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Críticas de Toxicosmos
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
6
20 de mayo de 2016
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Películas como La bruja llegan con un aura marcado a la cartelera. Ya desde su estreno en el Festival de Sundance 2015 (donde ganó el premio al mejor director) la película obtuvo muy buenas críticas y comenzó a destacarse como una obra muy a tener en cuenta en el género del terror. No era extraño, por tanto, augurar una buena carrera comercial. Tras ver la película sorprende que un film de estas características haya tenido tanta visibilidad y presencia en nuestros cines. Se trata de una película complicada, diferente, más propia de Sitges vaya. Carne de risas de adolescentes despistados.

La bruja tiene una puesta en escena admirable, un BSO fantasmagórica y penetrante, un especial cuidado por la fotografía y las texturas saturadas y grisáceas que impregnan toda la película de un halo misterioso. El empaque es excelente. En ese sentido la película funciona a todos los niveles. Incluida la magnífica mano de Robert Eggers en los movimientos de cámara, la composición de planos y en el equilibrio estético. Especial atención merece el magistral uso de la luz, puro homenaje al claroscuro y con esencias rembrandtianas, capaz de dotarlo todo de una atmósfera lúgubre y penetrante. Pero entonces, ¿qué no funciona exactamente?

La película deslumbra en lo técnico y en el dibujo perfecto de un marco pertubador. Pero, de alguna manera, hay un gran desequilibrio entre las dos historias que mueven el relato: el reflejo de la vida de los primeros colonos británicos en una sociedad basada en la religión y la culpa y todo lo relacionado con la historia de brujería. No es tanto porque no encajen de por si, al contrario, ese enfermizo reflejo de una época donde la frontera entre lo real, lo divino, lo mágico casa muy bien con una inmersión en los miedos que sufrían entonces. Pero hay una desproporción entre el excelente retrato de lo primero y entre el flojo desarrollo de lo segundo.

El análisis del microcosmos familiar enfermizo derivado de la obsesión religiosa y de abandonar la colonia donde vivían (debido a sus férreas creencias) es muy acertado. El retrato de una época es profundamente verídico, el reflejo de sus usos y costumbres, el cuidado por los detalles, las incoherencias que los marcan como personas y, en general, todos los diálogos absorbidos por su devoción religiosa. Todo ese espacio causa terror, cultiva un escenario también marcado por lo sobrenatural que genera inquietud. Cuando esa historia entronca con la otra que tiene un peso esencial no funciona. El relato pierde fuerza y lo oculto, la brujería, las desapariciones no causan terror sino que casi molesta. No es creíble como se adentra en la historia, como la salpica y, exceptuando una par de escenas magníficas, no causa profundad inquietud. En relación al resto está muy poco trabajada.

Si antes comentaba el empaque visual y la impronta estética como un valor, la falta de encaje entre el retrato de una época y el terror de lo desconocido es el lastre de la película. Por como avanzaba el relato este debía ser una escalada de tensión y angustia, y al contrario, se llega a entrecortar, a tener un ritmo un poco sincopado que descoloca.

Sensaciones encontradas. Al final la certeza que me queda es que esta película lo tenía todo para apabullar pero que se queda a medio camino por su desequilibrio. Ocasión perdida.

https://incertidumbreycine.wordpress.com/2016/05/20/la-bruja-the-witch-robert-eggerts-2015/
Toxicosmos
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7
29 de marzo de 2016
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Después de ocho películas a sus espaldas y de marcar un perfil muy característico como autor, las películas de Quentin Tarantino ya se miden en una escala tarantiniana y se convierten en una apuesta por cuantas señas de identidad de su filmografía encontraremos en su nueva película.

Los odiosos ocho no necesita demasiado para mostrar el sello de su director: desde los protagonistas con Samuel L. Jackson, actores (relativamente) venidos a menos como Kurt Russell o recuperaciones de alguna estrella ochentera/noventera (en este caso Jennifer Jason Leigh); la oscarizada música de su admirado Ennio Morricone que en seguida tiene un peso específico, brillantes diálogos a ninguna parte o algunos elegantes planos en la nieve pura marca de la casa.

¿Pero qué le pedimos a una peli de Tarantino? ¿Su sello y ya está? Lo indudable es que como autor tiene mucho valor lo que ha conseguido en estas dos décadas tras las cámaras: unos patrones, un estilo. Cada vez se echa más de menos en el cine actual.

La película comienza con ritmo, potente. Pronto, no obstante, la película va volviéndose perezosa, con una narración un poco torpe y poco fluida, algo que ya mostró en su anterior película, Django desencadenado, una de sus obras más fallidas. ¿Está Tarantino perdiendo músculo en uno de sus pilares? En esos magníficos diálogos presentes en toda su filmografía. Hasta cierto punto sí, tiene una primera parte un poco remolona que hasta que no estalla queda un poco sincopada, y sí, he seguido con cierta falta de interés.

