Nos encontramos ante un film redondo, excelentemente manufacturado, que carece de aristas innecesarias y, que, con un guión acertado consigue que la película se convierta en un estandarte del género social británico. El terrible mundo de las drogas, el maremágnum peligroso al que se asoman algunos jóvenes, y el tedioso universo en el que se encuentra abocada una parte de la juventud del Reino Unido, -en la década de los 90- es empleado por Boyle como un ejercicio catártico que concilia con el espectador desde el primer segundo, sin excesivas concesiones a la galería efectista. Las voces en off del personaje protagonista llegan a veces a transformarse en pensamientos e imágenes líricas de alto nivel. El título se forja como uno de los que el paso del tiempo otorgará mayor esplendor y menor carcoma de caducidad en una industria cada día empeñada en generar creaciones con molde en serie. Gran película, hermoso metraje que al final se asocia a la necesaria tinta hierba de la esperanza.

Un título frenético, acelerado, de pretensiones temáticas amplias y un visionado que no envejece pese a los 20 años que tiene la cinta. Willis y Stowe forman una pareja interpretativa sólida, muy convincente donde la salvación del mundo -más que nunca- converge en una delicado filo entre la paranoia y la aparente lucidez de la realidad.

Si erer degustador de ciencia-ficción y la estela creativa de un Gilliam efervescente no te incomoda, "12 monos" te hará pasar dos buenas horas de cine. El juego del tiempo y el heroísmo con gruesas pinceladas histriónicas alimentan con efectividad la película.
Objetivo cumplido.