Hay propuestas disparatadas que dan lugar a auténticas genialidades. En este caso un planteamiento disparatado (reinsertar a enfermos mentales mediante un programa de visitas al prostíbulo) da lugar a un vergonzoso disparate. Las gracietas de Karra Elejalde y las curvas de Inma del Moral son de lo poco salvable en una película cuyo único mérito puede ser un esforzado trabajo de producción a la vista de instituciones y firmas comerciales que figuran en los créditos.
¿Qué es lo que movió a actores como Jordi Vilches, Neus Asensi o Manuel Manquiña a embarcarse en un proyecto como éste? Supongo que la crisis del cine cómico español o la necesidad de pagar la hipoteca pero, desde luego, no creo que se planteen añadir a su currículum la participación en "Locos por el sexo".
¿Hay guión en esta película?, ¿hay una mínima noción del gag?, ¿hay actores con ideas claras?, ¿hay una mínima coherencia argumental exigible hasta en el cine más surrealista? La verdad es que yo no encuentro nada de todo esto y la principal trampa está en el título. ¿Hay sexo en "Locos por el sexo"? Tan sólo un fugaz destete de Inma del Moral, el resto es una trama huérfana de picardía comparada con los años dorados de Pajares & Esteso, un estilo del que se supone que esta peli quiere ser continuista.

No tengo mucha idea de la discografía de Taylor Swift ni soy consciente de su verdadero poder dentro de los tejemanejes del pop comercial, valga la redundancia. Simplemente me asomo a este "Reputation Stadium Tour" con dos intereses muy concretos: ver cómo se las gastan los americanos en este tipo de espectáculos -sin necesidad de apoquinar como mínimo 100$ por la entrada- y, ya de paso, conocer a una distancia prudencial cómo es el público al otro lado del charco, en este caso la afición de Dallas.

Para ambos objetivos, profundizar en los entresijos del show-business y trazar un bosquejo sociológico, esta pieza audiovisual se convierte en un documento de excepcional interés. Taylor entiende que, a nivel escenográfico, lo que hay que ofrecer el público es aquello que más lo define: el uso de pantallas. De ahí que el escenario se componga fundamentalmente de dos video-wall visibles a kilómetros de distancia. Eso y una pulsera luminosa que se entrega a cada asistente y cambia de color, convirtiendo a la masa humana en una pantalla más. Se acabaron las grandes arquitecturas de mecanotubo y neón de los viejos grupos míticos: ahora la base del tinglado es un océano LED.

En cuanto al perfil del público, cualquiera de las imágenes de recurso con los fans es una mina. Gente que llora, gente que corea, gente que asiente cuando Taylor ofrece un curso acelerado de gestión de la marca personal en la selva de las redes sociales, gente que baila disfrazada con todo tipo de atuendos,... No podía dejar de mirarlo todo con una mezcla de fascinación, estupor, vergüenza ajena y (por qué no) envidia. Asistir desde el sofá a este concierto por cortesía de Netflix es un verdadero regalo de Año Nuevo.

Pelicidad es el estado de felicidad que nos sobreviene ante la exposición a una obra maestra como "Cantando bajo la lluvia". Da igual que tenga más de medio siglo, que fuera hecha para una sociedad bien diferente a la nuestra y que a su vez retratara a una sociedad todavía más diferente. La sonrisa de Gene Kelly, cada paso de claqué, el delirante Donald O'Connor, los decorados imposibles, del trabalenguas de "Moses" a la declaración de "You are my lucky star"... todo nos invita a ser felices. Ser felices de un modo que trasciende modas y siglos.

Muchas gracias Stanley, thank you Gene!

Cuando en una coproducción se meten hasta cinco países europeos bien distintos para contar algo que sucedió ¡¡en Angola!! y ninguno de ellos es Portugal... una historia muy poderosa tiene que embarcar a gente muy dispar en un proyecto así.

Y efectivamente, la historia de cómo vivió Kapuściński los últimos días de aquel país como colonia portuguesa lo es. "Un día más con vida" nos cuenta una revolución intoxicada por las potencias de la Guerra Fría, una apuesta por el periodismo que dejó huella, un ejemplo personal de los que merecen ser reconocidos, un momento en que un pueblo quiso tomar las riendas de su futuro a fuego y sangre. Todo ello contado con un estilo urgente, a ratos bello, a ratos caótico, a ratos impactante.

Ya no estamos en el nacimiento de una técnica de animación cuyo uso queda justificado por tratarse de "la primera vez". La rotoscopia lleva años en el cine y emplearla en esta película, hibridándola con imágenes reales en combinaciones de flash-backs, se convierte en un gran acierto. No deja de sorprender que la galería de personajes que tuvo un papel destacado en aquellos acontecimientos todavía viva y recuerde lo que pasó desde otro siglo, en un contexto muy diferente y con la memoria cubierta de cicatrices.

Sea más o menos fiel a la historia, "María, reina de Escocia" interesa por su voluntad de recreación con una potente carga estética en ropas, escenografía e incluso diálogos. Es eso lo que permite resistir más de dos horas en la butaca sin incomodidad: la búsqueda de belleza en la mayor parte del metraje. Y lo que mejor luce, muy por encima del resto, es el trabajo de peluquería, algo que pocas veces se valora y que puede salvar una peli.

¿Es pertinente contar la historia de dos reinas en tiempos de reyes ahora que se está replanteando el papel de la mujer en la sociedad? Por supuesto, pero que nadie busque aquí un mensaje político afilado. No deja de ser un título pensado para ganar dinero, más que para ganar adhesiones.