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Críticas de Felipe Larrea
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Críticas 276
Críticas ordenadas por utilidad
9
4 de febrero de 2009
25 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de denuncia casi siempre peca de maniqueísmo y de tono discursivo, problemas en los que años más tarde la obra de Aristarain caería con frecuencia. "Tiempo de revancha" es valiosísima porque presenta un modo completamente diferente de abordar temas sociales espinosos, que es el de mezclar géneros y no subrayar demasiado el aspecto ideológico.

Probablemente la dictadura militar obligó al director argentino a un esfuerzo de sutileza, como en España les ocurrió unos años antes a Buñuel, Berlanga o Bardem. Mediante un guión excelente, sin los monólogos propios de su autor, va montando una trama de suspense mucho más pendiente de emular a Hitchcock que de parecerse a Ken Loach.

La cultura laboral y empresarial que se retrata es inhumana y cruel, pero nada que no sea creíble en la Argentina de la dictadura militar, y porque no, de la democracia. Tampoco los protagonistas son personajes de una pieza. Aristarain es de izquierdas, y por supuesto los sindicalistas acaban mejor parados, pero tampoco son trigo limpio y sólo una punzada de dignidad los acaba salvando.

Un cine de estas características no se sostiene sin buenos actores. Si Federico Luppi hablara inglés le habría robado más de un papel a Gene Hackman, y gente como Julio De Grazia o Ulises Dumont son la definición del término "secundario de lujo".
Felipe Larrea
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7
14 de marzo de 2010
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
El principal aliciente de este documental es conocer todo un movimiento cinematográfico sin necesidad de ver ninguna de las películas que lo componen. El entusiasmo de Quentin Tarantino o de directores australianos posteriormente fagocitados por Hollywood, como Phillip Noyce, Russell Mulcahy o Fred Schepisi, no oculta en ningún momento que el "Ozploitation" era basura dirigida exclusivamente a los instintos más bajos de la población local.

Aunque yo en lo cinéfilo me alinee completamente con esos malvados críticos que despreciaban este género y adoraban a Peter Weir, me he enganchado a esta espídica sucesión de entrevistas y secuencias de persecuciones, sexo y violencia que capta perfectamente la mentalidad libertina de los 70 en combinación con la característica palurdez australiana.

Les pondré un ejemplo de diálogo entre un británico y un australiano, aunque hay muchísimos momentos destacables más:
-Se rumorea que todos los australianos son homosexuales.
-Se confunde, eso es una estrategia de comunicación del gobierno australiano para atraer turistas británicos.
Felipe Larrea
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10
10 de enero de 2009
26 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si es verdad, como he leído en la crítica de otro usuario, que es un plagio de "Casa de juegos" de David Mamet. No me extrañaría porque encaja como un guante en el estilo del creador de "Glengarry Glen Ross", con ese mecanismo de relojería por trama y esos personajes siempre en el lado más miserable de la existencia. Y también quedé con la duda, la primera vez que la vi, de si todo había encajado realmente, o era un juego de trilero como los de sus protagonistas.

Ahora esas consideraciones me dan igual. La he vuelto a ver y me he quedado estupefacto. Es un guión perfecto, con unos actores perfectos y una puesta en escena perfecta. No pierde ningún atractivo por saber de antemano el final (como le sucede a "Sospechosos habituales"), es fascinante descubrir en cada escena que el guión no tiene ni un sólo agujero y es tan extremadamente inteligente que me ha hecho sentir mentalmente pequeño.

Luego está Ricardo Darín, que si fuera más carismático se daría una paradoja en las leyes físicas y el universo implosionaría. Está su instantánea química con Gastón Pauls y está su galería de secundarios, a cada cual más perro y más desgraciado. Está el morbo de conocer por dentro el mundillo de los amigos de lo ajeno, y está esa estampa premonitoria y metafórica de la sociedad argentina, ese país unas veces al borde del desastre, y otras veces en el desastre.
Felipe Larrea
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7
23 de julio de 2010
33 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un indicativo para saber si una conducta minoritaria se ha aceptado socialmente es observar el tratamiento que le da Hollywood. Hasta ahora la homosexualidad –no sólo en la meca del cine- ha sido carne de cine independiente con algunos hitos vía reconocimiento en los Oscars, como “Philadelphia” (1993) o “Brokeback Mountain” (2005).

