, Yasujiro Ozu (Five dedicated to Ozu) o jugueteando con el concepto de identidad, de la representación y de la verdad en la maravillosa Copia certificada.

Es con esta película, la inmediatamente anterior en la filmografía de su director, con la que Like someone in love mantiene un vínculo más cercano, si en aquélla asistíamos a un juego de espejos que fusionaba realidad y actuación hasta que no éramos capaces de distinguir donde terminaba una y donde empezaba otra, aquí de nuevo el conflicto entre lo que somos, lo que pretendemos ser y como los demás nos perciben se erige en protagonista de la función cambiando, eso sí, la luminosidad y el vitalismo de la Toscana por el neón, el aislamiento como refugio ante los demás y la soledad intrínseca del Tokyo de nuestros días. Los espacios abiertos mutan aquí en compartimentos estancos, en parapetos de cristal que Kiarostami usa recurrentemente como elemento narrativo.

Las intenciones del autor quedan de manifiesto en este uso constante de las barreras que los personajes ponen ante sí: la imagen apenas columbrada de Akiko (bellísima Rin Takanashi) a través de la vidriera del bar donde se inicia la acción, observada por el taxista a través del espejo de su vehículo o deformada en su reflejo sobre la pantalla de plasma en la cita con el viejo profesor Takashi. Parece obvio que esta incapacidad de ver quien es realmente Akiko, de que nuestra imagen de ella esté siempre mediatizada, responde a su propia necesidad de ocultar su doble vida ante los demás, nuestra protagonista expone sus otras caras y conserva para sí misma su auténtico yo, se reconoce en cuadros ajenos y cuando debe mostrarse ante el mundo en una foto publicitaria, gajes del oficio, apela al disfraz, al confort que otorga convertirse en otra persona.

A este respecto debemos tomar esa foto para señalar otro de los aspectos que nos llama la atención de Like someone in love, su estructura circular, los elementos que se repiten a lo largo de su entramado y que adquieren distintos niveles de significación en sus distintas apariciones: la imagen fotográfica de nuestra protagonista a la que ya hemos hecho referencia, la figura familiar representada por esa abuela abandonada y sustituida en sus funciones por el anciano Takashi con ese nexo común de la sopa (del que Akiko reniega) y, sobre todo, el teléfono móvil, permanente amenaza y recordatorio de sus nexos con el mundo real frente a su persistencia en la ocultación y el disfraz. Estos ecos distorsionados llegan a disolver la barrera entre lo cierto y lo representado, el profesor que empieza desempeñando el papel de abuelo terminará siéndolo en la realidad (¿lo fue siempre?).

Quizás el mayor problema de Like someone in love pueda pueda venir otorgado de ciertos tapujos a la hora de esconder su artificio, brillantemente expuesto en la citada Copia certificada, pero nos quedamos con su perspicaz mirada sobre nuestros miedos, nuestra obsesión por escondernos bajo capas de simulación, por vivir quimeras protegidas por muros de cristal que han llegado a sustituir la vida real y cuya fractura y muerte supone, a fin de cuentas, también la nuestra.

Crítica escrita originalmente para cinemaadhoc.info
Talamasca
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6
15 de noviembre de 2012
32 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un taller de reparaciones, un coche que parece haber sufrido un serio accidente cuyos detalles conocemos indirectamente por la conversación de dos hombres, el mismo coche siendo abandonado a pocos metros del taller por razones no desveladas. En la secuencia que abre Después de Lucía, su director, el mejicano Michel Franco, ya nos da varias pistas de por donde va a transitar su película y cuales son los recursos sobre los que va a cimentar su edificio narrativo: utilización de elipsis, del fuera de campo, situando su cámara como un testigo tan inamovible como poco partidario de caer en sentimentalismos vacuos, presentación no directa de los hechos sino a través de las consecuencias que originan.

