Haz click aquí para copiar la URL
Colombia Colombia · Bucaramanga
Críticas de Andres Botero
<< 1 3 4 5 10 65 >>
Críticas 321
Críticas ordenadas por utilidad
6
15 de febrero de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Madame Bovary” (RU, 2014) dirigida por Sophie Barthes (siendo éste su tercer filme) y con un guion basado en la novela homónima de Flaubert (escrita en 1856). Está protagonizada por la despampanante Mia Wasikowska, quien hace de Emma Bovary. Trata sobre una mujer que rompe con los cánones moralistas de su época y quien busca el lujo y la pasión de la que está privada por su matrimonio con un médico, buen hombre, pero carente de riqueza y emociones. Antes que nada, el cine está lleno de versiones de esta obra de Flaubert. Es todo un riesgo exponer una nueva mirada de dicho clásico de la literatura cuando en la mente de los cinéfilos repuntan algunas cintas muy buenas sobre el tema. Pero este filme intenta tener su propio sello mediante dos recursos, algunas adaptaciones originales ante la historia y un rigor metódico en los detalles, lo que la hace ver, para un buen sector de la crítica especializada, como una película muy acartonada e intelectualista. Pues bien, creo que este afán por el respeto hacia los detalles, logra tanto cosas buenas como malas para la cinta. Entre las buenas están que ese cuidado se ve claramente reflejado en las buenas locaciones y en el vestuario (aunque la protagonista termine usando, a lo largo de la narración, el mismo par de vestidos). Pero lo malo es que se descuida sensiblemente la pasión que debía despertar si se sigue la obra de Flaubert. Entonces, es una película lenta (si ya lo es la obra literaria, esta cinta le agrega aún más), con poca emotividad, con actuaciones opacas (incluyendo la de Mia Wasikowska) y que gira en sus escenas desmesuradamente sobre la protagonista (a un punto que raya con el tedio). Creo que por el respeto a los detalles se pierde la vitalidad que debía haber despertado en el espectador, o dicho con otras palabras por cuidar el árbol se perdió el bosque. Esto explica por qué ha sido considerada por muchos como una de las versiones menos afortunadas de esa obra del novelista francés; sin embargo, sigue siendo una obra que merece aplausos en ciertos tópicos ya mencionados. No la recomiendo entonces, a pesar de sus méritos. 15-02-2016.
Andres Botero
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
4
10 de junio de 2020
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “T-34” (Rusia, 2018), bajo la dirección y guion de Aleksei Sidorov [1968-], quien cuenta con una modesta carrera en el cine, y que ahora incursiona con este filme en el género bélico, sin mucho éxito en lo artístico, pero mucho en lo político (pues se aprovecha del discurso patriótico tan exaltado hoy día por la dirigencia política rusa) y lo comercial (ha sido, hasta el momento, la segunda película más taquillera en su país). El reparto está integrado por Alexander Petrov, Vinzenz Kiefer, Viktor Dobronravov e Irina Starshenbaum, entre otros. La cinta narra las peripecias de un grupo de prisioneros rusos durante la Segunda Guerra Mundial que logran escapar de sus captores nazis en un tanque T-34. Ahora bien, la película, claramente, es un negocio que centra su emprendimiento en apelar al nacionalismo ruso mostrando a un imparable grupo de soldados rusos que, si hubieran querido, habrían destruido por sí solo el Tercer Reich.
Estéticamente los efectos visuales son tan desproporcionados que más que una obra bélica parece un videojuego. Claro está que algunos méritos tienen las escenas bélicas de los primeros momentos, pero luego, las del escape son, sencillamente, ridículas.
Además, no podía funcionar la apuesta de negocio sin un romance de por medio, como si esto estuviese en el orden del día de un campo de prisioneros nazi. Pero ni siquiera se toman el esfuerzo de plantear un romance dramático, pues el amor florece de forma tan sencilla, para el filme, como lo es destruir media docena de tanques alemanes con muy poca munición y teniendo todo en contra.
