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España España · Sevilla
Críticas de Mario
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Críticas 38
Críticas ordenadas por utilidad
7
8 de marzo de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Claude Sautet (1924-2000) es un director de cine francés poco conocido en España, y de corta filmografía, por la razón de que cuida meticulosamente todas sus películas. Ésta, Un corazón en invierno, por ejemplo, le costó cuatro años de preparación. Sautet encontró un día un libro de Mijail Lérmontov (1814-1841) -escritor y poeta romántico ruso, coetáneo de Alexander Pushkin-, “Un héroe de nuestro tiempo”, escrito en 1839 a raíz de un duelo que había mantenido el autor con otro joven, y se prendó de él. Lo leyó muchas veces, se interesó por la vida del escritor y con todos esos mimbres empezó a escribir el guión de “Un corazón en invierno”. El protagonista del libro es Pechorin, un joven dolido y despechado por el amor no correspondido hacia varias mujeres.Fue un hombre de carácter huraño, que retó y fue retado a varios duelos y que murió en uno de ellos cuando tenía 27 años. Para este duelo eligió, expresamente, el borde de un precipicio a fin de que, "si uno de los combatientes cae herido mortalmente, su destino quede sellado".
El relato que entusiasmó a Sautet, que figura en el diario de Pechorin, cuenta la historia de un oficial de la aristocracia zarista que se finge enamorado para conquistar a la novia de un compañero de cuerpo. Cuando ella se le entrega apasionadamente, él la rechaza con bestial indiferencia: "Yo a ti no te amo". En esta narración está basada la película. Stéphane es socio de Maxime, él fabrica violines mientras Maxime se preocupa más de la venta y el fomento del negocio. Stéphane es un luthier apasionado, ama su trabajo y conoce hasta el mínimo fallo en las vibraciones de las cuerdas. Un día aparece por la tienda Camille una bella y joven violinista obsesionada con la música de Ravel. Y surge un triángulo amoroso amenizado por los violines de la Sonata y el Trío del compositor francés. Película íntima, desgarrada, llena de emociones sutiles y de momentos melancólicos. Muy recomendable.
Mario
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6
28 de agosto de 2009
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película de aventuras, divertida y un tanto infantil. A veces parece un cómic. Muley Al Raisuli, un jefe rebelde de una tribu bereber, rapta en Tánger a una viuda norteamericana y a sus dos hijos para pedir un rescate por ellos al sultán. En EEUU hay un presidente intervencionista, Theodoro Roosevelt , que hace del incidente una cuestión de honor y ordena el desembarco de una flota para resolver el problema. Dos actores geniales Sean Connery y Brian Keith dan vida al rebelde y al presidente Roosevelt, y un viejo director John Huston, al secretario de estado norteamericano. La viuda Pedecaris y sus dos hijos sufren el síndrome de Estocolmo y acaban admirando y ayudando a su secuestrador Al Raisuli. El comienzo fulgurante del film, con las duras escenas del asalto de los bereberes a la casa palacio de la viuda, se diluye poco a poco, y hay momentos en los que surge el aburrimiento. Lo que intriga es saber si lo que cuenta el film es un hecho real o una pura invención de los guionistas. Y curiosamente, de los españoles –que en esos años sostenían ya una difícil estancia colonial - no hay la más mínima alusión a lo largo de toda la película.
Mario
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8
31 de julio de 2009
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joseph Losey realiza El criminal en Inglaterra en 1960. Había nacido en Wiscosin (EEUU) en 1909. Abandonó los estudios de medicina por los de Letras, doctorándose en la universidad de Harward. Hace critica literaria, ejerce de periodista y trabaja en el mundo teatral. Siguiendo los pasos de su paisano Orson Welles da el salto al cine, siendo su ópera prima El muchacho de los cabellos verdes. Realiza luego El merodeador -un remake de M, el vampiro de Düsseldorf - y El tigre dormido, ambas en colaboración de guionistas y actores militantes de la izquierda norteamericana como Dalton Trumbo y Howard Da Siva. Acusado de comunista, lo era en verdad, tuvo que exiliarse a Inglaterra perseguido por el Comité de Actividades Antiamericanas. Era el año 1951 y Losey se encontraba en Italia rodando Intimidad con un extraño.
