Salvaje es un trepidante thriller hecho sin grandes pretensiones de absolutamente nada pero terriblemente eficaz en su intento de generar adrenalina durante hora y media. La idiotez humana queda reflejada en los títulos iniciales con cierta presencia de los dispositivos digitales y móviles que tanto protagonismo tienen en la película y que nos están dejando el cerebro como una cocina de Pesadilla en la cocina: lleno de mierda.

El comienzo supone la dura y feroz carta de presentación del personaje de Russell Crowe que es la de un hombre hastiado de la vida y de la gente que siente que ya nada tiene que perder y esto lo convierte en una bestia humana muy peligrosa y pesada. Por otro lado están Rachel (Caren Pistorius), una joven madre un poco torpe y desastre, y su hijo. Crowe interpreta a esa clase de tipo al que nadie debería de enfadar y Rachel comete la torpeza, más por orgullo que por razón, de no reconocer un error o dar unas “simples” disculpas ante un hombre que en ese momento es un vaso lleno de agua y Rachel es esa gota que lo colma.

La película se ha comparado, acertadamente, como una mezcla entre El diablo sobre ruedas y Un día de furia y aunque es posible que se sitúe un escalón por debajo, lo cierto es que no desentona e intenta usar sus armas para brillar con luz propia y lo consigue gracias a su mayor valor: Russell Crowe. Da igual esté como esté y haga lo que haga porque es un actorazo con un gran magnetismo que siempre consigue atraparte y… que te pongas de su parte aunque estuviese impartiendo una coferencia sobre micromachismo y patriarcado. Esto hace compensar la previsibilidad de Unhinged a pesar de contar con algunos pasajes más atrevidos.

Lo mejor de la película es su capacidad para entretener al espectador y el tratamiento del ritmo y la acción que la hacen funcionar bien como bloque, sin embargo, su final es lo menos creíble por la forma de desarrollarse y más si hablamos que lo que sucede es cuerpo a cuerpo, es decir, a cojones. Y atentos a la última escena porque podría sacarse más de una conclusión y no todas serán del gusto de los que gasten la piel más fina que un pétalo de flor.

P.D: Mis condolencias a la familia de la señora que iba pintándose los ojos para estar mona mientras conducía, pero la verdad… ¡bien merecido!

Una película cuyo humor inteligente no es apto para necios.

No es una película cómica que persiga la carcajada fácil, sino que está llena de pasajes inesperados y originales que te hacen ver como en una noche puedes verte involucrado en mil cosas diferentes sin haberlo buscado.

Es evidente que no es el registro típico de Scorsese pero quizás ahí esté la clave de su maestría para dominar cualquier tipo de género cinematográfico.

Gran película. 8.

Reflejo de cómo hemos llegado a la actual crisis económica que tan sólo es la parte visible del iceberg ya que detrás suya existe una gran crisis de valores que desemboca en el resto de problemas de la sociedad partiendo desde los corruptos y los que se mueven gracias al tráfico de influencias hasta los que con sus votos legitiman y justifican dichos comportamientos.

Esta película podríamos describirla como las consecuencias que se derivan del capitalismo financiero o como una panda de hijos de puta de traje y corbata amantes de las fiestas, las limusinas, el golf y las putas de más de mil euros no les tiembla ni lo más mínimo el pulso a la hora de echar gente a la calle y ver quien se lleva mayor comisión por realizar este hecho que tanto apena a los dirigentes (un cojón de pato) y poder continuar con sus expansiones de mercado, su estatus social y económico, sus casas de “protección oficial”, sus barquitos y sus viajes de aquí para allá que por supuesto hacen en clase turista y en compañías low cost.

Tenemos aquí un claro ejemplo del poder y la influencia que tiene el dinero en nuestra sociedad y la carroña que gira en torno a él. Queda patente que los presidentes o jefes de estado de los distintos países europeos son unas simples marionetas de trapo sin valor y ética alguna al servicio de los bancos que digan lo que digan eso va a misa y a la población que les den por donde se ponen los supositorios.

Si tuviera que dar un consejo a todos aquellos padres acerca de esta película no lo dudaría ni un segundo: dejen que sus hijos se deleiten con ella cuantas veces quieran porque Fantasía les va a encantar de niños y a fascinar de adultos. Posiblemente sea la mejor película de animación jamás realizada hasta la fecha partiendo de la idea contraria a lo comúnmente establecido: en lugar de acompañar las imágenes con música, que sea esta vez la propia música la que de ve vida a las imágenes.

Fantasía supone un derroche de creatividad que induce a la imaginación y estimulación de los sentidos de quien la contempla. Es sin duda una película imprescindible de ver y necesaria en la etapa infantil como una forma perfecta de acercar la cultura a los niños de una forma diferente pero eficaz y divertida. No se puede desaprovechar la oportunidad de descubrir la perfecta unión que existe entre las cuidadas animaciones y la excepcional música que nos acompañan durante todo el largometraje. Y cuando me refiero a excepcional música me estoy refiriendo a la música clásica que es otra forma de cultura que hay que consumir. Comprobará que a su hijo no le ocurrirá nada cuando escuche las obras de aquellas personas con peluca que terminaban medio sordos, ciegos o locos. Me estoy refiriendo a figuras como Ludwing van Beethoven, Tchaikovsky, Schubert o Johann Sebastian Bach. Es probable que incluso esto ayude a que su hijo no le de sustos innecesarios como encontrar entre su música discos de Justin Bieber, One Direction y demás pollas en vinagre.

Temas como el origen de la vida, la mitología griega o la lucha entre el bien y el mal, manifestaciones artísticas como la danza o el baile, sentimientos como la alegría o la tristeza, y por supuesto música entre la realidad y la ficción junto a un sinfín de historias e impresiones más se dan cita en esta obra cinematográfica sin precedentes.

Soñar despierto es posible gracias a Fantasía. Verla y disfrutarla no es una opción. Es una obligación.

David Cronenberg es uno de esos directores que jamás te deja indiferente con cualquier trabajo que realice, de ahí que admiradores y detractores se suelan situar en ambos extremos de la escala a la hora de valorar sus obras.

Siempre con un estilo muy personal y unos guiones e historias más que particulares y atrevidas en donde los límites psicológicos y físicos de los personajes se ponen a prueba constantemente, Cronenberg nos presenta en esta ocasión Cosmópolis, una película compleja y profunda a la par que actual del mundo en que vivimos en donde el valor del dinero (o rata) y la ética que gira a su alrededor queda en entredicho. Además, temas tan habituales en su filmografía como la violencia, el sexo o la muerte siguen presentes en esta obra cuya trama se desarrolla casi en su totalidad en el interior de una limusina.

El director de La mosca nos presenta desde su exclusiva mirada su visión de la sociedad inmersa en el mundo del capital. Lujos para unos y sogas al cuello para otros. Reflexiones críticas y metafóricas quedan servidas. Nunca un corte de pelo había sido tan profundo y reflexivo.