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Seychelles Seychelles · Coldwater
Críticas de TPA
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Críticas 57
Críticas ordenadas por utilidad
8
18 de noviembre de 2012
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Loach optimista vuelve en el mejor momento, desprendido de moralejas, sencillo y agradable, no sin poso ni regustos amargos. La parte de los ángeles –hermoso concepto– es una mezcla de buen whisky, realidades míseras y la Escocia popular que a menudo hemos visto con Loach, contemporánea y susceptible al pitote global en el que nos encontramos. Loach y Laverty siguen comprometidos, al pie del cañón, con las latencias sociales, centrándose en esta ocasión en un joven postadolescente de Glasgow que se encuentra cumpliendo servicios a la comunidad después de verse involucrado en una agresión. Sin dinero ni trabajo, su novia embarazada da a luz y eso supondrá en ambos un cambio radical, conscientes de las responsabilidades que ello comporta e inseguros de poder cumplirlas.

La parte de los ángeles describe una voluntad que trasciende el espíritu de supervivencia, el inconformismo respecto a una situación que parece enquistada y la desesperada búsqueda de soluciones. En este caso, la salida que propone el dúo dinámico del cine social británico es algo disparatada, pero no importa. No pierden el norte ni se disuelven sus conclusiones, contundentes y esperanzadoras, y tampoco renuncian al humor aunque sea agridulce. Y es que así como en films anteriores –La cuadrilla (2001), En un mundo libre (2007)…– no se permitían ninguna dosis de ilusionismo cinematográfico, en La parte de los ángeles sí que hay un componente ligeramente fantasioso, una historia que sí, pudiera ser real, pero que no se niega el placer de la literatura y sus licencias para llegar al mismo fin. Tampoco cae Loach –nunca lo hace– en el buenismo o los personajes llanos; todo el mundo tiene sus puntos negros y no tiene sentido ocultarlo, y aun así no está de más transmitir humanismo aun en las situaciones más obvias.

La parte de los ángeles es, así, puro gozo cinematográfico, austero, sencillo y diáfano. Es cine-proletario que rehúsa entrar en debates vacuos o pseudointelectualismos, antónimo de las limusinas cronenberguianas o caraxianas y demás pretensiones sobre ruedas. Habla de lo que hay, disfruta de un buen whisky y te dice sin impostados moralismos que la vida, a veces, te puede sonreír.

[Tupeli.es]
TPA
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7
15 de agosto de 2012
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Da la sensación de que el cine italiano permanece anclado a unos esquemas que se repiten tanto en sus formas como en su fondo, alardeo de un costumbrismo conscientemente imperfecto al que se remite sistemáticamente, limitando la diversificación de sus propuestas y conformándose con ello. No obstante, no es tanto una cuestión de concepción como de distribución la que afecta nuestra percepción de todo ello, ya que son las producciones más genuinamente italianas –en el sentido más conservador de la expresión– las que llegan a nuestras salas, a excepción de puntuales rarezas como Un lugar donde quedarse (Paolo Sorrentino, 2011) o Yo soy el amor (Luca Guadagnino, 2009). Y es que la sombra del neorrealismo italiano y de sus ilustres nombres propios es alargada, casi perjudicial para una generación que aun pretendiendo abogar por lo nuevo y rupturista ve como el conjunto de la industria incentiva la continuación en busca de pequeños De Sicas que reafirmen lo perenne de esta forma de hacer cine.

Ante eso, el resultado es una reducción de matices entre el deleite y el desinterés hacia el cine del país transalpino, que sólo encontrará público en quien se sienta atraído por sus bien sabidas fórmulas. Y con esas que llega estos días a nuestras carteleras una propuesta tan poco innovadora como altamente recomendable de marcado carácter costumbrista e inequívocamente italiana. Se trata de Terraferma, obra tan coherente como austera que retrata la temporada veraniega en una pequeña isla italiana, próxima a Sicilia, en la que los habitantes se dedican a una pesca cada vez más empobrecida y a la explotación del turismo joven de domingueo. Podría ser la obra de Emanuele Crialese la descripción de un romance veraniego postadolescente, y de hecho así se adivina en su primera media hora, en la que su protagonista –un Filippo Pucillo que va de menos a más– parece destinado a caer en las manos de una desinhibida turista milanesa. Sin embargo, Crialese opta por un nudo más complejo e incorpora a la trama el drama de la inmigración ilegal, planteando con tono humanista y alejado de juicios la difícil conciliación que ello supone; rescatar o no a náufragos dependiendo de su condición, procurar ayudarlos o desentenderse y delegarlo todo a un sistema deshumanizado y sabidamente injusto, renunciar a según qué principios en pos del propio beneficio…

