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Argentina Argentina · Mar del Plata
Críticas de Letraceluloide
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
4
31 de diciembre de 2012
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Londres, 1891. Entregado por su propio padre (Anthony Hopkins) Lawrence Talbot (Benicio Del Toro) es encerrado en el Hospital Psiquiátrico de Lambeth. El médico psiquiatra, quien ya lo había tratado cuando era niño, decide experimentar con él y lo expone a la luna llena, en un laboratorio colmado de facultativos, tratando de demostrar que la licantropía existe sólo en la mente de Lawrence. Como era de esperar, Lawrence se transforma en lobo, asesina al médico, a sus colaboradores y a todos los que se cruzan en su camino, huye por los techos ante la impotente persecución de la policía y se refugia debajo de un puente a orillas del río Támesis.
Esos escasos ocho minutos y medio constituyen el único fragmento de la película que posee cierta intensidad y suspenso. Es que la remake de El hombre lobo dirigida por Joe Johnston (a pesar de contar con los avances lógicos que se produjeron en el campo audiovisual) no alcanza en ningún momento la atmósfera de misterio que envolvía a su antecesora de 1941. La oscuridad, las ruinas, la escenografía gótica y los esporádicos toques expresionistas no logran conformar el clima que requiere este tipo de películas.
La propuesta del film es limitada y carece de cualquier tipo de estremecimiento merced a su falta de fluidez narrativa y tensión argumental. Hay un uso excesivo de flashbacks que no aportan nada nuevo en el desarrollo de la historia y la subtrama romántica, la relación entre Lawrence y Gwen (Emily Blunt), está tan desprovista de pasión que uno se pregunta por qué la chica se sacrificaría por ese hombre que es prácticamente un extraño para ella.
El guión escrito por Andrew Kevin Walker y David Self, que carece de una elaboración siquiera aceptable, despliega demasiadas líneas interpretativas innecesarias (la leyenda gitana, la parábola del hijo pródigo, el psicoanálisis) que se pierden en el camino y no alcanzan a darle a la película la densidad dramática pretendida. En este sentido, tenemos un enigma (¿quién asesinó a Ben Talbot?); además, Lawrence está enamorado de una mujer que se parece muchísimo a su madre muerta (por la que él sentía adoración) y sobre el final pretende matar a su padre: la relación familiar reposa sobre una estructura edípica que parece haber sido aprendida en un artículo de la revista Cosmopolitan.
La obviedad del guión y la falta de esmero a la hora de delinear los personajes principales no constituyen una base firme para que se luzcan los protagonistas y, consecuentemente, emerge otro de los grandes problemas de la película, ya que los excelentes actores que los encarnan parecen haber olvidado todo lo bueno que desarrollaron en anteriores producciones. El multifacético Benicio del Toro no alcanza la fuerza expresiva que lo llevó a interpretar maravillosamente al Che Guevara en la película dirigida por Steven Soderbergh y cuando se desborda está muy lejos de exhibir la locura frenética que caracterizaba al Dr Gonzo (el personaje de Pánico y locura en Las Vegas); Anthony Hopkins resulta repetido y, por más que sea un lobo, no tiene la ferocidad de Hannibal Lecter o de Tito Andrónico; a Emily Blunt le falta la pasión y el dramatismo que transmitía al enfrentar los conflictivos primeros años de su reinado en La joven Victoria y Hugo Weaving no es el perseguidor implacable de Matrix.
En este contexto, cuesta mucho entusiasmarse con el relato. A pesar de su corto metraje (aproximadamente noventa minutos) la película se hace larga, la pelea final no le interesa a nadie y el espectador desea que abunden las balas de plata para que maten a todos y se termine lo antes posible.
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7
31 de diciembre de 2012
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Muchos nos preguntábamos, cuando se anunció que el productor Joel Silver (Arma mortal, entre otras) había solicitado los servicios de Guy Ritchie para filmar una nueva versión de Sherlock Holmes, como se conciliaría el estilo hiperkinético del director con la templanza que caracterizaba al detective a la hora de utilizar el razonamiento deductivo. Nos preguntábamos si este nuevo trabajo del ex esposo de Madonna sería un punto de inflexión en su carrera y adoptaría nuevas estrategias detrás de las cámaras. Nada de eso pasó, hubo cambios pero no en el director sino en el personaje: Ritchie construyó un Sherlock Holmes muy distinto al de las interpretaciones tradicionales.
Tal como Sir Arthur Conan Doyle propuso en relatos como "El vampiro de Sussex" o El mastín de los Baskerville la trama del film presenta una gran tensión entre lo sobrenatural y lo científico que, por supuesto, será resuelta de modo racional desenmascarando las elaboraciones ocultistas. Pero, si bien la habilidad deductiva del detective se manifiesta en varios pasajes (aunque a veces se torna demasiado explicativo), en ciertos sentidos, la película de Ritchie acerca a Sherlock Holmes al policial negro. ¿Por qué? En primer lugar porque los crímenes no son gratuitos. El policial clásico separa el crimen de su motivación social y aquí tenemos un villano despiadado, Lord Blackwood (Mark Strong), que tiene una pequeña motivación: tratar de dominar el mundo (tal como le diría Cerebro a Pinky).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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