Cuando la película encuentra su tono basado en la sospecha y la duda, se suelta un poco y comienza a profundizar en sus personajes que hasta ese momento estaban un poco desdibujados. Ahí comienza a ganar enteros. Cuando ya juega un poco con su estructura le da aire y cuando se suelta del todo ya nos hemos plantado ante otra buena película que nos sirve Tarantino. Hay cierta falta de finura en la película, y en sus personajes, pero en cierto momento la película consigue su cadencia adecuada, fluye mejor, e incluso donde en un principio pensabas que faltaban unos cuantos tijeretazos en la sala de montaje compruebas que al final se agradece su duración porque da la correcta dimensión a la película.

Tarantino vuelve a ofrecer una buena obra, otra más en una filmografía plagada de hallazgos. Desde los más evidentes (Reservoir Dogs, Pulp fiction o las Kill Bill) hasta películas excelentes que pasaron más desapercibidas como Death Proof. Dos décadas aguantando y sobreviviendo a ser Tarantino. Por el momento no está nada mal.

https://incertidumbreycine.wordpress.com/2016/03/29/los-odiosos-ocho-the-hateful-eight-quentin-tarantino-2015/
Toxicosmos
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8
13 de agosto de 2016
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La exploración y disección del amor sadomasoquista. Esta es la propuesta que presenta el prometedor Peter Strickland, británico que realizó la más que interesante aunque algo fallida Berberian Sound Studio en 2012.

La dominación sexual ha estado presente en grandes obras como la infravalorada Secretary o La pianista aunque la que catalogo como la películas más perturbadoramente sexual (o perturbadora a secas) es Crash de David Cronenberg. La película ofrece imágenes, reflexiones e interpretaciones a la altura de estas. Se trata de una obra con gran equilibrio estético, de relato, de propósito, ambientación y llena de sutilidad.

The Duke of Burgundy tiene un formalismo exultante. Cuidado extemo en los encuadres, la luz, la excelente música y en especial un sonido brutal que como ya se vio en Berberian Sound Studio es un tema que obsesiona a Strickland. Se puede oír de manera intensa el aleteo de las mariposas (una de las protagonistas es entomóloga) hasta el sutil estallido de una pompa de jabón. Las imágenes superpuestas, las constantes referencias a la entomología y los planos cortos dan a la película un aura especial, pura identidad visual.

Junto a ello un apasionante análisis de lo que es dominar y ser dominado. Cynthia y Evelyn (deslumbrantes Sidse Babett Knudsen y Chiara d'Anna absolutas protagonistas del film) son una entomóloga de éxito y la criada que realiza las tareas del hogar. Partiendo de una relación de dominación previa (dueña y asalariada) rápidamente pasan a mantener una relación personal. Resulta interesante el hecho de que se trate de una relación de amor sadomasoquista lésbico ya que no resulta tan fácil confundir determinados roles como propia extensión de la sociedad. Pero...¿por qué le produce placer ser dominada? La película brilla cuando explora no solo lo sexual, donde todo tipo de perversión es más entendible, sino a todas las esferas de la vida. A una le gusta dominar y a otra ser dominada, quizás una vuelva a buscar a su madre y otra la hija que nunca tuvo, así como las personas salvadoras natas buscan siempre a quien salvar -aunque nadie se lo pida- y las personas con tendencia a ser víctimas buscar una persona salvadora. Probablemente si sentáramos a Cynthia y Evelyn en una consulta terapéutica habría mucha tela que cortar y curiosamente donde lo sexual sería lo más anecdótico.
The Duke of Burgundy también propone mirar a la evolución de una relación de este tipo. Al fin y al cabo la película trata una pura relación de amor con la natural aparición de inseguridades, celos y rutinas. Con la tan habitual sensación de que una de las dos quiere evolucionar y ve la vida un poco distinta y la otra sigue disfrutando con lo que siempre han tenido. La exploración es sutil pero ilustrativa. La necesidad de aprobación y sobretodo de control de la dominada es infinita. Ella quiere total sumisión a sus designios pero dentro de unas reglas del juego. No le gusta que le castiguen, le gusta la sensación de que le están castigando y el control que sobre todo esto ella tiene. El amor y el sexo como un libro de instrucciones minuciosamente pautado.

Como en la extraordinaria Magical girl también existe una palabra para parar el juego sexual cuando, digamos, ya no hace ningún tipo de gracia. Desde luego con películas como The Duke of Burgundy dan ganas de nunca decir Pinastri.

https://incertidumbreycine.wordpress.com/2016/08/13/the-duke-of-burgundy-peter-strickland-2014/
Toxicosmos
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7
6 de abril de 2016
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el año 2008 el Festival de Sitges proyectó en una de sus maratones la película Vinyan. Vinyan es una película fascinante, penetrante, arriesgada y con mucha personalidad. Al acabar la multitudinaria proyección (era en el Auditori) se llevó una sonora pitada de buena parte de los asistentes. Era un veredicto ya intuido por las risas escuchadas previamente en escenas, obviamente, no risibles. La verdad que me impactó esa opinión de los asistentes porque me pareció una gran película. Detrás estaba el belga Fabrice Du Welz al que, pese a todo, no le seguí más la pista.