Y es que la de Crialese no es tanto una crítica social como una observación transversal de la sociedad y las inevitables discordancias generacionales y culturales que en cualquier punto de reunión se pueden vislumbrar. En este sentido, que la acción transcurra en una isla resulta útil también como metáfora, sociedad a pequeña escala extrapolable a un ámbito global. Así, el claro contraste que supone la llegada simultánea a ella de turistas e inmigrantes, y las repercusiones que esta dualidad provoca, pasan a ser el principal motivo del film.

En todo caso, no es ésta una obra cifrada que necesite hondas reflexiones para dilucidar su significado, pues su narrativa es tan simple como su fotografía, antónimos de lo ostentoso. La estructura sencilla y lineal de la trama demuestra una gran coherencia, desprendida de pretensiones y volcada en ser fiel a su mensaje. La vida humilde que rueda Crialese está condimentada, además, con una selección actoral nada casual en lo cualitativo y en lo físico, transmitiendo autenticidad y desmarcándose desde el primer fotograma de la repulsiva tendencia al guapismo gratuito que films como Manuale d’amore (Giovanni Veroneri, 2005, 2007, 2011) o Perdona si te llamo amor (Federico Moccia, 2008) llevan por bandera. Más bien pudiera compararse Terraferma con la entrañable película de Aki Kaurismäki El Havre (2011), que con similares códigos trabajaba la misma temática si bien en esta última reinaba un buenismo quizás exagerado que Crialese omite automáticamente, concibiendo en definitiva un film italianísimo en el mejor de los sentidos.

Lo mejor: la coherencia de su conjunto.

Lo peor: llega, quizás, un par de años tarde.

[Tupeli.es]
TPA
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7
10 de junio de 2012
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parte Isabel de Ocampo de la premisa más realista para narrar un fenómeno pandémico, la trata de mujeres y la explotación sexual, que afecta especialmente a España y que se lleva por delante, sin piedad, a una ingente cantidad de personas a las que la vida sonreía poco y llegado el momento ya no hace más que mirar con desprecio. La desdicha y la crueldad humana no conocen límites, y De Ocampo no se anda por las ramas al reafirmarlo, retratando la desesperación de una de esas víctimas que es ficción pero es realidad. El engaño y consiguiente desengaño, la asfixia de quien sólo respira aire viciado y enfermizo, la progresiva pérdida de voluntad e identidad… De Ocampo lo describe todo con crudeza pero desde una óptica humanista; existen dosis de comprensión hacia todos los sujetos del relato aunque nunca pretende justificarlos.

La película se centra en una joven peruana, Evelyn, que abandona su país mediante una agencia que le tramita un visado a España, donde se supone que va a trabajar sirviendo cafés. Lógicamente no es así, y una vez llegada al país empieza el calvario que De Ocampo muestra y denuncia con una meritoria y personal fórmula, lejos de cualquier tentativa exploitation. Es en su vertiente más psicológica donde la película de la realizadora salmantina cobra fuerza, bien conducida además por una Cindy Díaz que debuta notablemente como protagonista con un papel difícil, solista de un tema afinado pero atípico, de tonos graves y acordes bruscos. La claustrofobia, la resistencia a la subyugación, a la pérdida de libertad… De Ocampo conjuga su guión con un interesante manejo de los recursos cinematográficos para jugar con lo sensorial, procurando que el espectador empatice al máximo con su protagonista sin recurrir en demasía a la sordidez visual.