Agrego que hay demasiados vacíos entre las escenas. No hay desenlaces coherentes que le den credibilidad a la narración y esto tiene una explicación sencilla: no era necesaria para la apuesta política y comercial que hay detrás. VER SPOILER. En fin, la narración poco importa; la apuesta era captar aplausos (y dinero) con las imágenes del mítico tanque T-34 destruyendo, como si nada, tanques nazis Pantera, con un insípido romance de por medio. Los vacíos son tales que, en ciertos momentos de la cinta, sentí que estaba ante la versión rusa de esas cintas gringas de la Guerra Fría, de bajo presupuesto, donde un soldado yanqui con seis balas y dos granadas destruía un batallón entero de comunistas.
Remato con esta perla: la cinta no narra lo que un historiador sabe que habría sido el destino de esos prisioneros que escaparon: el Gulag. Sí, los pocos prisioneros sobrevivientes fueron tratados, en su gran mayoría, como traidores a la Madre Rusia y a Stalin.
Pero no hablemos más de una película que no merece más que lo acabado de decir. Que el cine pueda ser negocio no es ningún problema; antes bien, esto garantizaría de cierta manera la continuidad de un arte que es muy costoso en su realización. Pero lo que sí me parece decente es que ofrezca algo más que la típica apuesta de negocio: un héroe que puede contra todo el mundo con muy pocos recursos y que se queda con la chica linda del baile. No pensemos siquiera en el machismo que hay detrás de líneas argumentales como esta, ni en el círculo vicioso de fundarse y alentar un nacionalismo que, siempre, es peligroso, pues a fin de cuentas las naciones son inventos políticos y en nombre de ellas se ha matado tanto o más gente que en nombre de la religión.
Quiero centrarme, eso sí, en dos aspectos. El primero, es el merecido tributo que debería darse a los que vivieron la guerra, el que se daría al tratar con respeto el drama y la tragedia (que no son lo mismo) de la guerra; y el segundo, es el deber estético de ofrecer un producto que cumpla con la regla de oro para un espectador que ama al cine: credibilidad. Veamos.
Frente al primer punto, la guerra es, ante todo, un drama y una tragedia que padecen especialmente los que están en los primeros escalones de esa pirámide mortal. Ese carácter dramático y trágico que padecieron seres humanos termina siendo un límite ético en la forma como debería narrarse la guerra por parte del cine, por lo que este debe intentar reflejarlos en las escenas, con credibilidad claro está, para generar la empatía que exige un espectador precavido.
Frente al segundo punto, la guerra, como cualquier otra historia, debe ser creíble y coherente al espectador, lo que supone que corresponda con los presaberes del auditorio, que haya una conexión interna sólida en lo narrado y que los desenlaces que dan impulso a la historia sean convincentes y claros. Además, uno de los elementos de dicha credibilidad está justo en que se pueda retratar el miedo, la angustia, el dolor, etc., que siente un soldado o un civil en un conflicto como ese.
Esta cinta, entonces, queda en el listado de las obras para ver como ejemplos negativos de lo que no debe ser el cine bélico; es decir, de una cinta que no respeta la memoria de los que padecieron la guerra, que no logra cohesión interna y que no contribuye a un género que, poco a poco, se desvanece por sus altos costos. Estamos pues ante una apuesta comercial y política, pero no ante una obra cinematográfica en sentido estricto. 2020-06-09.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Andres Botero
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
13 de enero de 2015
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “American Psycho” (USA, 2000) dirigida por la canadiense Mary Harron (con una modesta carrera en el cine) y protagonizada por (el gran) Christian Bale, quien a pesar de todo no logró salvar la película. Se basa en una novela homónima, con un buen éxito comercial. La película trata de un joven yuppie neoyorquino de los ochenta del siglo pasado, acaudalado, que se vuelve asesino en serie como forma de salir de su vida aburrida. Pero la película me pareció tan aburrida como la vida misma del asesino. Pero hay mucho que decir al respecto. En primer lugar, esta película sufrió muchos cortes y censuras pre y posproducción, que terminaron por hacer de la historia algo enredado y con muchas sombras. Esto explica en buena medida las decenas de preguntas con las que queda el espectador una vez termina el filme. En segundo lugar, la trama es inverosímil: un yuppie que asesina cuanto ve y no pasa nada. En tercer lugar, no hay claridad sobre qué se buscaba. Inicialmente creí que era detectivesca pero de eso no tiene un ápice. De terror, menos. De suspenso, pues tampoco, en tanto que la trama es lineal y sin sobresaltos. Al finalizar me pregunté si era una sátira social de la decadencia de los ejecutivos gringos de la década de los 80, pero un componente fundamental de este género sería el humor negro, que no está presente. En fin, no me pareció una película que convoque al espectador por sus propias confusiones internas. Tal vez lo único rescatable es una buena (aunque no ha sido la mejor) interpretación de Bale y la banda sonora (se basa en los hits de los ochenta del siglo pasado). Tampoco veo algunas ideas relevantes del filme como para un ciclo de cine-foro, salvo la crítica a la vida de los ejecutivos decantados de los 80. Es por ello que considero que puede dejarse pasar. 13-01-2015.
