No es la mejor película de Kubrick, al igual que tampoco es un atraco perfecto. Pero sí es el mejor rodaje de un atraco que jamás se ha filmado en la historia del cine. Kubrick demuestra, y lo seguirá haciendo, que es, seguramente, el que mejor ha movido nunca una cámara. Las imágenes que proyecta son un cúmulo de esencias sutiles que consiguen diseccionar todos los pasos que dan los protagonistas, sobretodo cuando ejecutan el plan, cuando pegan el golpe, y cada detalle se hace no sólo muy apreciable sino, también, ampliamente duradero en la retina.
Es una perfecta guía de cómo robar un hipódromo, o de cómo encarar el desarrollo de cualquier golpe que se desee dar, y además tiene la ventaja de que te enseña ciertos problemas que se te pueden dar y cómo te pueden echar abajo la operación. Seguro que muchos ladrones aprendieron cosas útiles de ésta película, pero también es cierto que muchos directores aprendieron del maestro Kubrick a hacer cine de robos, golpes, atracos.

Ford nos enseña el alma de las cosas, nos retrata maravillosamente los sentimientos, y lo hace en cualquier marco posible.
Qué verde era mi valle es una historia que Ford nos cuenta sobre un valle dedicado a la minería, y mirado desde el punto de vista de los protagonistas: una humilde familia, y numerosa, de mineros. En parte la historia parece vista sólo por el miembro más pequeño de la familia (que es a su vez el que hace de puente y nos conecta con la historia). Pero, aunque el niño tiene el mayor protagonismo, la historia se ve desde muchos otros ángulos.
La película nos muestra la más bella e inocente felicidad: la infancia. Nos enseña mucho acerca del sacrificio paternal; del amor fraternal; del respeto a la familia; del destino de los hijos, muchas veces el mismo que el de los padres.
La película habla, también, del anhelo, de recobrar el esplendor, de recuperar lo perdido. Pero todo se esfuma y todo va a peor, nunca vuelve a ser como antes, y nunca dejas de esperar que sea como al principio. Y aquí, al contrario que en el final de la primavera, en la que sí podemos soñar con la próxima, con sus colores y sus aromas, no sucede lo mismo. No se puede volver hacia atrás, no se puede, pero siempre nos quedará la nostalgia, nuestra bonita y dolorosa nostalgia. ¡Qué verde era mi valle!

Al ver aquél inmenso mar de TATANKAS, me di cuenta que de lo que habla realmente ésta película no era esencialmente de INDIOS, sino de equilibrio, de libertad, de desarrollo sostenible. En aquel mundo las cosas se hacían con sentido, con respeto, no sólo a sus iguales sino, también, a lo que los rodea, a la naturaleza que es realmente su modus vivendi, su despensa, pero que no hay que olvidar tampoco que sigue siendo la nuestra en la actualidad.
Mato búfalos (TATANKAS) pero no a toda la especie; cojo realmente lo que necesito y el año siguiente volveré a tener suficiente para coger lo que preciso. Sólo los mas fuertes sobreviven, los que aguantan en épocas de escasez, los que tienen una salud de hierro. Ello se llama selección. La naturaleza selecciona a los más fuertes y los premia. Puede considerarse cruel desde nuestro actual punto de vista. Pero en realidad lo cruel es nuestro sistema actual. Los débiles sobrevivimos gracias a la medicina moderna. Cada día somos más los que habitamos el mundo, y muchos no servimos a la sociedad como ésta merece. Y ésto último que he dicho puede resultar aún más cruel, pero acaso no es penoso y cruel el acoso y derribo que infringimos continuadamente, día tras día, sobre la naturaleza, como consecuencia de todo lo anterior y por culpa, también, del inhumano desequilibrio de riqueza, causado a su vez por una mala gestión de las mismas que tiene como principal objetivo llenar los bolsillos de unos pocos. El cuento de nunca acabar, que acabó con la libertad de los SIOUX, y que acabará desgraciadamente con la madre naturaleza, no sin pasar antes por encima de nosotros como una apisonadora; porque nosotros precisamos de los recursos que la naturaleza nos brinda para poder subsistir. Justamente igual que aquellos INDIOS con los que el hombre blanco acabó, y que al parecer eran mas sabios que nosotros porque ellos sí cuidaban de su fuente de vida.

Quizá, no se. Quizá esté en un error, pero pienso que la prensa le hace (le ha hecho y le hará) mucho daño al mundo. Y, sin embargo, dentro de todo el tiempo que he dedicado para llegar a semejante conclusión, me he dado cuenta que sin ella el mundo sería una debacle aún peor. No quiero resultar ambiguo. Lo que pretendo decir es que tal y como somos los seres humanos, nuestra naturaleza, necesitamos algo que nos proteja, que nos valga de escudo, que aumente la fuerza y el eco de nuestra voz, que diga que los débiles, los que no nos podemos valer por nosotros mismos, los que no tenemos poder para enfentarnos al sistema, estamos aquí; existimos. Y esa herramienta es el periodismo, los medios de comunicación. Pero por el camino estos medios, mientras que nos sirven y ayudan, nos manipulan, nos engañan y torturan. Nos alimentan con mentiras para que nosotros les demos dinero, les demos poder. Es algo siniestro, deleznable, apesadumbrante, pero cierto... y no sólo lo creo yo. Esta película es la mejor muestra que el cine ha hecho (pero no la única), y además con una sutil y esmerada y brillante forma que no deja dudas acerca de la avariciosa ambición del ser humano, y del daño que uno de éstos puede hacer cuando tiene detrás de si una herramienta tan poderosa que es capaz de conseguir que lo que escriba su pluma, lo lean en minutos cientos de miles de personas, y teniendo la garantía plena de que lo que lean esos cientos de miles se trata de la pura realidad; la verdad absoluta. Tristemente hay muchos carnavales por el mundo (sólo hay que ver el caso de la niña de los Mc Cann) producidos por aquél mal necesario que responde al nombre de prensa; y sguirá habiendo tristes y grandes carnavales mientras que el ser humano siga como es, y mientras sigamos así seguirán habiendo muchos otros males necesarios que nos permitan mal vivir en este mal habitado mundo.

Como ciudad me quedo con la Habana, como película con Casablanca. Pero resulta injusto decir que ambas se parecen. Y lo sería injusto para las dos.
Cuando llegó el final de la película, de Habana, me dije a mi mismo que tenía cierto aire a Casablanca. Pero un aire lo tienen muchas películas a otras anteriores, y sin embargo no por ello se parecen.
La verdad es que estas dos películas poco se parecen, tienen poco en común. Lo poco que tienen, lo que a mi me hizo asociarlas, fue una determinada siuación de orden amoroso que es parte fundamental de la historia que se cuenta, pero que no deja de ser una situación que no se pueda dar en muchas historias de amor. Quizás, eso sí, el guionista la sacara de la mítica película de Bogart, y no de la vida real para la película de Redford.