En el año 2002, David Lynch sorprendió a sus fans presentando la mini serie “Rabbits” en su página web. A través de ocho episodios de nueve minutos de duración, Lynch nos invitaba de nuevo a su peculiar universo. Esta vez presentándonos una especie de obra teatral representado por tres conejos gigantes. Sin una trama concreta (o lógica), con pequeñas conversaciones y largos espacios de silencio, “Rabbits” se convirtió de inmediato en un fenómeno nuevo a tener en cuenta en la filmografía de su director.
Surrealista, agobiante y pesadillesca, “Rabbits” nos presenta a tres conejos gigantes en una habitación (interpretados por Scott Coffey, Naomi Watts, Laura Elena Harring y Rebekah del Río). Siempre en plano general, con risas enlatadas en los momentos más inesperados, silencios que incomodan al espectador rotos por frases y diálogos sin sentido. Como suele ser habitual en los trabajos de Lynch, la sinopsis que presentó parecía bastante sencilla, nada más lejos de la realidad: En una ciudad sin nombre, inundados por una lluvia continua, tres conejos viven con un terrible secreto. Un secreto que jamás se descubrirá, con una serie de momentos que complican o desvirtúan esa supuesta sinopsis argumental, “Rabbits” es simplemente una pesadilla filmada, una inquietante pesadilla.
En el año 2006, Lynch rodaría INLAND EMPIRE, incluyendo en su metraje varias secuencias de la serie así como incluyendo el personaje del conejo macho, llamado Jack, en la trama (si es que existe) de la película.

Esta película llena de esos tópicos tan manidos para cualquier fan del subgénero: violación con correspondiente venganza, grupo de matones asesinos y violadores sin ninguna humanidad... no funciona en este film donde vemos lo de siempre sin añadir nada nuevo.
Con más que claras influencias (¿copias?) de Ms 45, La última casa a la izquierda y Escupiré sobre vuestras tumbas, Run! Bith Run! se queda a medio camino entre un chiste entre aficionados y un fake trailer de Grindhouse de larga duración.

Rodar la ficción (la realidad ficcionada como se suele decir) es una tarea muy complicada donde el director corre el riesgo de exagerarla o minimizarla si no anda con pies de plomo.
La realidad nos rodea, no es tan difícil plasmarla en imágenes porque tan sólo hay que echar un vistazo alrededor, al exterior.
David Lynch plasma lo que hay en el interior, en el sueño, en el inconsciente, en lo que no nos podemos fijar porque tarde o temprano tendremos que despertarnos. Y su soltura en este campo es maravillosamente surreal. Durante casi tres horas nos hace abandonar toda lógica para sumergirnos en sueños, pesadillas, deseos, visiones, sentimientos... David Lynch rueda lo que otros no pueden ni imaginar y el resultado es una película única que no ofrece respuestas, sino preguntas. A través de laberintos oscuros cuyo final desconocemos, descubrimos que ninguna pregunta ha sido respondida pero da igual. Los sueños tampoco tienen respuestas y a todos nos encanta soñar.

Esta película que apenas se conoce de Jesús Franco (como gran parte de su imposible filmografía) pasó prácticamente inadvertida en nuestro país. No así en el extranjero donde incluso llegó a comercializarse en formato DVD en su momento.
De nuevo el tío Jess nos ofrece un cóctel disparatado de mujeres desnudas, erotismo cañí, matrimonios sádicos y canibalismo.
El argumento es muy sencillo: un matrimonio maduro invita a su chalet aislado a una pareja y a una joven chica que se convertirá en presa viviente de una caza humana con el fin de devorarla en un siniestro banquete.
Los diálogos, la estructura del film y los giros de guión siguen un poco la línea de sus últimas películas. Esto es, hacer prácticamente lo que el director quiere sin preocuparse lo más mínimo por el resultado final. Pero curiosamente le sale una película de terror castizo con ciertos tintes de humor patrio que combinados da como resultado un film bastante visible y hasta con cierta gracia.

Prácticamente desde sus inicios, el grupo "Kiss" se convirtió rápidamente en una marca registrada superventas que supieron explotar muy bien el filón. Y obviamente tuvieron que dejar su peculiar huella en el mundo del séptimo arte.
Kiss Meets the Phantom of the Park es un buen ejemplo de ello. Un buen ejemplo de como el cine no sirve tan sólo para entretener al público y contar historias, sino también para inmortalizar con el paso de los años pequeñas joyas insólitas que hoy en día son olvidadas o ignoradas por la mayoría del público.
En esta película se unen de la manera más disparatada y original el rock and roll, la ciencia ficción, el humor más absurdo y las artes marciales con una autenticidad y una falta de vergüenza dignas de admiración.
Lejos de ser una obra de arte e incluso una película correcta, Kiss meets the Phantom of the Park es una graciosa anécdota rockanrollera con bastante gracia e incluso tierna en sus imperfecciones.