Andres Botero
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
27 de enero de 2020
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “All Is True” (“El ultimo acto”, 2018, RU), dirigida y protagonizada por Kenneth Branagh [1960-] –reconocido como uno de los actores y directores que mejor conoce las obras shakesperianas–, y con guion de Ben Elton. El reparto es de lujo: Kenneth Branagh (aplausos), Judi Dench
(aplausos), Ian McKellen (aplausos) y Jack Colgrave Hirst, entre otros. La película narra los últimos años de la vida del mejor escritor en lengua inglesa: William Shakespeare, quien se retira a su hogar, con su esposa e hijas, luego de que su teatro, el famoso Globe Theatre, se quemara en 1613. En dicho retiro con su familia, Shakespeare intenta cerrar el duelo por la muerte de su hijo y reencauzar la relación con su esposa e hijas. Ahora bien, la cinta se caracteriza por estar entre el drama romántico y el biopic. Pero no crea el espectador que es un filme histórico de uno de los personajes más controvertidos (a la vez del que no se conoce tanto como se cree) de la historia de las letras, sino que es una versión libre, con algunas conjeturas y especulaciones, del período menos conocido de Shakespeare. Desde el plano estético, hay méritos importantes como las interpretaciones estelares. Por ejemplo, es magnífico el diálogo entre el Conde de Southampton (Ian McKellen) y Shakespeare (Branagh). Aplausos merece, además, la fotografía, responsabilidad de Zac Nicholson. En cuanto al contenido, ya aclarado que la obra no pretende darle al espectador una verdad sino una interpretación especulativa en tono dramático –como le hubiera gustado al propio Shakespeare–, podríamos mencionar el relevante toque de humor y los matices de ternura que terminan por humanizar al ídolo. A fin de cuentas, toda gran persona no deja de ser eso, una persona, sometida a intrigas públicas como privadas, con problemas que pueden ir desde lo digestivo hasta asuntos de Estado. Aquí Shakespeare está representado como alguien atravesado por el drama del autoexilio (el retiro de un hombre exitoso a sus aposentos privados), las tragedias familiares y los traumas personales, como cualquier mortal de la era isabelina, aunque resalta la narración es que son problemas intensos –aunque comunes– de un ídolo universal. Es que un daño de estómago no será retratado igual si quien lo padece es un soldado o un mariscal. Con base en lo anterior, quisiera invitar a meditar lo que significa reconocer la humanidad del deificado, en este caso, la dramaticidad (que supone la cotidianidad y la normalidad) de la vida privada de un hombre público. Empero, poner las luces del cine (que son públicas) sobre esa cotidianidad-normalidad de los grandes hombres, sigue siendo la lógica de pensar como público lo que es privado o personal. Solo si la película pudiera mostrarnos que los padecimientos personales son comunes en dicha época, pero no por ello menos intensos para quien los sufre, podría el espectador entender la humanidad del ídolo. Tristemente, esta cinta centra demasiado su lente, que es público, en la vida privada de un hombre más que público, una persona que, como Aquiles, ya es universal. La recomiendo entonces. 2020-01-27.
