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España España · Madrid
Críticas de Pedro
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Críticas 265
Críticas ordenadas por utilidad
7
27 de junio de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A través de un guión interesante que adapta el trabajo periodístico sobre hechos reales de uno de los dos personajes principales (Martin Sixmith), éste y Philomena Lee, en su recorrido para encontrar al hijo perdido de ella, no hacen sino reconstruir poco a poco a un personaje aparentemente secundario, apenas esbozado en imágenes del recuerdo o de archivo, que a pesar de los escasos minutos en pantalla termina siendo en esencia tan o más protagonista al menos que Martin: Anthony Lee. Porque ésta es una película de amor y búsqueda, un amor a destiempo, entre una madre y un hijo que apenas conoció pero que siempre tuvo arraigado en lo más hondo del alma.

Historia humana y emotiva, donde incluso el interés en principio comercial del periodista termina viéndose afectado por el carácter de la anciana Philomena, por lo que ha pasado en toda una vida y cómo lo ha asumido con entereza, y le hacen que ni pueda ni sepa permanecer indiferente.

Stephen Frears encauza el hilo argumental de modo pausado dentro de su estilo habitual, quizás algunas veces algo distante y rozando el límite de lo innecesario, pero sin decaer. Apoyándose sobre todo en su dirección de actores y en lo que es capaz de obtener de los mismos, fundamentalmente de una veterana Judi Dench que recrea a la protagonista demostrando estar a la altura de papeles de mérito en su carrera como el de "Iris" o "Diario de un escándalo", ambas de Richard Eyre.

La fuerza de la película está más que en su correcta puesta en escena en los propios hechos. Épocas de represión moral y religión omnipresente en la católica Irlanda, que sin duda labraron la forma de ser de Philomena, en contraste con un Martin escéptico, se mezclan con una personalidad bondadosa y llena de tesón que con el paso del tiempo ha encontrado el más profundo significado de una palabra que algunas veces empleamos por costumbre, otras evitamos o nos cuesta usar: el perdón. Porque asistimos a una narración que además de sobre las raíces del amor maternal trata en buena medida de cómo alcanzar la paz interior con el perdón: a uno mismo y a todos los que alguna vez nos han hecho daño.
Pedro
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6
1 de febrero de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es fuerte la tentación de usar el título de la película para definir cómo me he sentido tras su visionado, pero no lo haré (tal vez acabo de hacerlo, je...) Lo cierto es que se trata de un trabajo de Russell -otro más- que me decepciona muy probablemente por las altas expectativas a las que lo eleva la crítica profesional y buena parte del público.

La trama que se supone con cierto misterio se deduce sin mucha dificultad. La culpa posiblemente sea ajena a los responsables del filme y la tenga en gran medida el traductor a español del título, quien debiera llevarse la medalla cuanto menos de plata (el que eligió el título en castellano del "Rosemary´s baby" de Roman Polanski no tiene rival) en el pódium de candidato a guillotina por "cómo reventar una trama en pocas palabras, cobrar por ello y ni despeinarse". La palabra inglesa "hustle" es ambigua; dependiendo del contexto puede referirse a algo ajetreado, y a lo sumo lo más cerca de la traducción que se ha elegido en relación con el mundo de los timadores, a un chanchullo en sentido coloquial. Lo cual sin duda es más sutil con el argumento y no hace que el desenlace sea tan predecible.

La narrativa es algo confusa fundamentalmente en los comienzos, y aunque se entiende, se antoja precipitada la sucesión de los hechos, donde se echa de menos un desarrollo y presentación pausada de los protagonistas de la historia. No sólo esa sensación se encuentra en el guión, sino en la propia realización, donde además los recursos técnicos no pasan de ser lo correctos que cabe esperar con un presupuesto sin complejos ya en el siglo XXI.

El punto que mantiene no obstante el interés se encuentra en las interpretaciones del cuarteto de personajes principales -Bale, Adams, Cooper y Lawrence-. Todos ellos con cierto mérito en sus roles, caracterización y expresividad, ayudan sin duda a que el hilo argumental, aun al límite, vaya remontando.

Recordar a Robert Redford, Paul Newman, Robert Shaw..., con los acordes inolvidables de Marvin Hamlisch, sirven para que George Roy Hill le propine un buen golpe a David O. Russell y de paso le enseñe a cómo darlo conjugando con alma la intriga, el drama y la comedia. Las algunas veces inevitables comparaciones debieran ayudar a poner cada cosa en su sitio.
Pedro
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6
30 de enero de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante testimonio sobre un episodio de la lucha de un colectivo por la supervivencia dentro de un mundo de burocracia al servicio del capital. Aunque la película quizá adolece un poco de falta de cauces llenos de toda la garra y dramatismo que merece la historia que cuenta, el intenso trabajo de su protagonista -Matthew McConaughey- hacen que uno no se arrepienta de haberla visto.

