Me ha gustado mucho Boyhood. Me ha traído a la mente muchos momentos que creía enterrados, muchos sentimientos de mi adolescencia que, ya fueran buenos o dolorosos, me ha encantado revivir.

No es una película para recomendar a la ligera. Basta con ver la cantidad de críticas negativas que tiene en esta página, casi tantas como positivas. Si no conectas con este tipo de historia, de larga duración y ritmo tranquilo, se te hacen insufribles las casi tres horas de duración. Podría haber durado menos, pero en mi caso al estar tan conectado a la historia, no se me hizo larga.

Es evidente que a Linklater le encanta lo ordinario, lo cotidiano. Todas las personas que vayan al cine para evadirse con una historia apasionante y extraordinaria, alcanzarán el tedio supremo con Boyhood. Pero a mi me ha encantado. No he podido evitar verme a mi mismo en el personaje de Mason, perdido en esos años en los que no sabes muy quien eres. Un niño sensible, con talento artístico, creciendo dentro de una familia algo desestructurada, pero sabiéndose querido por todos los que realmente le importan.

He leído a muchos que dicen no conectar con una historia excesivamente americana. Pero para bien o para mal, todos somos un poco americanos. Todos nos sorprendimos con el 11-S tanto o más que con el atentado de Atocha. Todos escuchábamos a Britney Spears tanto o más que música en español. Todos jugamos a la Play tanto o más que al parchís.

A mi nunca me gustó la fotografía, ni mi abuelo me regaló algo tan americano como una escopeta, ni me enseñó a disparar. Sin embargo, ver crecer a Mason en esta película me ha traído a la memoria los años vividos siendo adolescente, la relación con mi padre y con mi madre, despedirme de un amor y comerme la cabeza pensando en qué me he equivocado, dejar de relacionarme con unos amigos y empezar a relacionarme con otros distintos... Todas esas cosas que nos han pasado a casi todos, al ponérmelas delante en una película, me han hecho pensar en lo rápido que han transcurrido los años.

Me ha hecho pensar que treinta días son un mes, y diez años una década. Y para mi es un gran logro de Linklater y su equipo que Boyhood me haya provocado ese tipo de reflexión, sobre mi propia vida. Al fin y al cabo, para eso vemos una película. Para sentir, ya sea miedo, amor, ternura o risas.

Esa es la magia de esta película para mi. Hacerme pensar, ponerme delante del espejo, y entender como dice Patricia Arquette que el paso de ser "hijo de" a "padre de" te llega casi sin darte cuenta. Sólo espero estar preparado para cuando ocurra.

Nolan empieza a entrar en la categoría de director de culto, y por eso mi crítica está llena de aspectos tanto positivos como negativos.

No obstante mi recomendación es clara, a mi me ha gustado mucho. A quien disfrute con la ciencia ficción, esta película le hará pensar. Y eso siempre es algo positivo. Independientemente de que guste más o menos.

En Spoiler comento puntos positivos y negativos de la película según mi parecer...

No fueron pocas las veces que en los 90 fui al videoclub de mi barrio y vi la carátula de Johnny Mnemonic. Siempre tuve curiosidad por verla, pero nunca piqué.
El caso es que en pleno año 2021 he visto que la pasaban por la tele, y al leer la sinopsis me he dado cuenta de que la trama futurista se ambientaba justo en este año, y no me he podido resistir. Craso error.
La película dura 85 minutos y todavía se hace larga. El argumento versa sobre el amigo Keanu, que es una especie de pen drive humano. Debe transportar una brutal cantidad de información, en concreto 320 Gb, que en aquella época de disquetes debía verse como una barbaridad.
En medio de todo esto hay una industria farmacéutica malvada, la típica chica guardaespaldas biónica pero que en el fondo es buena gente y ayuda a Keanu, personajes ciberpunk mitad máquina mitad teclista de Duran Duran, unos cutre rebeldes al estilo mad max, un Ivan Drago trasnochado y mesiánico, y todo salpimentado con unos Yakuza por la misma cara, y un despistado Takeshi Kitano al que le mandaron el guión 10 minutos antes de empezar a rodar, que vaya usted a saber que hace aquí uno de los mayores cineastas que ha dado Japón.

Escribo esta crítica semanas después del estreno de la fantástica La La Land, cuando ya es más que evidente que se trata de una de las películas del año, y que estará en el podio de los principales premios del cine en este 2017.

Y ahora que todo son flores y halagos, surgen de las sombras los melómanos expertos en jazz, los que reivindican a Gene Kelly y los instagramers que exhiben una renacida nostalgia por los musicales del antiguo Hollywood. Me imagino al bueno de Damien Chazelle leyendo estos foros y pensando: "Chavales, ¿dónde estabais hace unos años?".

No me imagino lo que habrá tenido que sudar este hombre para conseguir la financiación necesaria para levantar un musical, aunque seguro que ya venía curtido de los días en que tuvo que buscar mecenas para rodar su ópera prima, la genial Whiplash.

El mejor resumen de esta película lo hace propia Emma Stone en uno de sus diálogos. No importa si crees que gustará o no a los demás, porque si lo haces con pasión, la gente se contagiará y vendrá a verla. Y eso es justo lo que Chazelle demuestra aquí, que su pasión por los musicales clásicos y por el jazz es algo contagioso, incluso para un profano como yo. Justo ahí, en esa mezcla de cine y música, es dónde se nos ha metido a todos en el bolsillo con una obra que rebosa un inmenso cariño por la ciudad de las estrellas, dónde nacieron algunos de los grandes sueños del séptimo arte.

Más allá del director, mención especial a todos los encargados de la escenografía, ambientación y puesta en escena, que es un regalo para cualquiera que tenga ojos, sobre todo las escenas de música y baile, dónde casi no tratan de ocultar que se encuentran en un decorado de cine.

Y una última mención para Emma Stone, más risueña y encantadora que nunca, que dota de vida, fragilidad, risa y dignidad a su personaje. Y un más que correcto Ryan Gosling, que vuelve a ganarnos con el carisma de su media sonrisa, y que en más de una escena parece ser quien toca realmente el piano.

Liam Neeson nació en el año 1952, justamente el mismo año en que nació mi padre. Eso me ha hecho pensar en lo increíblemente diferente que es mi padre del actor irlandés, que en el momento de estrenar esta película (2011) estaba a punto de entrar en los 60 años.

Si quieres leer la comparativa entre ambos, pasa al Spoiler.