Tiene Kim Ki-duk la capacidad/talento/habilidad para crear argumentos de turbia fascinación y esquinada complejidad, con personajes que actúan impulsiva y pasionalmente, destilándose una lírica entre amarga y romántica, que hacen queribles hasta a los delincuentes (aquí casi un delicuente autoemocional más que uno al uso).
En "Bad Guy", a través de una trama por la que un estoico e impertérrito hampón de poca categoría controla la vida de una joven a la que para saldar una deuda la introduce en el mundo de la prostitución, desfilan obsesión, deseo, sexo, violencia, dominación, sufrimiento, pasión, morbidez. Duk posee un torrente de ideas y usa todo tipo de vericuetos y tangentes (a veces traídas por los pelos: el atajo que lleva al núcleo de la historia; se olvida de todo lo referente a la chica y su entorno). En el fondo, el cineasta surcoreano lo que nos cuenta es otra historia de amor de lo más atípica y singular: es un amor casi asentimental, utópico, pues un amor tan posesivo que para ser pleno necesita ser compartido por todo aquel que paga un precio por ello. Con su rara poesía y un genuino romanticismo, Ki-duk nos pone un metafórico/real cristal que sirve de espejo, de luz, de tiniebla, de sangre, de dolor: sirve lo mismo para lo más sensible y tierno como para lo más abrupto, salvaje e indolente. Es un cristal que se rompe en añicos pero se reconstruye y parece hacerse irrompible en un paisaje de dos seres antagónicos pero reales. Una mujer derrotada y un hombre inservible por la falta de autoconfianza en que alguien lo ame de verdad.
Por momentos, me eleva y sublima. En otras ocasiones riza demasiado el rizo y se hace un ovillo caprichoso y alargado. Pese a todo, es una obra muy interesante que contiene un caudal de ideas imponente.

La acción se desarrolla en el Glasgow de los años 50. Un joven (McGregor) encuentra trabajo a bordo de una barcaza propiedad de un matrimonio (Swinton/Mullan). Una tarde, una mujer aparece ahogada flotando en el mar. El joven parece saber mucho más de lo que aparenta sobre el caso... Típica y aceptable película de tarde otoñal de cine club, "Young Adam" es un drama de intriga que huele a sucio, de tono desangelado porque así lo quiere, dónde los recovecos de la conciencia y lo ético están permanentemente presentes y en tela de juicio. Hincapié en el sexo (en todas partes) con la perennidad del adulterio. Buenas interpretaciones.

Cabe alabar a Paco León su voluntarismo no exento de talento, su propósito de universal accesibilidad para todos los públicos desde el minuto uno y su apertura de un camino interesante y propicio dados los tiempos que corren. Fuera de ello, "Carmina o revienta" es levemente chisposa, moderadamente divertida y claramente irónica, dónde León consigue un falso documental autobiográfico disfrazado de drama con un explícito y original homenaje a su madre, Carmina Barrios, en un "one woman show" de ésta bastante apreciable y meritorio, rodeada de otra parte de la fauna de la familia de Paco León y de sus alrededores.
"Carmina o revienta" es conscientemente limitada y limitadamente amateurista, tiende a la jerga localista y popularecha y resulta algo reiterativa, pero acaba creando un aplaudible universo de surrealismo carpetovetónico/ibérico.

César (Tosar) es el portero de un edificio de apartamentos, que tiene tendencias malsanas y psicóticas. Todo ello se agrava cuando llega la nueva vecina (Etura), de la que César se obsesiona compulsivamente hasta controlar, más que peligrosamente, todos sus movimientos, toda su vida cotidiana... Un thriller más que estimable, de sólido tono terrorífico/psicológico, narado con suave pulcritud, construyéndose casi como si de una nana macabra se tratase. El espectador siente tanta atracción como repulsión hacia el personaje del perfecto Tosar (este tío es uno de los mejores actores del momento a nivel mundial, sin duda) y siente compasión, tensión, empatía sufridora hacia la frágil y cercana Etura (muy buena e indiscutible química entre ambos; son pareja en la vida real).
Balagueró y el gran guión de Marini hacen un magnífico estudio contemporáneo sobre el vecino de al lado, sobre lo malsano y oscuro del ser humano, del más corriente de los tipos corrientes. Demoledores los monólogos tortuosos, atroces, de Tosar con su madre. Sin duda, "Mientras duermes" es por su suavidad, por su puesta en escena, por su carácter tétricamente real, "eau" de Polanski. Y lo más indiscutible: al lado de los cacareados y dañinos "Rec" estamos ante una de las obras maestras del reciente cine español.

Nada más y nada menos que la historia de amor entre dos jóvenes que a medida que van madurando, y tras su matrimonio, observan los obstáculos que encuentran el uno con el otro para su felicidad, a pesar del auténtico cariño que los une... Mendes aplica con solvencia, estilo y absoluta personalidad una fórmula inequívoca: un tono perenne y perfumadamente clásico y a la par unas interpretaciones espléndidas (es magnífica la batalla Di Caprio/Winslet, una suerte de repetición del "Titanic" pero ahora en tierra, ya maduros y mejores actores los dos, por supuesto), bajo el toldo de un guión entre lo pausado y lo eléctrico de Haythe basado en la novela de Richard Yates.
El resultado: una película tan poco llamativa como sólida y excelente, sin concesiones, de notable construcción de personajes (incluidos los secundarios) y que descolla suficientemente en su época, tan dada al "deja vu" y a lo superficial. Por supuesto, la crítica casi no se enteró. No digamos ya el público. Desde luego Sam Mendes es de lo mejorcito de su generación.