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España España · Barcelona
Críticas de zoquete
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Críticas 40
Críticas ordenadas por utilidad
9
19 de julio de 2005
46 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Veréis, cuando una película sobre un vivero de criminales se llama “Ciudad de Dios” me siento desarmado. Cuando un pueblo laureado por su carnaval muestra con sangre su cara menos festiva, se me acaba la ironía. Cuando la violencia tiene origen en un trío denominado “Ternura”, decido que dejaré para otra opinión las metáforas, ya suficientes en esta película.

Arranca la historia presentándonos la matanza de unas gallinas, a las que se les corta el gaznate y arrancan las plumas. Una de ellas se rebela y se cuela entre las piernas de sus ejecutores. Una voz de alerta y una legión de chiquillos que se lanzan a la captura del pobre animal. ¿Podrá escapar? La gallina cuenta con una agilidad extrema, dos veloces patas y dos alas que le permiten sobrevolar escalones sin tropiezos. Los niños disponen de revólveres, pistolas y altas dosis de crueldad.

La cinta muestra una escalada en violencia a lo largo de una treintena de años en una barriada marginal de Río de Janeiro, las raíces del conflicto y las consecuencias de las decisiones individuales. Nos lleva de la mano de “Buscapé” y “Dadinho”, criados y maltratados por el mismo entorno, pero de trayectorias muy diferentes. Tanto el primero como el segundo parecen poseer un carácter, más allá de las circunstancias, que les lleva a rechazar o aceptar el crimen. ¿Realmente están decidiendo?

Decidir, la clave. Observamos el crecimiento de estos chicos, desalmados, chorizos, maleantes y pensamos: ¡qué lacra social! podrían enderezarse y escoger el “buen” camino. Pero para escoger hay que tener, al menos, dos alternativas. Son sólo críos y se están matando. Si William Golding hubiera conocido estas favelas brasileñas, no hubiera necesitado de una isla desierta en su “El Señor de las Moscas” para mostrar a niños en su salvajismo más primitivo. Hablamos de un barrio maltrecho donde la violencia, la dureza no es una opción, es supervivencia.

Afortunadamente nosotros caímos en el bando bueno. Nuestras decisiones son más correctas: escoger banco para la hipoteca, o comercio para las rebajas. ¿No será que nuestras traiciones, mezquindades, deslealtades están lo suficientemente amordazadas, suavizadas y justificadas tras la comodidad burguesa? “Ciudad de Dios” también nos muestra la transformación de uno de los nuestros, amoroso amante y noble trabajador. Su mujer es violada y el hermano asesinado. Quiere mantenerse íntegro, exigiendo el respeto por los inocentes, pero ¿ puede? ¿tiene ya algo que perder?

La película confirma que la violencia engendra violencia. La pregunta, más inquietante, es cómo romper la espiral. ¿Nos dejamos intimidar, nos escondemos o esgrimimos un arma? ¿Más propuestas? Hay quienes se recrean en el dolor, propio o ajeno. Los segundos me inquietan especialmente.

¿Conseguirá sobrevivir el pollo o se convertirá en el despiadado entretenimiento de sus perseguidores? ¿No hubiera sido mejor que aceptara la misma suerte que sus iguales, una muerte rápida e indolora?
zoquete
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7
19 de julio de 2005
31 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué deseamos? En primera instancia todos gritaremos ´¡un ferrari, un chalet, una orgía...!´ Sí, sí, tú también, aunque te apresures a proclamar ´paz en el mundo´. Dejemos de engañarnos, la pregunta se refiere a nuestros íntimos deseos y no a aquellos que nos gusta hacer públicos. Deseamos aquello que nos causa placer... físico o mental. Más que nunca, el ´ojos que no ven, corazón que no siente´ se hace auténtico. ¿Qué nos importan las guerras celebradas hace mil años? ¿y las violaciones que se pertrecharán dentro de cincuenta lustros? ¿qué nos perturba un agonizante enfermo cuya carne lacerada jamás ha sido rozada por nuestros dedos, si jamás hemos escuchado su llanto desesperado, olido su putrefacción o vista su mirada de ultratumba?