En una primera etapa inglesa realiza films dramáticos como Eva, de serie negra, La clave del enigma, o antibelicistas como Rey y patria... Posteriormente Harold Pinter colaboraría con él en la realización de tres de sus mejores películas: El sirviente, Accidente y El mensajero.
El criminal pertenece a su primera etapa. Se trata de un relato duro y sórdido que tiene lugar en el interior de una prisión londinense y en los arrabales semidesiertos de la ciudad.. No es un relato policíaco - el robo en el hipódromo aparece de forma casi elíptica - sino más bien de caracteres,de las relaciones de dominio dentro de la prisión, de las mafias que la dominan y de las componendas entre presos y guardianes. Algunas escenas son memorables: la de la celda y los dos matones que van a dar una lección frustrada a Bannion (Stanley Baker), la búsqueda del dinero enterrado en el campo nevado, la fiesta en la que aparece la novia del protagonista... Impresiona la dureza y la violencia contenida del protagonista Stanley Baker, cuya interpretación es sobresaliente, así como la calidad de todos los intérpretes secundarios. Sobrecoge la mole exterior de la prisión y la sordidez de sus dependencias. La genial banda musical, que suena de forma obsesiva a lo largo de la película, pertenece al compositor John Dankworth. El tema central se titula Balada de la prisión y la interpreta Cleo Laine, una famosa cantante londinense de jazz, casada con el autor de la música .
Mario
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7
28 de julio de 2009
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
David Lean nació en el seno de una familia cuáquera inglesa en 1908. Su tío le regaló a los 12 años una cámara y su ama de llaves, muy aficionada al cine, le contaba las películas que veía. Ambas circunstancias marcaron su destino. Su estricta educación no le permitió asistir a una sala cinematográfica hasta los 17 años. A partir de entonces se dedicó por entero al cine al encontrar empleo como montador en unos estudios. Durante su época inglesa dirige películas muy interesantes como Breve encuentro, Cadenas rotas y El déspota. A partir de ahí trabaja fuera de su país. Locura de verano, rodada en Venecia, es su primera película en esta nueva etapa. Le seguirían superproducciones que han quedado como hitos en la historia del cine: El puente sobre el río Kwai, Lawrence de Arabia, El doctor Zhivago, La hija de Ryan y Pasaje a la India. Para rodar estas películas David Lean estaba expuesto a todos los avatares. “Sólo trabaja en la incomodidad. Le gusta vivir en una tienda de campaña, sin agua ni luz, en condiciones muy exigentes. Yo, en cambio, sólo puedo rodar con agua corriente y el International Herald Tribune; si no, me siento sucio y mal informado», afirmaba con ironía el maestro Billy Wilder refiriéndose al director británico.
Locuras de verano es un canto a los viajes, otra de sus aficiones. Los viajes en tren, así comienza y acaba esta película. Él lo decía en una entrevista: “No sé por qué pero hay trenes en la mayoría de mis películas. Supongo que es por el niño que hay en mí, he tenido trenes de juguete desde pequeño. Igual se trata de algo particularmente inglés, pero no lo creo.
Katharine Hepburn llega a Venecia en tren, asomada a la ventanilla cámara en mano, filmando todo lo que ven sus asombrados ojos. Radiante de felicidad. La luz del mediterráneo, los canales, las palomas revoloteando, las terrazas, la ciudad entera le conquistan el espíritu.
Se aloja en la pensión Fiorini al pie mismo de un canal. En la terraza de la pensión, oyendo las canciones napolitanas que cantan los ocupantes de las góndolas que pasan, Jane, siente la llama del amor. Está en Venecia pero se siente sola. Su corazón viene de EEUU endurecido por alguna dura experiencia pero Venecia se lo ablanda. A ello va a contribuir la ciudad con sus encantos y un anticuario, también con amores contrariados. El regalo de una gardenia desencadena una hermosa historia de amor. Y el tren y esa flor serán al final de la película dos elementos esenciales. El que vea esta película y no sienta deseos irrefrenables de ir a Venecia carece de sensibilidad. Es una tentación, aunque no encuentre sentada en una de sus terrazas a la elegante y serena señorita Jane tomando un café. Seguro que éste fue unos de los viajes más inolvidables de David Lean.