Muchos de los compañeros que vimos la película en el reciente Festival de San Sebastián tuvimos la misma sensación de despiste durante la primera parte de su metraje, no sabíamos muy bien si el conflicto iba a situarse en el terreno del drama familiar, del dolor ante la pérdida, del desarraigo juvenil frente a un obligado cambio de entorno, etc. Cuando el nudo del conflicto finalmente se desvela, tenemos la impresión de que éste es uno de los muchos caminos que podría haber elegido el autor para desarrollar su obra y no lo decimos como algo negativo: el terreno está bien abonado y la transición al terreno del bullying perfectamente engarzada. Lo que empieza pareciendo una simple anécdota va acrecentando su importancia, poco a poco y sin estridencias, hasta convertirse en el sustento fundamental de su andamiaje dramático, en el agujero negro hacia el que se ven indefectiblemente arrastrados todos sus personajes.

Otra de las grandes virtudes de Después de Lucía es algo que ya señalábamos al inicio de esta reseña, su buen gusto a la hora de no hacer subrayados dramáticos utilizando la música, los primeros planos, etc. Domínguez parece seguir el libro de estilo del director austriaco Michael Haneke, contagiándose de su aparente frialdad y de su capacidad para crear una innegable tensión e incomodidad en el espectador con el sencillo recurso de mantener fijo el plano allí donde muchos otros directores no se atreven, donde casi todos ceden ante las convenciones de la comercialidad. Los espectadores que se hayan revuelto inquietos en sus butacas con el estatismo de algunas secuencias especialmente desagradables y difíciles de soportar de La pianista o la reciente Amour, con esa especie de asfixia que provocan, seguramente saben ya a que tipo de sensación nos referimos. Curiosamente la secuencia final de Después de Lucía (no desvelaremos hechos relevantes, tranquilos), no por esperada menos impactante, parece un homenaje directo a una de las más famosas escenas de Funny Games, como si el propio Domínguez reconociera la influencia directa del genial autor de Caché, la verdad es que nos quedamos con ganas de entrevistar al director e indagar en esta admiración que percibimos.

No podemos cerrar esta crítica sin alabar el trabajo de sus actores. Tessa Ia, Hernán Mendoza y el resto del elenco, especialmente los repelentes chicos del instituto, ayudan a darle al relato ese toque de naturalismo cruel, casi de darwinismo social, esa sensación tan difícil de conseguir y que nos ayuda a percibir que no estamos viendo una película, sino que somos desafortunados testigos mirando por el ojo de una cerradura y atisbando cosas que no podemos dejar de contemplar pese al desagrado que nos provocan. En resumen, Después de Lucía es una cinta notable, no sólo por abordar los difíciles temas que toca, tan proclives a generar un sentimentalismo cuasi pornográfico en otros films menos respetuosos con su público potencial, también como un interesante ejercicio estilístico, justamente premiado en Cannes, San Sebastián y Chicago y que sitúa a su autor Michel Franco como un claro referente a seguir en sus próximos proyectos.

Reseña escrita originalmente para cinemaadhoc.info
Talamasca
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9
11 de noviembre de 2012
134 de 228 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el ambiente de una sala de cine de Sitges la confusión, la perplejidad se perciben casi como si tuvieran cuerpo propio. Hay quien silba, hay quien ríe nervioso, algunos dan palmas y otros tienen cara de extasiados mientras en pantalla James Franco, todo trenzas y dientes de oro, toca al piano Everytime de Britney Spears y Vanessa Hudgens, Ashley Benson y Rachel Korine (bikini amarillo, pasamontañas de unicornio rosa, el círculo que forman cerrado por escopetas) bailan con sus cuerpos recortados contra el ocaso de Miami. Hay quien se siente molesto e incluso indignado y es que Spring Breakers es lo suficientemente libre, lo necesariamente audaz que se precisa para provocar taquicardias entre los talibanes de lo convencional, sin duda habrá las suficientes reseñas acompañando a ésta para demostrarlo... si es que era necesario hacerlo.

