Películas modernas hay muchas, y algunas de ellas hasta merecen ese calificativo; pero encontrarse una película moderna en un régimen antimoderno es para quitarse el sombrero.

Me explico: en pleno franquismo llega Neville (y su alter-ego en la pantalla, un magnífico -como siempre- Fernán Gómez) y nos plantean, en apenas hora y cuarto, una película animalista, solidaria, anticapitalista, idealista, enfrentada al poder y las modas, fiel a los propios principios y abnegada (de verdad, no para la lágrima fácil). Ah, y antitaurina. Con un par.

Para colmo, la fotografía nos lleva a unos Alcalá de Henares y Madrid que, pese a ser los de 1950, parecen de tiempos de los Austrias. Eso sí, infinidad de rincones reconocibles, cariño por protagonistas y ambientación, y una crítica lacerante al materialismo superficial que, lejos de parecer vetusto, resulta el mismo materialismo que impregna nuestros días con mayor ferocidad que antaño. Por lo cual, precisamente, resulta más moderna esta película.

De Niro haciendo de mafiosete italiano. Pfeiffer de rubia estupenda por encima del resto. Lee Jones de policía de vuelta de todo. Besson rodando películas sin carácter propio. Es decir, todos en su papel, el que no han abandonado desde hace años.
No es que uno esperase mucho; pero, incluso así, la cinta ofrece menos. Situaciones ridículas, trilladas, previsibles y tendenciosas, de escasa gracia, escaso sentido y escasa novedad. Todo lo hemos visto, a nada se le puede sacar jugo. Una lástima, la verdad, porque cada uno de ellos ha vivido días mejores. Incluso el espectador tiene la sensación, durante el tiempo que pasa en la sala, de haber vivido días mejores.

La nota de 8 es exclusivamente para la primera temporada; la segunda no aparece por ninguna parte en Filmaffinity (cuando esto escribo), pero tanto el argumento como los actores detallados son los de la primera, así que presupongo (espero que acertadamente) que en breve aparecerá la segunda como "Bajo la superficie II" y le podré dar su merecida nota, que oscila entre 2 y 3.

La cuestión con muchas series es que hay temporadas buenísimas y otras terribles, por lo que puntuar de forma genérica el total se antoja no ya difícil, sino equívoco. Hay casos obvios, como "True Detective", con elencos y arcos argumentales separados y que aparecen también separadamente en esta página, pero no siempre es así.

¿Qué hacer con series míticas pero estiradas más que un chicle, como "The Simpsons", "South Park", "The Big Bang Theory", "The Mentalist" (o en España "7 vidas" o "Cuéntame"), por citar solo algunas de las más famosas, que empezaron a niveles muy alejados de las últimas temporadas?

En otras páginas se puede votar por episodios o series completas, pero tampoco es la solución exacta; a mi juicio, y esta serie danesa es un buen ejemplo, se debería tener la opción de votar temporadas. Recomiendo a todo el mundo que disfrute de la primera y se olvide por completo de la segunda.

Vaya de entrada que en esta película el más tonto es licenciado: aquí te hacen un cameo Pepe Sacristán y Rafaela Aparicio, y un secundario breve Saza o Emilio Laguna. Y luego están Juanjo Menéndez, Julia G. Caba y, como protagonista, López Vázquez. Con la dirección de Forqué. Para caerse de culo, pensaría uno. Y sí, de culo nos vamos a caer, pero no por lo bueno, sino por lo chusco.

Las películas nacionalcatólicas durante el franquismo eran lo que eran: usted le reza a Dios, usted acepta la división de clases sin lucha alguna, usted asume que las cosas no cambian porque no, usted se conforma. Conformismo, nacionalcatolicismo, capitalismo, elitismo, franquismo, más de lo mismo. Y para eso están estas películas, desde "Marcelino, pan y vino", hasta "Un millón en la basura". Que te calles y vayas a misa.

Lo más importante a la hora de ver esta película es 1) entender que todos son imbéciles, sea cual sea su papel y 2) asumir que no hay lucha de clases posible. Los pobres son pobres porque lo ha querido Dios y los ricos son ricos porque Dios lo ha querido. Max Weber dixit. Si no asumes estos dos puntos te vas a enfadar mucho al verla, lo digo por experiencia.

Todo va dirigido a que uno se conforme con lo que le ha tocado, y a justificarlo. Si eres rico, es porque Dios lo ha querido; si eres pobre, ajo y agua, sé bueno y no contravengas el sacrosanto sistema ni por asomo, no vaya a ser que vengan 1) tus jefes, 2) la policía, 3) la sociedad, 4) tus compañeros, 5) tus suegros, o 6) tu esposa, todos ellos tomando turnos, a decirte lo malo que eres por querer subir en el escalafón social. Faltaría más, plebeyo de pacotilla con la pinta de José Luis López Vázquez. Qué te habrás creído.

Confórmate con lo que tienes, no trates de cambiar el sistema, sé obediente.

De esa misma época y con el mismo protagonista tenemos maravillas que se rebelaban contra el conformismo y hacían gala de ello, incluso a guisa de comedia (o precisamente superando la censura por ello), como "Los Palomos" o "Un vampiro para dos". No mucho después llegaría "Mi querida señorita", obra cumbre de López Vázquez (con "La cabina") y terminaría de tirar abajo todos los palos del sombrajo. Pero esta no.

El Demiurgo necesita tiempo y experiencia para poner en práctica su obra. No se logra la perfección a la primera; así pues, hay momentos en los que todo se va al garete y hay que volver a empezar. El Demiurgo puede apretar ese mágico botón que reza "reset" y empezar la partida de nuevo, algo que nos está vedado a los mortales (con excepción de aquellos que juegan a videojuegos, benditos sean).

El Demiurgo imagina el universo como una casa de campo, y la creación como una obra poética. Hay ocasiones en las que la casa tiene goteras o desconchones, en las que su obra se atora, en las que no encuentra las palabras, en las que le falla el verbo que fue al principio (porque al principio fue el verbo). Necesita inspiración, porque la inspiración es la madre (¿¡Madre!?) de todas las cosas, al menos para el Demiurgo.

Y cuando esa inspiración falla, todo el universo, toda la creación, la creación que es su hijo, suyo y de la inspiración que lo acompañó, su hijo que entregó al mundo en generoso sacrificio, su hijo, su creación máxima, su legado, se muere, se corrompe, se viene abajo; por nuestra culpa, porque nos ha creado mal; por su culpa y por la de su creación. Y lo único que queda es cristalizar lo que ha aprendido de pasados errores, hacer borrón y cuenta nueva, pulsar "reset"... y volver a empezar.

Con suerte, esta vez saldrá bien.