Mario
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9
18 de abril de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Julius Dassin (1911- 2008) es un director de cine estadounidense de ascendencia judía que tuvo que marchar a Francia al ser incluido en la lista negra de Hollywood durante el macarthismo. Allí cambió su nombre, lo afrancesó, por el de Jules, y rodó lo mejor de su obra inscrita en el cine de gánsteres y policiaco de posguerra, en el llamado cine negro: Fuerza bruta (1947), La ciudad desnuda (1948), Mercado de ladrones (1949) y Rififí (1955) de la que Truffaut dijo: De la peor novela que he leído, Dassin hizo la mejor película de cine negro que yo haya visto nunca".
Dassin se casó con la actriz griega Melina Merkouri y realizó en Atenas Nunca en domingo (1960), una película griego-estadounidense escrita, producida, protagonizada y dirigida por él. La banda sonora, que incluyó la canción “Los niños del Pireo” de Manos Hatzidakis, ganó el Oscar de ese año.

En “La ciudad desnuda” Jules Dassin nos ofrece su particular visión de Nueva York, tal como hará muchos años después Woody Allen. Nueva York, y en especial Manhattan, se convierte en un "personaje" más de la cinta, como un testigo que cuenta lo que ocurre en sus calles. La película está íntegramente rodada en exteriores, en las calles de la metrópoli, en pequeños apartamentos. Así, la cámara de Dassin recorrerá con modernos travellings las calles plagadas de gente transitando sin descanso por las aceras, a niños jugando con el agua que sale de las bocas de riego o saltando a la comba en medio de la calzada, o a los desquiciados ciudadanos aprisionados en asfixiantes vagones de metro y en viejos autobuses interurbanos. Igualmente Dassin no dudará en mostrar a policías pateando las calles en busca de cualquier pista que ayude a esclarecer el caso más oscuro, y todo ello empleando el sano recurso de entremezclar a los actores con la muchedumbre sirviéndose, para conseguir este halo de verismo, de unos innovadores planos cenitales al más puro estilo de la Nouvelle Vague. En ciertos planos Los cuatrocientos golpes, y Al final de la escapada son rotundos calcos de las secuencias fotografiadas doce años antes por Jules Dassin. La escena de la persecución final rodada en el puente de Williamsburg es redonda.

Ya desde la primera secuencia, una portentosa toma en helicóptero que muestra los impresionantes rascacielos de la isla de Manhattan, llega una sorpresa: los títulos de crédito, en lugar de aparecer escritos en la pantalla son narrados por la voz en off de uno de los productores. Voz que nos acompañará en muchos tramos del film, como si fuera una película para ciegos. Dassin optó por no contratar a una estrella para el papel de protagonista, no quiso que la ciudad perdiera importancia, que fuera ella la diva del film. Para ello contrató al veterano Barry Fitzgerald como protagonista, conocido porque había sido el que interpretó al amigo borrachín de John Wayne en El hombre tranquilo. Fitzgerald da vida al comisario jefe, un personaje entrañable del que no conocemos nada de su vida privada. A su lado, un actor bastante más atractivo, Don Taylor, que aparece como un novato e imberbe compañero - tiene planta de torero - que acaba de aterrizar en la comisaría y en la ciudad con su mujer e hijo con el objeto de resolver un enrevesado caso de asesinato cometido por un desconocido homicida contra una joven maniquí.
Sin duda la película de Dassin es una joya. Otro maestro, Billy Wilder, afirmó algo que logra La ciudad desnuda : "Si el cine consigue que un individuo olvide por dos segundos que ha aparcado mal el coche, no ha pagado la factura del gas o ha tenido una discusión con su jefe, entonces el cine ha alcanzado su objetivo". No hay más que añadir. Invito a quien no la haya visto a que la descubra. Se va a sorprender.
Mario
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