Años después, en 2014, y de nuevo en Sitges, proyectaron la última obra de Fabrice Du Welz: Alleluia protagonizada por una sublime Lola Dueñas. La película de nuevo volvía a ser provocadora, brillante, hipnótica. Lo de Vynian no fue casualidad. Dotada además de un extraño sentido del humor, una violencia enfermiza y un acertado uso del tono, la imagen y las texturas.

Con este bagaje me acercaba a una obra anterior del director belga: Calvaire, rodada en 2004. Y de nuevo me encuentro una gran película y con un sello muy similar a las anteriormente citadas. Como sus otras dos obras enseguida despierta la atención, es evidente que el cine de Du Welz es hipnótico. El motivo se me escapa aunque algo se puede intuir. Solo sé que escapa un poco a lo más racional para enseguida captar mi atención en esas historias extrañas, llenas de personajes apesumbrados y llenos de matices. Matices mostrados, como esa residente del geriátrico que se declara al personaje principal de Calvaire. Con poco, con dos miradas furtivas, una declaración y una mirada escrutante desde la ventana ya ha explicado una historia y ha dado una dimensión a los personajes. Es muy hábil en la construcción de los protagonistas.

Sin embargo el tono de Calvaire va por otros derroteros. Se enclavaría en esas películas de pesadilla pura que conecta con historias como las de Misery o Funny games. Historias angustiosas, penetrantes, horribles. La película está impregnada de terror, desde los extraños seres que habitan el pueblo, al dolor del protagonista, a la crudeza de la imagen, no tanto por lo que muestra (que también) sino por los planos cortos, el color saturado, la escenografía, la cámara nerviosa. Todo está envuelto en halo de auténtico calvario.

Película fascinante, talentosa, otra más de Fabrice Du Welz, un cineasta que apunta muchas maneras.

https://incertidumbreycine.wordpress.com/2016/04/06/calvaire-fabrice-du-welz-2004/
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5
1 de abril de 2016
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ma ma pasó sin más hace unos meses por nuestra cartelera, con varias malas críticas y sobre todo levantando más desgana que expectación.

Resulta sorprendente en una película dirigida por Julio Medem y protagonizada por Penélope Cruz y Luis Tosar. La carrera del director vasco es un enigma difícil de descifrar. Ha pasado de de firmar algunas de las mejores películas españolas de los 90 a pasar desapercibido, o peor, denostado. Si el circuito de grandes festivales cinematográficos tenía a algún director español en cuenta, aparte de Pedro Almodóvar, era a Medem. A esto se le puede dar la importancia que cada uno considere pero es muy ilustrativo que haya dejado de aparecer de manera tan repentina de esos escenarios y que tampoco haya ningún otro cineasta español que acuda de manera recurrente a ellos.

Decía antes que era un enigma pero no de modo literal. La explicación es clara y meridiana: ha pasado de firmar grandes películas a películas mediocres. El enigma sería saber en qué punto le abandonó su talento innato para crear fábulas, escenas de un lirismo nada impostado, grandes interpretaciones y su mayor seña de identidad: crear belleza donde otros caían en el ridículo. Las primeras cinco obras de Medem (Vacas, Tierra, La ardilla roja, Los amantes del círculo polar y Lucía y el sexo) tuvieron un enorme éxito de crítica y reconocimiento y personalmente me parece de lo mejor que ha hecho el cine español no solo en los 90 sino con carácter general. Historias llenas de personalidad, de poderío visual, de riesgo, de equilibrio.

La pregunta es: ¿Qué hay de esto en Ma ma? Y la respuesta es concluyente: absolutamente nada.

La películas se mueve en el drama absoluto y, lo más flagrante, padece una dependencia total de ese drama para avanzar. Su estructura en lugar de ser un delicado aparato lleno de aristas y perspectivas (como antaño) es un sucesivo índice de desgracia acumulativo. Su poder visual ha pasado de ser algo sugestivo a aséptico. En un primer momento, situada la historia en el hospital puede tener cierto sentido pero la acompaña toda la película. Es un film demasiado blanco, así sin más.

La película se sostiene, hasta cierto punto, por sus tres intérpretes principales (no así en la mala elección del niño protagonista) que hacen un generoso esfuerzo, especialmente en el caso de Penélope Cruz.

Varias escenas se mueven peligrosamente en el filo del ridículo, en este caso más flagrante porque eran precisamente en las que brillaba Medem. El brillante formalismo de sus películas queda aquí acartonado y el exceso de dramatismo desfigura el drama real y los matices de esta historia.

Las últimas esperanzas de ver el mejor Medem van desapareciendo. Tras la muy fallida Caótica Ana nos deja está fallida Ma ma. Sin embargo, esperaremos sentados para ver si el viento de la inspiración llega de nuevo al director vasco.

https://incertidumbreycine.wordpress.com/2016/04/01/ma-ma-julio-medem-2015/
Toxicosmos
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