Andres Botero
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
23 de enero de 2019
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Au revoir là-haut” (“Nos vemos allá arriba”, Francia, 2017) dirigida por Albert Dupontel [1964-], quien se ha caracterizado por dirigir y protagonizar sus propios filmes, casi todos con importante sabor a comedia, y escrita por el propio director junto con Pierre Lemaitre [1951-], basándose en una novela homónima de este último. La fotografía es mérito de Vincent Mathias [1967-] (aplausos). El reparto está integrado, como ya lo dije, por Albert Dupontel (aplausos), Nahuel Pérez Biscayart y Niels Arestrup, entre otros. En cuanto al género, estamos ante una cinta justo en la frontera entre el drama bélico y la comedia. La película narra la amistad entre dos sobrevivientes de la Gran Guerra (1914-1918), Albert Maillard (Dupontel) y Édouard Péricourt (Pérez), amistad que nació en las trincheras y que se sostiene a pesar de sus diferencias socioeconómicas y las heridas que desfiguraron el rostro de Édouard, heridas que hacen imposible la comunicación entre ellos dos, salvo por medio de una niña que le interpreta a Albert, cual Hermes, el significado de los gruñidos de Édouard. Estos dos veteranos montan en 1919 una estafa ofreciendo a los ayuntamientos hermosos monumentos en honor de los caídos en la guerra, mientras tanto, cada uno exorciza sus propios demonios. Antes que nada, empezamos resaltando que la obra arrasó con los Premios César del 2017. Entre sus méritos está una muy buena dirección, una gran fotografía y un guion tan original como exótico. Podríamos sintetizar los elementos estéticos diciendo que el filme goza de un gran esplendor visual que deleita, de entrada, al espectador. Esto va aparejado a las buenas recreaciones de la época y, en especial, de la guerra: las escenas bélicas (lucha de trincheras) están bien logradas. En relación con el guion y la manera de narrar la historia, hay que decir que los recursos utilizados (como el recuento que hace el protagonista ante un gendarme francés en África) son interesantes; sin embargo, sentí en algunas oportunidades que la historia está sobrecargada de giros narrativos y de hechos inauditos (verbigracia que el hijo de un alto político francés sea reclutado como soldado raso y enviado a primera línea del combate), giros y hechos que si bien contribuyen al aire cómico y excéntrico que se buscaba, terminaron por afectar la elegancia que brinda la imagen. Ya desde un aspecto más de contenido, quisiera resaltar algunos temas. En primer lugar, es importante rastrear el sentido de las máscaras de Édouard, que no solo nos informan del contexto de la escena sino también de sus demonios más íntimos. En segundo lugar, si bien no es el propósito del director, podría considerarse la cinta como antibelicista, por la manera en que se resalta cómo seres inescrupulosos son los que terminan ganando del esfuerzo y la tragedia de los combatientes. En este sentido, la estafa en los monumentos fue la manera de los sobrevivientes de reclamar su porción ante lo que perdieron en una guerra que consideraron fútil. Igualmente, atendiendo las heridas que recibió uno de los sobrevivientes, rememoré la película antibélica “Johnny got his gun” (1971, Dir. Dalton Trumbo), con la diferencia que, en esta obra de 2017, el herido desfigurado reclama su muerte simbólica para evadir su familia, mientras que en el filme de 1971 aparece con fuerza el tema tabú de la eutanasia. En tercer lugar, si bien hay claros elementos de comedia, género tradicional de Dupontel, la tragedia y la melancolía siempre están a la vuelta de la esquina, especialmente en dos casos: rehacer la vida luego de la guerra y el drama familiar propio del parricidio simbólico (la tensión permanente padre-hijo en la fijación de las reglas de vida). En cuarto lugar, el contexto de corrupción política y la forma inescrupulosa con la que ciertos hombres de negocio se hacen ricos con la guerra y la posguerra, también entra muy bien en el juego de los análisis. A fin de cuentas, los conflictos bélicos son, antes que manifestaciones nacionalistas, excelentes oportunidades de negocio, y no solo con la venta de armas, sino también con la venta del imaginario de los “héroes caídos por la patria”. En conclusión, a pesar de los abusos de excentricidad en ciertos momentos, de los tonos inverosímiles en algunos giros narrativos, sigue siendo una buena cinta, en especial para disfrutar su carga visual, de un lado, y la tragicomedia de una buena historia, del otro. 2019-01-23.
Andres Botero
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 3 4 5 10 65 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow