La película de la Coixet intenta excusar en su cuidada fotografía y sus acertadas localizaciones la fallida estructura dramática que presenta el guión.

Siempre me ha parecido que el flash-back es anticinematográfico en algunas ocasiones y terrorista que atenta contra la inteligencia del espectaodor en otras veces. Es terrorista pues es explicativo, y el cine debe mostrar y sugerir, no darlo todo masticadito. Es anticinematográfico pues acaba con la concepción del aquí y ahora que una película debe tener para poder embaucar a nosotros los espectadores.

Pues bien, esta película no sólo está compuesta por un flashback que no tiene nada de interesante (el filme bien podía haberse rodado sin la historia del viejo) sino que además es un flashback en el que el viejo narra acontecimientos que él no ha presenciado y, es más, nunca se le han explicado. Es decir, conoce cosas que como personaje no debiera conocer, pero al convertirse en un narrador con voz en over debe relatar para que el espectador no se pierda.

Además, la historia es previsible, llena de clichés, con actores poco adecuados y lenta hasta decir basta, a pesar de su reducido metraje. Sé que Isabel Coixet no es mala, porque el realizar una película con tanto sentimiento como "Cosas que nunca te dije" es algo revelador, pero creo que debe esperar a volver a tener sentimiento para una película y no lanzarse precipitadamente a realizar películas como esta o "Mi vida sin mí".

Siempre está bien ver a Monica Bellucci, pero prefiero ojearla en revistas o anuncios, porque como actriz...

La represión familiar es un tema que rara vez se lleva al cine. No tenemos ni idea de la cantidad de influencia que los padres dejan sobre el futuro de sus hijos.

Para empezar el refrán ese es ya en sí mismo un ejemplo de cómo la educación ha sido siempre (y seguirá siendo, supongo) una forma de dominio sobre el inferior, el hijo. En el refrán se trata a los niños como cuervos, un animal feo y traicionero. Los padres se dejan llevar por la cultura y el pasado para pensar que sus niños algún día les sacarán los ojos. "No hagas esto.... Cómete esto...... Eso es malo..... No hagas tonterías......". Al parecer todo lo que hacen los niños está mal, todo se les echa por tierra.... ¿cómo van a salir, entonces?

Ya lejos de la psicología o filosofía paternal, la película es conmovedora en algunas ocasiones e inquietante en otras muchas. La buena mano de Saura (esta vez, sí) y la penetrante mirada de una Ana Torrent en estado de gracia (ahora ya es otro cantar) nos conducen por unos recuerdos que se mezclan con la realidad más amarga.

El cine español, esa gran fábrica de tópicos, está de enhorabuena. Unos (pocos) realizadores han optado por un cine directo, sin mecanismos, sin mentiras (aunque alguna trampa siempre se cuela) en su concepción. Así, últimamente hemos descubierto a Rosales, a Aguilera, a Cortés, a Rebollo... Judith Colell se agarra de la cintura al último de ellos y ya forma parte del tren que puede salvar nuestro cine.

La película de la catalana tiene uno de sus puntos más fuertes en la interpretación. Silvia Munt y Mercedes Sampietro se salen. Además, hay otra gran noticia en el cine español: Sergi López no es el único actor español al que no debería darle vergüenza decir que es actor; Álex Brendemühl ya se consolida con este papel. Si este año no gana el Goya por ésta o (sobre todo) por "Yo", la Academia debería recibir otra recogida de firmas (como la que va a recibir desde indignados.org por tener la poca vergüenza de eliminar las categorías de los cortos) por tal fallido fallo.

Así como "Cría cuervos" es la mirada de Ana Torrent, esta película es la angelical cara de Sarah Patterson. Si los 90 minutos hubieran sido un primer plano de su cara la película sería igual de buena. Es en este tipo de casos ("Cría cuervos" y ésta) cuando la elección del cásting es realmente acertada.

Aparte de esto, lo mejor de la película es la dirección artística, que es impresionante. Esos paisajes acartonados, con la constante niebla, los árboles brillantes. "Decorados falsos", podrían decir algunos. Vale, de acuerdo, pero no es de forma inconsciente, ya que, ¿qué son los cuentos? Esta película es un cuento, y por tanto el paisaje es acartonado, no es real. Para ver una localización de extrema realidad me veo una de Michael Moore.

Pero lo que más me ha sorprendido de todo es el mensaje que se nos ofrece. Siempre de niños nuestros mayores nos contaron las historias de Caperucita, Hansel y Gretel y demás gentecilla que se supone servían para que diferenciáramos el bien y el mal. Pero. ¿qué coño? No eran más que cuentos en los que se nos enseñaba a acatar prohibiciones: "No salgas del camino de baldosas amarillas", "No hables con extraños", "Vuelve antes de las 12"... Si no haces todo esto... Puedes morir. Pues bien, lo que critica aquí Neil Jordan es que dejemos de contar historias de este tipo a nuestros hijos o sobrinos, porque realmente no son cuentos infantiles, sino historias gore (como vemos) que nos asustan y nos cohíben de trozos de vida que podríamos haber disfrutado si no hubiésemos conocido a Caperucita o la abuela que la parió.

Una película muy original, diferente, con una buena curva dramática y una casi perfecta dirección en las escenas siniestras y del más puro gore.

Jóder, cuando la película arrancó habían pasado ya 90 minutos. 90 minutacos de Mcguffin. Podía haberse terminado ahí, la verdad. Porque, ¿quién es el osado de hacer una película de 30 páginas de guión en 2 horas y media? Ah, sí, el Michael Bay éste.

Michael Bay se basa en un sentido del humor que me hace gracia los primeros 30 minutos porque el prota lleva un rollo pringao con el que me identifico, pero me aburre luego, porque es que no evoluciona nadie, sabes lo que va a pasar, te sabes las gracias antes de que pasen...

Peleas de robots en las que la cámara se mueve más que la de von Trier, en las que los robots no se distinguen, no sabes quién es el bueno, quién le ha dado un puñetazo a quién (o si ha sido un puñetazo y no una patada). Todo acompañado con un contínuo ruido de chatarra y pistolas cargándose que me sacaba de quicio. Unos robots que parecen gilipollas y además hacen gracias malísimas...

Fui a verla a Kinépolis, a la sala 25, y me dormí, a pesar de todo el ruido de chatarra y disparos. Porque Michael Bay no hace más que mierda en esta peli, en la que un videoclip para bakalas tras otro se unen con alguna gracia que me daban ganas de vomitar.


Y sólo aclaro una cosa: no soy un friki que sólo ve a Bergman y Tarkovsky. Sólo que esto lo calificaría como... puta mierda.