“Phillip Morris ¡Te quiero!” marca un nuevo techo en esta carrera, aunque cuente con el antecedente de "Una jaula de grillos" (1996), porque se trata de una comedia romántica protagonizada por grandes estrellas. No va a ser el taquillazo del verano, porque su indefinición entre una versión cómica de “Atrápame si puedes” y una versión intelectual de “Mentiroso compulsivo” va a dejar descolocado a más de uno. No obstante, es el paso previo a una superproducción en la que la presencia gay no se reduzca al amigo de la protagonista. Todavía falta un tiempo para eso, pero significaría la normalización total, igual que hoy en día Will Smith es la estrella más taquillera siendo negro.

No es sólo una cuestión de mayor o menor comercialidad, es que "Phillip Morris...” no ondea ninguna bandera ni se dedica a reivindicar nada, sólo cuenta un drama en clave de comedia en el que, casualidad, los personajes pierden aceite. Y cuando un enfoque tan original se encuentra con dos actores con sentido del riesgo y sentido del humor, sólo puede salir algo bueno.
Felipe Larrea
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8
1 de mayo de 2011
25 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Últimamente tiendo a ordenar mentalmente el cine en tres categorías:

1) Populista: Aquel que trata de saciar los instintos más primarios de un espectador al que en realidad el cine no le interesa. Por ejemplo el Hollywood más descerebrado, las españoladas o Bollywood.
2) Popular: Aquel que conecta con el público respetando y estimulando su inteligencia, de acuerdo a criterios objetivos de calidad. Por ejemplo, cualquier cineasta clásico o moderno que se haya labrado un prestigio "justificado": Alfred Hitchcock, Billy Wilder, Clint Eastwood, los hermanos Coen, Luis G. Berlanga, Steven Spielberg, etc. Me atrevería a incluir también a Ingmar Bergman.
3) Elitista: Aquel que busca estimular el ego de su creador y de los parásitos y papanatas que viven bajo su sombra. Un ejemplo bastante gráfico: "Uncle Boonmee", declarada mejor película de 2010 por Cahiers Du Cinema. No la he visto, como tampoco veré "A todo gas 5".

La clasificación es relativamente válida en otros ámbitos culturales, como la televisión, la gastronomía o la música. En otros casos solo añade confusión, como el de los automóviles: cuando uno se compra un BMW o un Mercedes quiere probar con "hechos" que es mejor que los demás, y de paso deslumbrar al personal con esos putos faros de xenon que la única razón por la que son legales es porque los legisladores los llevan de serie en sus coches. Pero, ¿en qué convierte eso a estos artículos de lujo?, ¿en productos populistas o elitistas? Todos los poligoneros de este mundo sueñan con un BMW, pero ninguno presume de poder decir de carrerilla "apichatpong weerasethakul" (nombre del director de "Uncle Boonmee"). La ministra de cultura sin embargo, se queda con el carro y escribe el nombre del inclasificable autor asiático sin faltas de ortografía.

Otros dos tipos que añaden confusión son Mariano Cohn y Gastón Duprat, responsables de "El hombre de al lado". Su película enfrenta a un representante del bando populista con otro del bando elitista mediante un conflicto provocado artificialmente por la actitud de ambos. El primero recuerda a aquellos justicieros cuyo concepto de la honestidad varía en función del rédito que les proporciona y que logran el reconocimiento social a base de caradura y sinceridad brutal. Algo parecido a House o Mourinho, o aún mejor, a un Coto Matamoros con el que guarda cierto parecido físico. Vamos, un tipo cuyo porte siempre desafiante solo cae medio simpático cuando se observa en la distancia.

El segundo es un arrogante desconectado de la realidad, arquitecto de renombre él, y para más inri dueño y señor de la única vivienda diseñada por Le Corbusier en América del Sur. Los directores se ensañan con ambas caras de la moneda pero ponen especial énfasis en el sosías de Julio Medem. Reconozco que he disfrutado con bastante maldad del linchamiento, especialmente con la épica mala leche de escenas como la escucha de música vanguardista o el ligoteo con la alumna.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Felipe Larrea
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