El sentimentalismo de magnolia me resulta exasperante y su tratamiento de la culpa me repele por momentos. Su idea del perdón, basada en el arrepentimiento y el daño auoinfligido, es para mí caprichosa. De acuerdo con el tono general de este conjunto de historias imbricadas como los pétalos de una bella flor, las interpretaciones están exacerbadas, aunque la de Tom Cruise convence en su deformidad. Semejante regocijo enfermizo en ese compadecerse de uno mismo está encerrado por algún recurso estilístico tan atractivo como absurdo.

Previsible. El guión es honesto con el espectador, en el sentido de que le anticipa el final con naturalidad siendo las claves tantas y por todas partes... Guarda algunas similitudes con el “Infiltrados” de Scorsese, pues al igual que en este se nos presenta lo que en Ecología (y seguramente en Política Internacional) se conoce como una carrera de armamentos. Una interacción, continua e intermitente a la vez, que conlleva un incremento de complejidad por ambas partes en competición hasta una resolución conjunta y dramática. Como en una doble hélice, ambas hebras se entrecruzan una y otra vez, aunque al final, en estos casos, se unieron. En ambas películas existe alguna explicación ad hoc que encuentro innecesaria, pero en líneas generales el filme no es tramposo. Ojalá seas capaz de ponerte en manos del creador y permanecer detrás de la historia hasta el último momento. Así, de aquella habitación a oscuras destierra todo afán analítico.

Es una de esas películas que me resultan desagradables y a las que, al mismo tiempo, les reconozco un talento poco común. La historia principal no es lo principal de la historia, eso lo tengo claro. El thriller descafeinado y simplón interesa mucho menos que el telón de fondo que vamos descubriendo con el rápido paso de crudos fotogramas. Un panorama social desesperado, que no ofrece otro horizonte que un aterrador conformismo salpicado de evasiones tan dañinas como el vacío del que surgen. Actitudes profundamente egoístas, corrupción hasta el final, y, una vez más, el miedo al pobre, tal vez porque nos sitúa frente a un espejo mágico cuya imagen nos incomoda hasta el pánico más visceral. Sexo, drogas y música, aunque no precisamente rock & roll, y, por supuesto, también el dinero, sirven de potente dinamo en esta triste historia. La música tiene un papel protagonista y parece revelar un rebelarse, algo a lo que no se atreve el resto del filme, ¿o sí?

El efecto que una película cualquiera ejerce sobre un individuo cualquiera, por supuesto está en función de como sean película e individuo, pero también de lo que se haya puesto en el medio. Y no me refiero a esa mesita baja que nos tienta a elevar los pies y nos invita a una cifosis, sino a las circunstancias que entonces pulularon como tercos fantasmas alrededor, y contaminaron allí, precisamente entre las orejas del tipo en cuestión. ¿Cómo podría de otra forma explicar que me haya entretenido una historia tan absurda y tan absurdamente contada? En una amnesia profunda reconocí un momento de lucidez cuando me vi distraído y cerca de decir basta, mas fue entonces cuando perdí el sentido y me encontré en el futuro visionando hasta el copyright de sin-sentido semejante. Recuerdo con cariño a una mujer, de admirable sensibilidad e inteligencia, cuyas mejillas se encendieron cuando la sorprendí tras un enorme cubo de pequeñas palomas volando con “Los Angeles de Charlie”. Recuerdo su expresión y el regalo de su sonrisa. Sugiero que estas infidelidades son saludables, que apartemos prejuicios y que levantemos las piernas en nuestro pecado.

Admitámoslo de entrada, otra película sobre el amor. Pero no se engañen, pues las cosas no siempre son lo que parecen, más todavía con un asunto que habitualmente manoseamos hasta desfigurar lo que tenemos entre manos. Y es que este pan tiene mucha miga, mas concedamos por el momento que “Lantana” es un tejido de relaciones de pareja, sin una calidad excepcional, pero está de moda. Nos sienta bien este traje de corte urbano con el que abrigarnos del temor y la sospecha. Vestido firmado con confianza, tesoro sin precio, y el verdadero meollo de la cuestión. Quien siente y decide que no puede amar sino es enteramente, apartándose a un lado para cuidarse mejor, no es un bobo, es un sabio. Los acompañantes en esa senda son magos poderosos cuya clarividencia nos fascinará por siempre. Sólo los necios reconocen que el amor es ciego. En esta historia, la del título extraño, descubrimos además un cadáver, otra víctima del frío, que se había precipitado al vacío del temor y la sospecha.