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España España · Gijón
Críticas de Loberto
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Críticas 49
Críticas ordenadas por utilidad
8
18 de diciembre de 2006
11 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ha vuelto Scorsese, tras el semi-fiasco que representaron títulos como "El Aviador" o "Gangs of New York", y esta vez nos trae un remake de la hongkonesa "Infernal Affairs". Para bien o para mal, servidor no ha visto la original, así que no puedo comparar cuál es mejor, o si existe un Jack Nicholson que hable en cantonés.

Sí puedo comentar, sin embargo, que la película que nos trae Scorsese, de nuevo, grande en reparto y duración, es un entretenimiento que raya a buena altura durante la mayor parte de su metraje, habida cuenta de lo difícil que resulta mantener la atención del espectador medio durante 150 minutos.

"The Departed" va siguiendo las aventuras y desventuras de dos policía, Billy Costigan (Leonardo DiCaprio), y Colin Sullivan (Matt Damon). Costigan se infiltra en la mafia irlandesa, comandada por Frank Costello (Jack Nicholson), que tiene como topo en la Policía Estatal a Sullivan. Así, Scorsese va superponiendo las dos tramas, la de Damon intentando descubrir al infiltrado DiCaprio, y DiCaprio intentando sobrevivir a las sospechas de Nicholson.

Por el medio hay un triángulo amoroso peculiar, ya que tanto DiCaprio como Damon se enamoran de la misma mujer, la doctora Madolyn (Vera Farmiga). Posiblemente este sea el eslabón más débil de la trama, ya que cada vez que aparece en pantalla, la acción se ralentiza y decae muchos enteros. Afortunadamente, no aparece demasiado, y el ritmo global no sufre mucho.

Además, Scorsese no se dedica a indagar demasiado en la psique de sus personajes, así que no vamos a encontrarnos los típicos planos cercanísimos que tanto abundan en la filmografía actual de Sean Penn. Los estallidos de violencia clásicos en el cine de Scorsese aparecen, pero mucho más suavizados y espaciados de lo que es habitual en el realizador neoyorquino.

Los actores están todos francamente bien: DiCaprio y Damon cargan con casi toda la película, auxiliados por unos secundarios igualmente estupendos, como Mark Whalberg o Martin Sheen. El punto de sobreactuación y autoparodia lo dan Jack Nicholson, en un personaje que recuerda (quizás de forma consciente) al Joker de "Batman" y Alec Baldwin, que no tiene problema en funcionar de alivio cómico en varias ocasiones. De todas formas, Nicholson no sería Nicholson si no tuviese estos agradables excesos.

En suma, un excelente entretenimiento, que no aporta nada nuevo al género, ni resulta una obra maestra, pero que garantiza cine de calidad de la mano de un maestro en el thriller de mafiosos. Y todo acompañado por grandes temas musicales a cargo de los Stones, John Lennon, los Beach Boys o los Allman Brothers. ¿Qué más se puede pedir?
Loberto
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6
4 de diciembre de 2006
11 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy un gran fan de las películas de James Bond, aunque creo haberlas visto todas (salvo la última de Brosnan, a pesar de la presencia de Halle Berry). "Casino Royale" no parece hecha para encajar con la saga, pero tampoco "Al Servicio de Su Majestad", que curiosamente, muchos la consideran la mejor de todas.

Esta nueva entrega intenta romper con la imagen clásica del agente del MI5, es de suponer que influenciados por el estilo de Jason Bourne. Así, el Bond de Craig es más parecido a un estibador con mal carácter que al estilizado y refinado snob que nos habían presentado anteriormente. Por tanto, había que buscarse otro estilo de actor. Es indudable que Daniel Craig, físicamente, está a la altura de lo que se le pide. Curiosamente, debe ser la primera película de 007 en la que el agente sale con menos ropa que sus parteneires femeninas, cosa que el público de Venus agradecerá.

Interpretativamente, es el Bond con menos ironía y charm que yo recuerde, pero de nuevo lo achaco más al guión que a la capacidad actoral de Craig, que ha demostrado ser un actor decente en otras ocasiones. Judi Dench, como M, sale poco, pero da muestras de su buen hacer. Lo más flojo, Eva Green como chica Bond, a la que intentan elevar a la misma altura del protagonista con un par de frases ingeniosas, algo a todas luces insuficiente; y Mads Mikkelsen como el malo de la función, Le Chiffre, que demuestra su dominio del póker manteniendo el mismo gesto agrio durante toda la película, que hace intuir algún tipo de problema grave con el catering.

El guión se ve con la necesidad imperiosa de reinventar al personaje (al más puro estilo de las nuevas entregas de Superman o Batman), y además, casarlo con las marcas de fábrica (como la afición al Martini con Vodka o la misoginia de 007). Además, los diálogos van desde lo meramente correcto a lo auténticamente deleznable, donde la fina ironía de Bond brilla por su ausencia. Con todo, lo peor es lo descompensado de las tramas de la película: un comienzo espectacular, una partida de póker interminable (juego tan entretenido como un programa de Sánchez Dragó), unos interludios larguísimos que poco o nada aportan a la trama, y un final carente por completo de clímax que acaban por arruinar la buena sensación que deja el comienzo. Y es que 144 minutos se le acaban haciendo largos a un espía que ya ha cumplido los cincuenta.
Loberto
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8
7 de febrero de 2007
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la espera de las cartas de Iwo Jima, Clint Eastwood nos hace abrir boca con la historia contada desde el bando americano. Cada estreno del veterano realizador/actor se ha convertido en una cita obligada para los amantes del cine.

