Pero es otra cosa. Es un arma de destrucción masiva. Setenta y dos años después aún golpea en el centro de la tormenta; su onda expansiva rompe los cimientos de los bienpensantes.
Vaya con Capra. A la gente le gusta más esa que les hace babear en Navidad. La del ángel que salva a Jimmy Stewart. Qué vean ésta. El verdadero rostro de Frank. Suave como el visón, acerada como una epidural. Vive como quieras es una guía para la rebelión. Jamás el anarquismo fue tan divertido y tan ácrata. La película que le gustaría a Kropotkin.

Recién vista en el maratón de cine europeo de los UGC, Hilde es un biopic similar en duración y objetivos a Ray o La vida en rose. Heike Makatsch interpreta a una cantante -hasta ahora desconocida para mí- llamada Hildegard Kneft.
Es un peliculón superior a las dos citadas. El guión mantiene hasta el final la realidad emocional del personaje -complicado en estas historias río- y su relación con el tutor Erich Pommer es una clave interesantísima.

Finalizado el año de las epopeyas psicotrónicas -empacho veraniego de zombies, robots y superhéroes- el cine documental nos regala una joya cómo Guadalquivir. En la línea de Nómadas del Viento y otros documentales de naturaleza con hondura creativa la película de Gutiérrez Acha juega bien sus cartas: imágenes imperecederas, sonido espectacular -veanla en salas ATMOS- y montaje de cine.
Sin embargo dónde la película sorprende es en su verbo, el guionista -Fernando López Mirones, el zorro del asunto- traslada su versión adulta de la antropomorfización disneyana al verbo prodigioso de Estrella Morente. Y funciona.

Que joyita. Sí, es una película extraña. Y sí, es hija de su tiempo. Pero tiene una enorme realismo emocional. Cada personaje del terceto protagonista respira su propio aire. Qué difícil es hacer una cinta así. Chapeau, Sr. Passer.

Los amigos pedantes de Woody han corrompido la belleza. Saben mucho de Elliot, Mozart y arte moderno pero desconocen el verdadero amor. He tenido que ver por vigésima vez la película para darme cuenta.