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España España · Madrid
Críticas de Servadac
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Críticas 359
Críticas ordenadas por utilidad
7
12 de septiembre de 2011
38 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
El zar estaba muy enfermo. Los más eminentes sabios y doctores se mostraban incapaces de curarlo. Presa de la desesperación, prometió la mitad de su riqueza a quien lo consiguiera. Un día, un trovador le prescribió una medicina infalible: debía vestir la camisa de un hombre feliz. Los emisarios del zar recorrieron el mundo en busca de alguien que cumpliera el requisito. Al fin, después de innumerables viajes sin fortuna, dieron con él. El hijo del zar ordenó que trajeran la camisa y le ofrecieran a cambio al hombre feliz todo aquello que pidiera. La corte se aprestaba a celebrar la recuperación del gobernante. Pero cuando los emisarios entraron en palacio:

- ¿Dónde está la camisa del hombre feliz? –preguntó el hijo del zar–. ¡Mi padre ha de vestirla!
- Alteza –contestó abatido el jefe de los mensajeros–. Boudu no tiene camisa.

===

En esta cinta conviven el campo y la ciudad, el instinto natural y la retórica, el verbo florido y el descaro. Es una fábula irónica y feliz, con la que Renoir dibuja una sonrisa alegre en el espectador. Todos los actores parecen encantados de representar sus papeles respectivos.

La primera vez que vemos a Boudu, está cerca de un río y sin domesticar. Carece de ataduras. El buen burgués lo “salva” de las aguas. Trata de trasplantarlo al mundo de lo socialmente hipócrita y correcto. Lo enjaula dentro de su casa, una casa llena de palabras rimbombantes, con las paredes empapeladas de respetabilidad (la puesta en escena es exquisita). Boudu se mueve como un pájaro libre en una jaula, incluso levanta las piernas para volar debajo del dintel…

El buen burgués, erre que erre, se empecina en ponerle una camisa.

===

Y llega el río nupcial. Con El Danubio azul, sentimos que el viaje de Boudu ha concluido…

Entonces, Renoir nos regala un plano fluvial e inolvidable (*). Un giro formal que marca una inflexión en el destino del protagonista. Un pequeño cambio de preposición en clave cinematográfica: Boudu salvado ‘por’ las aguas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Servadac
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9
28 de febrero de 2012
34 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
- El primer largometraje de Robert Bresson es la historia o aventura de dos almas. Mirad el juego de las sombras y las luces en los rostros. Anne-Marie, tan blanca, diáfana y resplandeciente… Thérèse, tan angulosa y sumergida en la negrura…

- La luz... Bresson recrea dos mundos bien diferenciados: el de la claridad y el de lo oscuro, representados por recintos de reclusión forzosa (la cárcel) o voluntaria (el convento). El entorno del convento es un jardín florido (en su cementerio reposa el fundador). El entorno de la cárcel es lóbrego, sin vegetación, un muro de cemento y calles escasamente iluminadas por la luz de las farolas –islas de luz en medio de la noche.

- Y la geometría de las líneas y las sombras en las celdas, paredes y recintos…

- La primera vez que Thérèse y Anne-Marie están a solas, la composición, la luz y los ángulos de cámara indican la jerarquía moral de ambos personajes. Los barrotes de la puerta las separan… una barrera –física y moral– que parece infranqueable.

- Hacia el minuto 24, mientras el alcaide comenta a la madre superiora el caso de Thérèse (sus gritos, fuera de cuadro, amplían y desgarran el espacio fílmico), Anne-Marie gira la cabeza y decide acudir a la fuente del chillido. La secuencia es un memorable descenso a los infiernos.

- Esas luces raquíticas en los pasillos (la verdadera luz está en el rostro y en la toca de Anne-Marie), esos muros de piedra, esa celda de castigo, negra como el abismo que se abre al alma de Thérèse…

- La secuencia desemboca en un plano fascinante (26’04”) en el que las manos de Thérèse se agarran, crispadas, a los barrotes de la puerta.... y se cierra con un grito y un fundido en negro.

- Para mostrar con la imagen las estaciones de la lucha entre Anne-Marie y Thérèse, Bresson usa, aparte del lenguaje simbólico de la luz, los besos entre ellas. Situados en momentos clave de la cinta, nos lo dicen casi todo sin palabras…

- [El beso de Anne-Marie] Cuando se encuentran, en la cárcel, Thérèse derrama a propósito la sopa encima de Anne-Marie. Ella le responde con un beso suave y mudo en la mejilla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Servadac
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L'idée (La idea)
MediometrajeAnimación
Francia1932
6,8
250
Animación
7
10 de julio de 2010
33 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Idea nace de lo alto. Adviene en la contemplación de la belleza. Es femenina y va desnuda. No trates de vestirla. No intentes encerrarla en el diván. No admite cárcel ni coacción.

La Idea inquieta al poderoso y siembra anhelos de equidad. Provoca turbulencias y mareas. Enciende el mundo de aquí abajo. No puede ser vencida, es inmortal.

La Idea toca al joven soñador. No es sólo patrimonio de la musa. Anida en corazones y cabezas. Inmaterial, regresa al cielo de los círculos perfectos.

===

Mientras el firmamento juega a las esferas, decenas de millares de gusanos se alimentan a la triste luz de los cipreses.
Servadac
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8
28 de julio de 2006
48 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cae la arena, lentamente, mientras un hombre, solo, recorre el camino circular de la vida en hastío, en busca de alguien que lo cubra de tierra. Kiarostami hace sencillo lo complejo. La película es áspera, diferente, y está cuajada de soluciones simples y eficaces (la localización terrosa; el arbolito al lado de la fosa, para señalar el lugar; la historia de las cerezas, diáfana y poética; el habitáculo del coche como prolongación del personaje, una tumba con ruedas). Aparece, casi entre líneas, un sutil marco histórico (sirvan de ejemplo las breves alusiones a los conflictos armados de la zona). El marrón lo inunda todo desde el primer fotograma. Y, al final, la vida en sueño es cine, sólo cine, verde impuro. El fondo y la forma en magnífica comunión. La película sienta como una palada de tierra entre los dientes.
Servadac
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4
14 de julio de 2013
38 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuenta Eliane Tayar, ayudante de Dreyer en ‘Vampyr’, que, para “resucitar” los trastos con que amueblaron la casa que les iba a servir de decorado, el director danés exigió que una multitud de arañas tejiera, aquí y allá, siguiendo preferentemente un patrón hexagonal. “Y, milagro de la paciencia, las arañas tejieron donde deseábamos, atando los objetos, tapizando el ángulo de las ventanas, dando a las cosas el rostro monótono y lúgubre del olvido.”

En ‘Vampyr’, las telas de araña no se advierten, pero sentimos su presencia.

En ‘Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal’ hay telarañas por doquier. Aparatosas telarañas de superproducción. Y efectos digitales.

No sé si será el abuso de la infografía, que ha sustituido a la paciencia artesanal. O si el arte ha sido desplazado por la técnica en la escala de las prioridades. En cualquier caso, el reino de la calavera de cristal jamás será un lugar de cine.
Servadac
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