“Banderas de nuestros padres” se centra en la historia de tres hombres, “Doc” Bradley (Ryan Phillippe), Rene Gagnon (Jesse Bradford) y Ira Hayes (Adam Beach), que participaron en la batalla de Iwo Jima, y que, como supervivientes de la famosa foto de los soldados colocando la bandera, fueron prácticamente obligados a recorrerse los USA para que su fama incitase a los ciudadanos a comprar bonos de guerra, y así poder financiar la batalla.

Eastwood, como siempre, ayudado por la precisión de Paul Haggis, tiene la habilidad de humanizar a todos sus personajes, cosa más curiosa si cabe para alguien procedente de aquellos westerns, con héroes y villanos absolutamente unidimensionales. Así que, más que ser una película sobre la guerra, es sobre las personas que en ella lucharon.

La historia va saltando continuamente de la guerra a los actos publicitarios, y de ellos, de nuevo a la isla japonesa, con lo que la sensación de estar en medio de los tiroteos es continua. Es más, el caos que se vive durante dichos actos de promoción supera en muchas ocasiones al de la propia guerra.

Las escenas de batalla están rodadas de la manera que dicta la moda: cámara al hombro; mucho, muchísimo grano; y máxima degradación de los colores. Es justo avisar que el grado de violencia es enorme, superando con creces a lo que Spielberg nos mostraba en el día D.

También Eastwood señala especialmente cómo la guerra es una maquinaria que tritura a la gente, no sólo por fuera, sino, y lo que es más grave, por dentro. Así, cada uno de los tres protagonistas encarnan las diferentes formas de afrontar un suceso tan terrible como la de unos hombres matando y muriendo, muchas veces sin saber por qué. Esta destrucción es especialmente patente en el soldado Hayes, en lo que es sin duda la actuación más destacada de la peli, a cargo de Adam Beach, sin que eso merme un ápice el gran trabajo de Phillippe y Bradford.

Si algo se puede reprochar al filme, es la lentitud con la que transcurren los minutos finales, y el largo epílogo narrado, que sirve como reflexión en voz alta. Pero eso no desmerece en absoluto otro gran trabajo tras las cámaras de Clint Eastwood, que no hace sino obligarnos a esperar con ansiedad la versión japonesa de la historia. Otra estupenda película, una más, del veterano realizador californiano.
Loberto
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7
9 de octubre de 2006
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se necesitan grandes cosas para hacer una buena película, y "AzulOscuroCasiNegro" es una muestra de ello. Sin excesivos alardes, sin una gran promoción, sin superestrellas del cine español (si es que existen), simplemente contando una historia tan sencilla como la búsqueda del lugar propio en la vida, de los deseos y sueños que todos tenemos.

El guión es sólido, a pesar de que en ocasiones se disperse, y quizás su mayor defecto sea el largo epílogo final y su búsqueda de "happy ending", pero no hay nada que moleste realmente. Los personajes principales están bien construidos, aunque algunos secundarios son poco más que meros bosquejos. Sin embargo, las interpretaciones rayan a gran altura, y el resultado conjunto es de calidad.

La dirección también mantiene un tono bastante neutro, y algunas puestas en escena recuerdan al teatro. Es de agradecer una realización clásica en los tiempos que vivimos hoy en día, si bien es verdad que hay momentos en los que el ritmo decae un poco, y se echa en falta algo de energía.

Aún así, es una ópera prima prometedora, y más en un momento en el que el cine español demuestra una falta de nivel inquietante. Esperemos que la Academia tarde bastante en estropear las maneras que apunta Daniel Sánchez Arévalo.
Loberto
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1
14 de septiembre de 2006
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque no lo parezca, Uwe Boll intenta hacer un favor a la humanidad, ya que en esta película parece empeñado en conseguir que nadie vuelva a contratar jamás a Slater, a Dorff, y a Dios gracias, a Tara Reid.

Una cosa que nunca he entendido de la mayoría del cine de acción actual es el uso de la cámara lenta para ver cómo camina un actor, o lo espectacular que es girarse en redondo cuando se lleva un abrigo de tres cuartos, mientras que en las escenas de lucha se procura cambiar de plano lo más rápido y lo más a menudo posible, supongo que para evitar la incapacidad atlética de los participantes. Es como si en unos Juegos Olímpicos te hiciesen ver la maratón en cámara lenta para luego poner la llegada a toda velocidad.

Sin embargo, lo peor con diferencia no son las actuaciones, que se limitan a repetir lo que el guión (si éste existiese, extremo no confirmado aún); ni lo malo de algunos FX; ni el personaje de Tara Reid de "yo pasaba por aquí, y me veo envuelta en este lío"; ni siquiera el no descubrir en ningún momento a dónde te quiere llevar todo el rollo. No, lo peor es la desgana infinita con la que parece toda la película hecha, que transmite una falta de compromiso y esfuerzo que más parece un castigo para los que trabajan en ella que para los que la ven (y es una experiencia dolorosa, créanme).

Quizá lo que pretende Uwe Boll es dinamitar el mundo de los videojuegos, más que homenajearlos, quizás porque no conseguía pasar de la primera pantalla del Mario en su mocedad. A los niños del futuro, en vez de quitarles la Play, les obligarán a ver esto cuando se porten mal, aunque se me antoja cruel.

Un aviso final: si alguien la intenta ver con el fin de echarse unas risas, que lo olvide. Esto no es "Druidas", de verdad. No es "tan mala que hace gracia", no. Es mala a secas, que es mucho peor.
Loberto
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