El doctor Fausto es, por encima de todo, un hombre de ciencia. Su trabajo le obliga a mantener a diario un semblante de seriedad innegable, pues trata a pacientes terminales. Se enfrenta a las lágrimas de quienes ven ya desahuciados a sus seres queridos, presencia los incontenibles orines de quienes no soportan la cruel presión de perder sus afectos. El doctor Fausto firma impertérrito los partes de defunción, vomitando tales imágenes de dolor en sus supuestos momentos de ocio y descanso. ¿Descanso? La vivencia de tantas transiciones vida-muerte han convertido al escrupuloso doctor en un rígido moralista incapaz de permitirse el más mínimo ardor fuera de su calibrado orden racional.

´Fausto 5.0´ es una recreación moderna del famoso mito de Goethe, de la contradicción razón-pasión, del enfrentamiento a nuestros propios apetitos, de la vitalidad tras el destierro de los prejuicios. Así, no tarda en surgir una representación del mal, que invita al doctor a cumplir sus ansias más insospechadas, incluyendo aquellas imposibles de confesar.

La película no gustará a una mayoría del público, pero es un acierto para los amantes del género. La ambientación es inquietante, casi asfixiante. Las transgresiones se suceden, aunque en menor medida de lo esperado por tratarse de un trabajo firmado por ´La Fura dels Baus´. Eduard Fernández no desciende un ápice en su agresivo ritmo interpretativo dedicado a engalanar personajes de carácter. A Najwa Nimri le corresponde un papel comedido, pero con escenas de gran intensidad que la justifican (atención a su diálogo con el propio Fernández, lleno de gamas expresivas, tanto por la dicción como tras el lenguaje corporal). El protagonista, Miguel Ángel Solá, austero y comedido, en un personaje que le permite desplegar momentos muy convincentes, especialmente en sus estados de tensión y ansiedad.

Vuelve a preguntarte, ´¿qué deseas?´ y recuerda que el cumplimiento de tus deseos no tiene ninguna relación con el paraíso o con el infierno. Recuerda además que no se puede desear un cálido verano sin haber sufrido las inclemencias del rudo invierno. No se pueden desear las pulsaciones de un amor enfebrecido sin conocer la insensibilidad de una piel ignorada.
zoquete
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7
15 de enero de 2007
27 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un gran rascacielos en el Paseo de la Castellana de Madrid son convocados siete aspirantes para un proceso de selección de personal para un cargo supuestamente de gran responsabilidad.

Apenas se presenta a los candidatos al puesto, ya se vislumbra esa gran etiqueta en la frente que muestra sus variopintas personalidades: el bravucón, el seductor, el flemático, la suspicaz, el escéptico, el pacato, la conciliadora… también está la cínica, el violento, el triunfador, la imperturbable, el impetuoso, el sereno, el insolente, el… ¿son sólo siete? Oops, perdón, será que las etiquetas no están tan claras.

"El método" se basa en encerrar en una misma sala a profesionales de alto nivel, de aquellos responsables de dirigir grandes departamentos o empresas, con el objetivo "sólo puede quedar uno" que motiva, alimenta y justifica una lucha previsiblemente sin cuartel, aunque sea de cuello blanco.

Resulta cuando menos curioso el gran conjunto de alabanzas que ha recibido esta obra, calificándola de "real como la vida misma".

Todos los personajes se muestran muy convincentes en sus respectivos cometidos, y los actores no son menos. Estamos hablando de una nómina que incluye a Carmelo Gómez, Eduardo Noriega, Eduard Fernández, Natalia Verbeke, Najwa Nimri, Ernesto Alterio, Adriana Ozores y un Pablo Echarri que desconocía, pero que en absoluto desmerece al resto. Ritmo muy bien trabajado, en continuo ascenso hacia un desenlace que imaginamos explosivo. Ambiente opresivo, aséptico, casi dolorosamente frío. Diálogos fantásticos, coreografía grandiosa y no poco meditada alternancia de protagonismo entre los personajes.

