Violento ejercicio de estilo dirigido con su habitual crudeza por Sam Peckimpah. Un matrimonio estadounidense se muda a la campiña inglesa, donde empezarán a ser acosados por la gente del pueblo. La tensión y la violencia se hacen palpables desde los primeros fotogramas y van creciendo gradualmente hasta un climax final antológico. Estudio de la maldad que anida en todos nosotros, el ritmo, la planificación y el desarrollo de los personajes demuestran al genio que hay detrás de la cámaras.

Este Bird es buenísimo. Esto es un peliculón de acción sin paliativos. Ya le gustaría a la saga Bond tener una película así. Rebosante de acción e inteligencia, con una carga de profundidad acerca del incoformismo social y la busqueda de nuestro lugar en el mundo. Hay planos y secuencias que dicen mucho más que muchas películas reales. Bird maneja el lenguage cinematográfico como un auténtico maestro. Personajes geniales, buena música y grandisima dirección. Obra maestra.

La reformulación orquestada en Hollywood del visionario clásico de 1995 dirigido por Mamoru Oshii peca de una simplificación excesiva con gran pérdida de la carga filosófica original. Si en el film original la trama policíaca era una excusa para reflexionar acerca de los límites de la conciencia de la inteligencia artificial, en este caso la trama (excesivamente simple) adquiere un peso específico que lastra cualquier intento de introspección. Además, la actuación de Scarlett Johansson está muy forzada, se limita a mirar y andar de una forma extraña. No obstante, el film atesora algunas cualidades, sobre todo en lo referido a la ambientación futurista y recargada (a lo Blade Runner) y algunas secuencias de acción memorables.

Retrato sútil y emotivo del paso de la adolescencia a la madurez, ambientado en un parque de atracciones en los años ochenta. Personajes bien dibujados, tanto los principales (genial tontorrón incorporado por Jesse Eisenberg y preciosa Kristen Stewart) como algunos geniales secundarios. Dirigida con buen pulso y tacto por Gregg Mottola (director de la otra gran película de la factoría "Apatow", Supersalidos) es capaz de captar algo tán dificil como el enamoramiento, los primeros golpes y el paso a la madurez.

Mucho mejor que la primera parte, Hostel II es una película tremedamente divertida y malsana en su concepción. Parece que Eli Roth ha madurado de repente y ya no estamos en el terreno infatiloide y facilón de sus dos primeras películas. No se trata de una historia de supervivencia "in extremis" sino de un perverso retrato del terror globalizado. La película se beneficia de la diversificación del punto de vista (el de las víctimas y el de los verdugos) y presenta algunas secuencias memorables (el jefe del cotarro cargandose a un niño, la secuencia de apertura, la muerte de la primera chica).

En fin, una grata sorpresa. Uno de los mejores filmes de terror del año y el surgimiento de una promesa. Esperemos que Roth siga por el buen camino.