La ópera prima de Sean Baker es una especie de thriller desnudo y urgente, en continua ebullición, con pinceladas sociales y enfoque documental, de anécdota mínima y estilo crudo, que a pesar de ofrecer en su tramo central una suerte de bucle culinario con incontables transacciones comerciales, consigue atrapar y hasta resulta trepidante. Cuando pone sus cartas sobre la mesa, no promete más que aburrimiento - los pedidos que recibe el restaurante y las entregas del repartidor en bicicleta se van alternando sin cesar, puntuados por remansos en que los trabajadores hablan de su vida y de su situación como inmigrantes-, pero se las arregla para que te acabes preguntando: ¿Y ahora quién le abrirá la puerta? ¿Cómo le tratarán esta vez? ¿Le darán la propina que tanto necesita? El film mezcla hábilmente ficción y realidad, jugando a disolver sus límites en la representación de la fauna urbana neoyorquina, y acaba saliendo triunfante de su apuesta gracias sobre todo a un notable montaje que sumerge al espectador en la experiencia angustiante del rider. Recomendable.

Potable serie de la fenecida plataforma de streaming para móviles Quibi, que por desgracia no llegó a pasar de 9 estados, con 9 historias breves convenientemente descuartizadas. Por el camino, depara algunas sorpresas agradables (o desagradables, según se mire) pues ciertos episodios, recompuestos, podrían formar parte de una buena y variada antología de terror. A saber:

1.The Golden Arm (Michigan), de Sam Raimi. Un pequeño festín para los fans.

2.Grey Cloud Island (Minnesota), de Brian Netto y Adam Schlinder. Gran plot twist.

3.Destino (Florida) de Alejandro Brugués. En la línea de los cortos de "V/H/S" con metraje encontrado. Escalofriante.

4.Almost there (Iowa) de Scott Beck y Bryan Woods. Tenso como el bautizo de un gremlin.

5.13 steps to hell (Washington) de Lee Cronin. Otra mamá espeluznante cortesía del director de "Evil dead rise".

Los cuatro restantes no están mal, ni en la ejecución ni en la idea (esa bola gigante de cordeles, ese sasquatch disecado), pero claramente no alcanzan el nivel de los antedichos, por más que cuenten con actrices como Karen Allen o Christina Ricci o abreven en "El resplandor" de Stephen King.

La película arranca bien, con Hal Horbrook pensando en liquidar a toda su familia para luego suicidarse, pero a los quince minutos comprendes que la historia no va a volarte la cabeza ni mucho menos; más bien te va a dar ganas de volártela tú. Con un peso abrumador de la voz over y la conversación trascendente, la cinta es una cháchara insufrible que analiza el hastío vital de un hombre de 48 años y sus motivaciones para cargarse a su mujer y a sus tres hijos en 1979. Un peñazo introspectivo de tomo y lomo que puede soportarse a duras penas gracias a sus potentes actores principales. De vez en cuando asoma la patita alguna frase contundente del tipo "Mi mujer y yo nos comunicamos en silencio, como las cucarachas desde hace 40 millones de años" o "Miro a mis hijos y me parece que los he comprado en un supermercado" o "Nos miramos y parece que estamos esperando a que alguien nos presente", pero más allá de eso y del elenco no hay nada que se pueda destacar. Para dormir, probablemente sea más útil que cualquier video de ASMR.

Primer film de Jacques Audiard, desde luego no tan potente y estiloso como los que vendrían tras "Un héroe muy discreto", pero bien interesante, con una ajustada combinación de comedia y cine noir, una estructura singular (dos líneas narrativas que avanzan paralelas en tiempos diferentes hasta converger) y un particular trío de personajes principales, creíbles al ciento por ciento gracias a la entregada labor de Jean Yanne, el improbable comercial vengador, Jean-Louis Trintignant, el viejo tahúr rengo, y Mathieu Kassovitz, el perrito faldero con una fuga en la azotea. La puesta en escena es aún titubeante, de guionista a los mandos, pero la historia logra cautivar y sorprender, y acaba por erigirse en una curiosa y tierna exploración del amor entre hombres. Recomendable.

Típico thriller con amnésico, giros, sorpresas y macguffin que no va muy allá a la hora de crear tensión, pero encierra una reflexión muy actual sobre la privacidad y una interpretación impecable de un George Peppard sobrado de presencia y confianza en sus planes. Servido con oficio por Lamont Johnson, deja muy poquita huella en la memoria, más allá del flequillo mesmerizante de su estrella principal. A los mandos del pertinente romance, una sosa Christine Belford, y perdido en medio de todo el tinglado de secretos militares y enemigos al acecho un digno Michael Sarrazin que sabe transmitir la fragilidad del personaje. Aceptable entretenimiento.