El actor se esforzó en preparar concienzudamente su papel llegando incluso a adelgazar considerablemente para hacer realista la apariencia de un enfermo de SIDA. Esto unido a un amplio registro interpretativo y expresivo para elaborar un carácter peculiar, rebelde, luchador, descarado, a veces desagradable, lleno de prejuicios pero al que las circunstancias le llevan a sacar lo mejor que lleva dentro, completan una meritoria construcción del personaje.

Por lo demás, a parte de otra interpretación destacable -la de Jared Leto- en un no fácil papel de travesti, la realización es lo suficientemente correcta como para que aunque pase desapercibida tampoco muestre carencias o errores. Se logra cierta tensión dramática y se mantiene el interés del espectador por el desenlace de unos acontecimientos que se saben basados en sucesos reales.

Cuando uno lleva fecha de caducidad, y no lo acepta, aprende a vivir al límite para cambiar las cosas. E incluso puede encontrarse con que las cosas al límite también pueden cambiarle a uno.
Pedro
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8
19 de enero de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La tensión dramática vuelve a ser el principal arma de Paul Greengrass para traernos otro de sus trabajos en clave semidocumental. Y lo hilvana sin fisuras, manteniendo al espectador pegado a la pantalla de principio a fin.

Tom Hanks le da total credibilidad a un personaje y unos hechos, aunque dramatizados y con algunas licencias, que se basan en un suceso real. Con pocas palabras, sólo con un plano de sus ojos, un gesto, una mueca, nos transmite toda la inquietud en cada instante. Más realismo si cabe en el resto del reparto, fundamentalmente en los actores que encarnan a los piratas somalíes; uno, aun sabiendo que no es así, diría que los han contratado en esos poblados hundidos en la miseria de las costas de ese país.

El montaje y un buen guión hacen el resto. Un resultado que ha venido creando escuela en algún otro autor, como por ejemplo la directora Kathryn Bigelow, y que además de como apasionante entretenimiento y piezas del séptimo arte, sirven para dejar constancia de la época convulsa en que vivimos.

Paul toma su habitual posición de la cámara y la narración como observador neutral, para contar a modo de crónica una historia intentando recoger todos los puntos de vista. Desde la crueldad de quien irrumpe con violencia hasta la crueldad que le conduce a irrumpir con violencia. Aunque sobre todo en esta ocasión nos deja ver las consecuencias y como muchas veces personas que jamás lo creyeron se ven involucradas en un infierno.

- Hay otros caminos para que un pescador salga adelante que no sea secuestrar a alguien.
- En América tal vez, aquí no.

Contundente.
Pedro
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9
19 de enero de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sofisticada película de autor en la que Spike Jonze plasma una elegante realización donde música, dirección artística y fotografía se entrelazan para envolver su original y meticuloso guión a través del que nos muestra toda una disección filosófica del amor.

Buena idea, muy interesantes reflexiones sobre el amor como algo ideal y como algo material, que al mismo tiempo usa un ocurrente vehículo dentro de la ciencia ficción y la inteligencia artificial, intentando analizar cómo sería no sólo el amor entre las personas, sino el que se adentra más allá de lo tangible, y tocando multitud de cartas de la baraja: soledad, relaciones, enamoramiento, sexo, amistad, alegrías, penas, posesión, celos, liberación, nostalgia, aprendizaje... Todo ello, que así sin más pudiera llegar a rozar lo empalagoso al prolongarse algo más allá de la hora y media, se ve sin embargo realzado por esa expresión artística entre lo que entra por las sensaciones de la partitura y las de la composición de imágenes donde casi cada secuencia alterna con un cuadro de colores entre claros y oscuros, bellos fondos de ciudad con sus rascacielos en amaneceres, atardeceres, multitud de luces en la noche, contrastando con los bosques y parajes nevados...; en ocasiones todo visto estáticamente tras grandes ventanales de habitaciones o dinámicamente por ejemplo desde ventanas de un tren o ascensores en movimiento.

Completa la película una dirección de actores elaborada, con una interpretación intensa y exhaustiva de Joaquin Phoenix, al que la cámara retrata con gran variedad expresiva mientras le acompaña en todo momento, y un meritorio trabajo de Scarlett Johanson que debe dar todos los matices a su personaje valiéndose exclusivamente de su voz -sobra decir pues que para apreciarlo hay que ver la película en su versión original-. El resto del reparto se encuentra igualmente acertado, especialmente Amy Adams en el rol de complicidad con el protagonista.

Pinceladas de ironía y algún que otro sarcasmo que pueden llegar a dibujar una sonrisa, se suceden entre diatribas, diálogos y reflexiones, conduciendo al espectador a un final abierto a interpretación, pero que trasciende dejando una firme idea de que quizás para aprender a amar, si es que eso puede hacerse, debiéramos creer profundamente en algo que un simple humano escribió con un soneto bastante antes de que apareciese el primer computador sobre la faz de la Tierra:

"Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso lisonjera;

mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado."
Pedro
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