Al igual que el cartel de la película, tiene un lado blanco y otro negro, aunque diría que blanco de la coca y rojo de la sangre. Tiene dos caras, una arrebatadora, llena de vigor, de fuerza, de violencia, de riesgo, de exceso, que atrae al espectador y otra aburrida, convencional, agonizante, decadente que provoca frialdad e indiferencia.

La película tiene escenas memorables, sobresalientes que se quedan en la memoria. En cambio, luego hay otras que no cuentan nada, no aportan nada, en las que no pasa absolutamente NADA. Y esta lucha se alarga hasta las casi tres horas. Un exceso, y me acuerdo de los clásicos en blanco y negro y sus 90 minutos, donde con elípsis y mucha inteligencia te cuentan la vida entera del protagonista.

Es un film sobre ascenso y caída de un personaje que no se olvida, Tony Montana, interpretado con gran maestría por Al Pacino, si hubiera que calificar su interpretación sin duda sería de 10. La podrían haber titulado "Tres Horas con Tony Montana", la cámara no tiene apenas un hueco para nadie más, no hay ni un respiro para poder echarlo de menos. El resto de personajes parecen de trapo.

Tiene suficientes elementos para convertirse en una obra maestra pero los excesos se pagan, con ese puñado de escenas excelentes bien ensambladas...

Marlon estaba cómodo. Ropa holgada para evitar roces en su voluminoso cuerpo. Su objetivo cumplido: estar en un rodaje como en casa. Algunos dicen que hasta el batín se le abría y no había un buen Abanderado que le salvase.
Para Val Kilmer el objetivo era estar lo menos posible. No quiero trabajar, repite y otra vez. Al día siguiente no aparece.
Que si echan al director, este se infiltra entre los extras, que si el guión no me gusta pues me lo invento y demás problemillas. El rodaje sí que fue divertido, un buen material para una delirante comedia.
Todos estan "pasados de vueltas". Cualquier reflexión sobre los mensajes de la historia de Wells es imposible y lo que es peor tampoco es entretenida.
Para masoquistas amantes los bichos mutantes o de las túnicas XXL.
Si se deciden a verla no se pierdan al bueno de Marlon con el gorro-cubitera, para mí la mejor escena. No es broma.

Un grupo diverso de pasajeros viajan en avión destino "Boca Grande", un lugar remoto de sudamérica. Previamente al viaje, nos presentan a los personajes, proceso dilatado y torpe donde se recurren al uso de ciertos clichés, sobre todo teniendo en cuenta que el plato principal de la película está en su segunda parte y el tramo final.

Como es lógico el viaje no sale bien, se dan situaciones que ponen al límite a sus protagonistas y afloran otros aspectos de su personalidad diferentes a los de su presentación. Siendo este "antes y después" la esencia de la historia.

El reparto es muy atractivo, destacan Robert Ryan como el piloto del avión, Anita Ekberg como atractiva devora-hombres y Rod Steiger como preso.

Lo peor: se enfanga en los excesos melodramáticos, los convencionalismos y canta mucho el cartón piedra de los escenarios.

Lo mejor: la interpretación de Rod Steiger, la carnalidad de Anita Ekberg y la sobriedad de Robert Ryan.

Todo comienza con una serie de flashbacks un tanto confusos que nos llevan a la infancia del protagonista que esbozando un par de rasgos de su personaje se alargan prácticamente a media hora de metraje. Y de ahí vamos al gran debate ¿metraje excesivo? Sin duda porque le sobran todos los minutos, no es que sea lenta, dure más de dos horas, es que la historia es convencional, los personajes parecen salidos de otras películas de la Edad Media: el gran guerrero noble y valeroso y la dama sufridora que espera a su amado. Los diálogos estereotipados, todo el mundo sabe cómo acabarán al oirlos empezar. El guión tiene más lagos que las tierras escandinavas.

Por lo tanto no son los minutos es lo que cuenta y sobre todo cómo nos lo cuentan. Porque la historia es sencillita pero parecen empeñados en complicarla a base de planos y planos. Que ella friega en el convento, el lucha en Tierra Santa. Que él lucha contra Saladino ella sufre a la madre superiora. El convento interesa lo justo y en Jerusalén esta el meollo y lo vemos de lejos y gracias.

Las interpretaciones de los actores protagonistas me han dejado frío como un témpano. El templario cuando coge la espada y lucha o cuando besa al amor de su vida ni cambia el gesto ni muestra ningún sentimiento, la misma cara de tío soso y serio. Excepto en un plano que sonríe pero es fugaz, muy fugaz. Ella a pesar del dramón que lleva encima cuando sufre plano largo cuando habla con otro plano de medio lado vaya y nos demos cuenta que expresa menos que su amado, tanto es así que tras tantos años y disgustos está más joven al final que al principio.

No hay por donde cogerla, solo salvaría los paisajes, a Saladino el único personaje coherente y que encaja con quien lo interpreta un actor indio, Milind Soman, pero sale poquito.

La película es mala, léanse los libros.