Sin embargo, la película no muestra, no desarrolla, no se recrea: concluye. Contrariando a tantos que la definen como película inteligente, me parece antes una obra que, más que ofrecer elementos de reflexión al espectador, nos trae directamente el mensaje masticadito.

Por favor, a quienes vean en la película cierto atisbo del frío capitalismo, que me lo indiquen. Eso sí, antes permitidme invitaros a observar la cola de la carnicería cuando se les ha estropeado el suministrador de números para la tanda; o a disfrutar plácidamente de los risueños rostros de los viajeros del metro en hora punta; o a visitar una guardería, con madres y padres codos en alto para ser los primeros en entrar a por sus hijos; o, digámoslo ya, preguntar a vuestras conocidas por posibles proposiciones sexuales que hayan recibido (sólo supuestas, por favor, y a una amiga de una amiga, que eso sólo pasa en el cine); a vuestros conocidos por comisiones, por costes de "representación"; seguid riéndoos de la frase " los negocios se cierran en los bares y restaurantes"… ¿Nada? ¿de verdad os sigue impresionando "el Metodo"?¿es que de repente han desaparecido todos los clientes, proveedores, jefes de este país?

Las elipsis son un buen recurso, pero si abusamos demasiado de ellas… ¿queda algo más que el decorado?
zoquete
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8
21 de marzo de 2009
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gozas de una posición acomodada, que no necesariamente satisfactoria, en tu trabajo. No sabes cómo, tu profesión constituye un importante eje de tu existencia. ¿Por el dinero? Sí, aunque nos gusta pensar que hay algo más (reconocimiento, prestigio, crecimiento, autonomía...)

Imagina que debes faltar un día. Habrá que tener una razón para el jefe, o para el cliente (si uno es el amo), o para el socio…

Imagina que decides faltar un mes. Ahora la inquietud cambia, ya no se trata de cómo lo justificas ante los demás, ahora pasa algo más grave ¿cómo lo haces ante ti? ¿Qué es eso tan importante que te hace dejarlo, te hace confinar tu rutina profesional a la más baja de las prioridades? Sin duda algo vital que hacía tiempo teníamos muy abandonado…

En esta película he aprendido que la música clásica tiene cuatro tiempos, mientras que los ritmos africanos sólo tres. Que para tocar el djembe (el tam tam de toda la vida), hay que arrojar fuera los pensamientos y dejarse llevar por el ritmo, sólo sentir… ¡qué cosa tan difícil hoy en día!


Pues bien, vayamos a por el primer tiempo: los tambores y la vida dulce.

Walter Vale es un profesor universitario que intenta tocar el piano mediante reglas, las que sean. Así también lleva su trabajo, inflexible frente a los problemas personales de uno de sus alumnos y de una colega con quien comparte un artículo.

Tarek es un músico sirio que toca el djembe y que lleva su vida según la hora árabe. Primando la alegría del momento sobre la planificación y rigidez de las normas.

Se cruzan sus vidas y, sin embargo, no hay choque, sino una deliciosa permeabilidad inesperada que permite que fluya la generosidad de ambos. El profesor descubre un sutil, pero poderoso, nuevo impulso vital en el tambor.


Segundo tiempo: la cárcel y la vida amarga.

Asistimos a una conferencia sobre el efecto de la globalización en países en desarrollo y a la detención arbitraria de Tarek, que posteriormente es enviado a inmigración por no disponer de los debidos papeles. Aparece el desconcierto, la lucha, la rabia, las lágrimas, el abogado, la impotencia, la frialdad de los carceleros…

Tercer tiempo: la madre y la vida agridulce.