“Yesterday was Thursday, Thursday Today i-is Friday, Friday (Partyin’) We-we-we so excited We so excited We gonna have a ball today Tomorrow is Saturday And Sunday comes after… wards” así rezaba ese clásico instantáneo del trash involuntario que cantaba (?) Rebecca Black. En la película de Korine se nos lleva de la mano al centro de este universo pop, nos mimetizamos y somos uno con Rebecca o al menos con lo que representa, el viaje, por tanto, no puede ser más nihilista porque va exactamente hacia el corazón de la nada, a un reino donde sólo importa la imagen y la repetición de lo obvio, a la búsqueda de lo uniforme, de lo masivo. No se puede esbozar un retrato más generacional, Korine dibuja el alma cani y el resultado, por supuesto, es un lienzo en blanco. ¿Se puede retratar el vacío sin caer en él? El director de Gummo cree que no y nosotros le agradecemos la valentía sabiendo como sabemos que hay quien confundirá mímesis con vacuidad gratuita.

Si hay quien no termina de pillar el juego arriesgado y mordaz de Korine siempre puede disfrutar con su forma de rodar, con ese alternar testosterona videoclipera y esencias clásicas (véase por ejemplo el largo plano-secuencia del atraco). Hay mucho de Michael Mann en ese retrato de las noches de Miami irrealmente iluminada, en esa continua sensación de viaje lisérgico fomentada por la electrónica y potente BSO de Skrillex y de Cliff Martínez que vuelve a confirmarse como un tipo a seguir muy de cerca tras sus magníficos trabajos del año pasado en Drive y Contagio.

No debemos pasar por alto, nos asustan demasiado las probables amenazas de sus fans, el trabajo de Selena Gómez, Vanessa Hudgens, Ashley Benson y Rachel Korine a las que no podemos más que aplaudir, en primer lugar por la valentía de aceptar un trabajo tan marciano y que probablemente descoloque a la mayor parte de sus seguidores. Dinamitar esa imagen de virginidad, de princesas Disney creada durante tantos años con sumo esmero ha debido suponer todo un reto. Ya avisamos a los seguidores de Los magos de Waverly Place y High School Musical: hay frases y dibujos sobre lo mucho que les gustan las pollas, hay unas buenas fumadas de marihuana, polvos en la piscina y asesinatos a sangre fría. Además de su valor personal al decidirse a rodar esta peli tampoco se les puede poner un pero en el desarrollo de sus papeles, han sido elegidas con gran acierto para representar una tipología concreta y lo hacen de una manera más que creíble, otro acierto de casting como lo es el de Robert Pattinson en Cosmopolis, criticar a cualquiera de los dos es guiarse más por el fanatismo de lo anti que emitir un jucio real basado en unos criterios definidos. Mención aparte merece, eso sí, un fabuloso James Franco, su papel de gangsta tiene momentos que dan ganas de ovacionar en pie, verbigracia su speech sobre sus posesiones, si hubiera justicia habría nominación este año, no se puede interpretar una caricatura y ser más creíble. Sencillamente soberbio.

Reseña escrita originalmente para cinemaadhoc.info
Talamasca
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7
8 de noviembre de 2012
95 de 113 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un inicio que podría recordar a la divertidísima saga literaria protagonizada por ese frustrado novelista y profesor de literatura llamado Henry Wilt, En la casa nos sitúa en un instituto cualquiera repleto de típicos alumnos cuyas inquietudes se centran más en protagonizar escarceos sexuales con el sexo contrario o en ser protagonistas de hazañas deportivas que en tratar de discernir la magia oculta tras la prosa de James Joyce, Shakespeare o Cervantes. La empatía con el profesor Germain (interpretado magníficamente por Fabrice Luchini) es casi inmediata, su resignación ante la apatía que provoca sus frustrados intentos de embutir el amor por las letras a ese grupo de hormonados adolescentes es también la nuestra, como lo es la fascinación que siente ante la lectura de la redacción, cruel y ferozmente divertida, de uno de esos muchachos donde cuenta como pasó su fin de semana en el burgués domicilio de uno de sus compañeros de aula.

