He vuelto a verla y le he subido la nota. Y he decidido escribir, aunque ya ves, mis palabras quedarán sepultadas, ¿a quién le va a interesar casi diez años después mi opinión?; está todo dicho, ya no hay debate, esto no es llegar tarde a la fiesta, esto es como haberse acercado a una gran masa de gravedad enorme que haya dilatado mi tiempo. Ya se sabe que Einstein tenía razón, lo sabía Nolan y nos lo explicó de forma cojonuda.

Por eso escribo, lo hago por mí, me envío un mensaje desde el pasado, ya que no puedo hacerlo como hace Matthew McConaughey desde el futuro en uno de esos momentos más inexplicables y oscuros de la película de Nolan. Incluso lo de Gargantúa y su agujero negro (que por cierto, no debería ser negro... bah, qué más dará...) queda más claro, o lo de que cada hora allí supondrán 28 años en la Tierra (más o menos)... Para flipar en colores. Una odisea espacial de lo más interesante. Con el componente humano que nos hace diferentes de las flores y otros seres vivos: nosotros sentimos. Y vivimos con la certeza de nuestra propia muerte. Nuestro cerebro nos engaña a veces, pero morir, moriremos todos.

Queda claro que somos una plaga, eso me ha gustado. Y que vayamos al planeta que vayamos estrujaremos sus recursos. Caiga quien caiga. Por el bien de la especie.

Qué asquito.

Bueno, el personaje de Matt Damon es con el que más me he identificado, ahí queda.

Cuando vuelva a verla dentro de diez años igual pienso de otra manera. Igual soy otro. Igual ni estoy, las probabilidades de morir en diez años no creo que sean pocas...

¿Es de culto ya?; claro, la parieron ya con esa etiqueta...

Aquello del dogma suena a rollo para intelectuales del que mejor salir huyendo. Si esa huida es al oeste norteamericano, en una época que todos conocemos, mejor. Parece un chiste, pero no lo es: una película de daneses, realizada en Sudáfrica, planteada en algún lugar semidesértico de los incipientes USA y en la que aparece Eric Cantona. No es un chiste, no, es una realidad. Y llegados al actual siglo todos sabemos que realizar un western va a ser sí o sí buena parte de homenaje, no por subirse a una diligencia tenemos que acordarnos de Ford, los ataúdes, el sheriff cobarde, arrastrar a alguien con un caballo...

Claro, todo son homenajes y hay hasta quien ha visto a Sergio Leone, lo cual precisamente es lo que más pongo en duda. ¿La lluvia y la venganza de "Sin perdón" de Eastwood?; vale, de acuerdo, pero yo a Leone, puestos a opinar siempre lo he puesto a comer a parte y aquí no tiene sitio...

En todo caso todo el que adore el cine tiene que aceptar que el western es imprescindible en la historia del cine y "The salvation", con todos sus errores, es una prueba de ese amor al séptimo arte. Aunque su director flirteara con el dogma. Tengo que decir que la fotografía en la presentación, con las escenas nocturnas clave de la diligencia, parecen una película distinta a la que luego tiene lugar. El malo malísimo con su tropa de pistoleros en mi opinión baja el nivel, y eso que la violencia aumenta cuando parecía imposible. Todo en su sitio, brillante por momentos, dura como la piel de un cactus sin espinas, bruta y sucia...

No se ganará el cielo del séptimo arte ni entrará en la lista de mejores películas, ni siquiera entraría en un top de esos interminables de mejores comedias. No es una obra maestra ni falta que hace, a menudo pienso que en demasiadas ocasiones cuando nos ponemos delante de la pantalla somos demasiado exigentes, algo que con el cine español en concreto sucede con demasiada frecuencia. Puede que seamos demasiado duros, demasiado críticos, demasiado malos.

"Mañana es hoy" no sería jamás una opción, ni siquiera para echar la siesta un domingo por la tarde, sólo lo ha sido porque ha entrado en juego el azar y las casualidades, se me ha puesto delante y de lo burda y absurda que es al principio he decidido acabar de verla. Una de esas plataformas para ver tv ha tenido la culpa, se te pone delante, lees la sinopsis, haces un click y esperas a ver lo mala que es. Puro azar, puro caos.

Y no es tan mala, ni mucho menos, merece mayor valoración. De hecho han habido varios momentos en los que me he descojonado vivo. Y eso es mucho más de lo que consigue la mayoría de comedias. Especialmente el personaje del hijo es la releche. Lo del padre no tiene nombre, para mí lo clava, es una puta risa. He dicho que no es perfecta, desde luego, todos los viajes en el tiempo siembran dudas: siempre queda suelto algún cabo.

Pero no por ser española es peor antes de verla. Hacen un viaje en el tiempo en un patinete acuático.... Otros se fueron en un DeLorean o incluso en un jacuzzi... Cuestión de gustos... Yo lo he pasado genial por momentos...

Británica cien por cien, allá donde miremos, allá donde nos lleven. Verla en versión original supone apreciar mucho mejor su idiosincrasia, porque aquí además de la historia, vamos a encontrar signos de esa pulcritud, de ese humor propio de ellos, de su seriedad, su ironía y en definitiva la manera de ser de un pueblo que los hace diferentes al resto. Pero esto va de un atraco, del hierro frío de las armas de fuego, de taparse la cara y llevar a cabo un plan que si se ejecuta bien debería convertirlos en leyenda, además de millonarios.

Son ocho, pero podrían ser más, o menos, el caso es que forman un grupo de ex militares a quienes en su momento las cosas no les fueron demasiado bien. Sea como sea, para que este tipo de subgénero funcione tiene que tener todo lo que tiene "Objetivo: Banco de Inglaterra": la aportación necesaria de cada miembro del grupo, especialista como nadie en algo decisivo, una preparación del plan que no admite errores y por fin la ejecución del plan. Problemas, pueden aparecer en cualquier momento, porque además para ello está la policía detrás, alerta, silenciosa, siempre esperando a echar el guante.

Una pequeña película que apenas llamará la atención en el actual siglo, pero qué manera de entretener y de pasarlo bien con este tipo de cine...

La capacidad de imitar a Frank Sinatra por parte de nuestro triste protagonista es lo de menos, con en esa presentación de lujo es más que suficiente para entender que lo importante es la más tremenda equidistancia entre las vidas del imitador y el imitado. Uno es un triunfador al que toda la vida le sonríe la suerte mientras que el otro, maldita palabra, es un perdedor.

La película intenta escapar de la desolación más insondable a través de algunas notas de humor, sin mucho éxito ciertamente, lo cual no afea la historia de Antonio, que es el nombre del personaje que interpreta de forma majestuosa Alfredo Landa. Con las estridencias justas, porque a menudo se mezcla con unos secundarios a los que no queda otra que darles algún grito, la historia de ese personaje es inevitablemente la del desconsuelo infinito. Y ya no es que le deje su mujer por un mulato, ya no es que se enamore de una prostituta y las cosas no vayan bien, se trata de su propia esencia. Nuestro Sinatra está condenado y arrastra su pena allá donde va. Y eso que no es mala gente.

Por suerte para nosotros, los enamorados de la Barcelona catalana, podemos disfrutar de unas imágenes únicas que apenas quedan en el recuerdo. Y revivimos esa ciudad preolímpica, y en contraste suenan las letras de Sabina, madrileño como el que más. Y la mezcla es una maravilla. Vale la mucho la pena.