Como joven alegre que es Tarek, nos encontramos con la aparición de una madre atenta, cariñosa y preocupada. El contraste entre ella y el profesor se pone de manifiesto en la manera de afrontar la detención del joven, pero nuevamente sin fisuras, en armonía, de una forma encantadoramente amable… lo único hostil en este cruce de vidas es el entorno.


Ninguna sorpresa, ninguna trampa, el natural transcurrir de los hechos previsible, pero con la fuerza emotiva de unos personajes que nos hacen sentir bien, que nos hacen sentir mal, que nos hacen sentir. Una película para degustar con sutileza, no demasiado recomendada para quienes buscan emociones fuertes, pero sí para quienes escojan emociones profundas más que intensas, de las que requieren algún bagaje en nuestra maleta existencial…
zoquete
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7
19 de julio de 2005
21 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo tengo todo: belleza, dinero, poder, amor... o, al menos, todo lo que perseguís la mayoría de vosotros.

David Aames (Tom Cruise) es heredero de un imperio editorial, rico entre los más ricos del planeta, llamado ´guapito´ por su mejor amigo Brian (un irónico y acertado Jasón Lee que parece arrastrar cierto lastre Kevin Smith). También se muestra como irresistible seductor con licencia para ignorar a una bellísima amante, una Cameron Díaz que mezcla su indudable sex-appeal con cierta indefinición del personaje (entre eterna risueña y angustiosa histérica).

Salud, dinero y amor. ¿Acaso tienes algo mejor que ofrecerme? ¡Pues disfrútalo! No me envidies, no me juzgues... incluso te permito que me compadezcas pero, eso sí, ahórrate esa frase recurrente ´lo que haría con lo que tienes´ ¿me envidias por lo que tengo o me desprecias por cómo lo empleo?

El Sr. Aames sufre un aparatoso accidente que le desfigura el rostro, destrozando algo más que una mejilla o mandíbula, algo más que una imagen. La preocupación por eliminar aquella solitaria cana entre cabellos acostumbrados a peluqueros de cien dólares pasa a convertirse en ansia por eliminar la cara en su totalidad.

No tenéis ni idea de las luchas que libro día a día. Cuando alguien como yo tiene una mirada hipnótica, una jugosa cuenta corriente y recibe un halago tras otro sin pedirlo, ¿qué diferencia puede encontrar entre esforzarse o mostrarse negligente?

El deseo desesperado por una nueva vida le enfrenta a sus ansias más primitivas, a sus temores más íntimos, a un redescubrir de sí mismo donde intensos momentos de felicidad se cruzan con atroces desgraciadas. Un torbellino de contradicciones donde existe un enigma por resolver y demasiados sentimientos opuestos por conciliar.

¿Te has enfrentado alguna vez contigo mismo? Perdona, no me refería a eso, hablaba de un enfrentamiento ´real´, ese del mismo nivel que empleas contra tus adversarios... contra aquel que desea arrebatarte la novia, o el otro que pretende injuriar a tu padre, o del otro que desea desprestigiar tu carrera. ¿Lo has hecho? Ahora dime, ¿puede haber peor enemigo?

´Vanilla Sky´ es un acertado doblete de una ya de por sí doble película que habla sobre doble vidas y doble percepciones. Para muchos de nosotros, ´Abre los Ojos´ nos requirió una segunda visión para entenderla (y disfrutarla) en su totalidad. Verla una tercera vez no es en absoluto una mala alternativa, especialmente si impactantes escenas como una Gran Vía madrileña totalmente desierta se honran con un Times Square neoyorquino igualmente desolado, si actores como Kurt Russell o Jason Lee ejercen un ajustado trabajo y, sobretodo, si toda una industria americana se rinde ante un autor como Amenábar respetando la casi totalidad de las mejores escenas de la original española. Parece que los productores han respetado un cierto ´No cambies lo que no puedes mejorar´.
zoquete
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