Esa fascinación hace que la película de François Ozon se adentre en un nuevo territorio, en el de la Scheherezade de Las mil y una noches, el de Alfonso Van Worden de El manuscrito encontrado en Zaragoza, el de Geoffrey Chaucer de Los cuentos de Canterbury es decir, el irrefrenable interés que nos provocan las historias y sus protagonistas y saber como van a desarrollarse aquéllas: ¿será una comedia? ¿una tragedia? ¿una cruenta fábula de terror? Al igual que el Sultán se veía incapaz de cumplir la diaria promesa de decapitar a su joven desposada transportado por sus exóticas narraciones, asido en volandas por las alas de la fantasía, el profesor Germain (y nosotros con él) se ve arrastrado por el maelstrom de saber que pasará luego, como discurrirá la próxima aventura del joven Claude García en la casa de esa familia con el inconfundible olor de la clase media. Quizás en la película de Ozon este poder de fascinación se acrecienta al ser el propio profesor un novelista frustrado que verá en Claude una oportunidad de revolverse contra su destino, de parir no sabemos bien si un Pigmalión o un Doppelgänger y es que, abriendo un nuevo camino de todos por los que transita En la casa, aquí cada personaje tiene unas motivaciones diferentes.

Esta pluralidad de motivos para justificar los actos de los protagonistas cubre un amplio abanico; desde las mencionadas anteriormente para el profesor a las de Claude, en el que la creación literaria parece en muchos casos más un medio que un fin. En él la prosa es una vía de escape que le ayuda a fugarse de una realidad cotidiana poco agradable, una carretera de un solo sentido que le aleja de la mugre diaria y le acerca a la normalidad burguesa representada por la familia de su amigo Rapha. Su interés erótico por la madre de éste es más bien fruto de su obsesión proletaria que un impulso genuinamente sexual. Esta diferenciación clasista le permite a Ozon adentrarse en el terreno de la sátira social para burlarse abiertamente de las obsesiones pequeñoburguesas tan frecuentes en la historia de la cinematografía francesa: su desmedida aparición por aparentar, su frívolo y superficial acercamiento al arte, la búsqueda de escarceos sexuales como vía de escape a sus frustraciones vitales, etc. Todo este juego cruel, que alguien podría considerar excesivamente cínico, queda atemperado por un final (no vamos a revelar ningún detalle argumental, tranquilos) en el que en una nueva vuelta de tuerca nos retrotrae a la idea del ser testigos de las historias, aquéllas que nos narran las novelas, el teatro, el cine… es la válvula de escape que nos permite huir de nuestros propios fantasmas interiores.

En la casa es por tanto un fabuloso plato que puede degustarse en muchas de sus facetas y que es apto para diversos paladares: en el de los interesados por ver en pantalla un ensayo sobre las causas que originan y delimitan el proceso creativo, en el de aquéllos que disfrutan con la sátira social entendida como una falsa comedia o incluso también para ser vista como un thriller con sus momentos de intriga y tensión. Un apetitoso menú que Ozon, como buen chef, cocina a fuego lento, alejándolo de la rigidez teatral que podía esperarse dados sus orígenes y al que finalmente convierte en algo tan genuinamente cinematográfico como indudablemente gozoso, sin duda una de las películas del año.

Reseña escrita originalmente para http://cinemaadhoc.info
Talamasca
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1
7 de abril de 2012
104 de 120 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hola amiga emo
suicidarse es de memos,
para que veas que no te escupo,
aquí te presento a mi grupo.

Pintxo, Gazpatxo y Motxilo siempre van contigo,
Cafeolé y Cruasán siempre te ayudarán,
Si hace falta un feo te presento a Morfeo,
con su ayuda sideral nada te puede ir mal.

Si te persiguen las sombras,
no te metas bajo una alfombra,
si te canea el profesor,
no le des una hostia con un extintor.

Mejor hazte grafitera y guarrea las VPO's de Usera,
con tu arte rompedor, parecerán Marina D'Or

Deja los estudios, memoriza el Quijote
mézclalo con rap y monta un buen pitote
Y si tu profe no mola vete a dormir a una chabola
si tu vieja no se calla y tiene voz de cazalla,
revisa sus orejas a ver si tiene agallas.

¡Busca a un Latin King y deja de estudiar,
que tú pa lo que vales es para pintarrajear!
Talamasca
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