En este sentido, Evelyn es un triunfo; la valentía y lenguaje directo de la directora y la acertada actuación de Díaz conectan con un público que siente lástima y miedo y rabia ante algo que trasciende lo cinematográfico. Ya lo hizo con su cortometraje Miente (2008), ganador de un Goya, y repite ahora con su primer largometraje, hablando de lo mismo con harta coherencia y sensibilidad. Y aunque se alarga un pelín demasiado y que no todas la actuaciones están al mismo nivel, Evelyn es un potente baño de realidad cinematográfica.

Lo mejor: su óptica femenina es tan visible como necesaria.

Lo peor: le sobra, quizás, un cuarto de hora de metraje.

[Tupeli.es]
TPA
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7
27 de octubre de 2012
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Causa estragos, una vez más, el paso al castellano del título de una película. En esta ocasión le ha tocado a la italiana Io sono Li, en lo que más que traducción es un rotundo invento; llega a España el film rebautizado como La pequeña Venecia, algo que no sería especialmente relevante si no fuera porque delega el protagonismo a una ciudad en la que ni tan siquiera transcurre la acción y lo relega a quien reivindica el director, la inmigración y cultura chinas, a las que hace algo menos impermeables.

Títulos aparte, vuelve a asaltar la ópera prima de Andrea Segre la temática de la inmigración y los cócteles culturales, que últimamente nos ha dado un par de títulos interesantes, como El Havre (Aki Kaurismäki, 2011) y Terraferma (Emanuele Crialese, 2011), aunque en este caso todo ello es menos evidente y más circunstancial. La pequeña Venecia no se centra tanto en el fenómeno de la inmigración en sí, sino más bien en un encuentro cultural, muy concreto y personal, en el que hay pequeñas colisiones y también puntos en común, y en ese sentido sería más bien un Gran Torino a la italiana. Si bien es cierto que la historia de las dos personas antónimas que inesperadamente conectan no deja de ser un guión ya muy visto –especialmente en el cine europeo, y muy especialmente en el francés–, lo trata Andrea Segre con tanta sencillez que cuesta reprocharle nada al respecto. El argumento: una mujer china trabaja en Italia bajo el manto de una mafia de visados esperando el día en que pueda traerse a su hijo a vivir con ella. En uno de los trabajos que le asignan, de camarera en un bar de pescadores de la ciudad de Chioggia, conoce a un viejo pescador jubilado con el que entablará una relación, digamos, paterno-filial. De ahí, el rehuir de la soledad, el descubrir y el redescubrir, el afecto, la contención, y poesía. Nada que no hayamos visto antes y no obstante fresco, oliente a mar y a recién pescado y apuntalado por dos grandes papeles protagonistas, el de Zhao Tao –ganadora del premio David di Donatello– y el del polifacético y plurilingüe Rade Serbedzija.

Agradable pequeña obra la que nos regala el director italiano, que además nos aproxima un poco más a un mundo pudoroso y reacio a la mostrarse, siempre interesante por desconocido. Con todo, y a pesar del título, La pequeña Venecia bien vale una bueno ojeada, film que nunca está de más, de dosis exactas medidas para dejar un rastro ligero pero duradero.

[Tupeli.es]
TPA
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7
7 de febrero de 2011
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pasa –de momento– con todos los largometrajes de la productora de la Escac, Escándalo Films: el costumbrismo es el elemento clave, el índice en todas sus propuestas. Hasta con la exitosa serie de animación de Juanjo Sáez, Arroz Pasado, el eje central es una (desgraciada) vida en la Barcelona actual, con un entorno próximo y conocido por prácticamente todos sus seguidores. Así es también con Lo mejor de mi (Roser Aguilar, 2007), así es también con Tres días con la familia (Mar Coll, 2009), así es también con Trash (Carles Torras, 2009), y así es también con Blog. Climas cercanos, historias a priori simples, contextos fácilmente identificables, son señas que Escándalo Films ha hecho suyas, configurando así con escasos títulos una marcada personalidad artístico-comercial, especializada en una manera de trabajar abierta pero aun así siempre enmarcada. Primer cobijo para jóvenes cineastas, es bien notable el trampolín que seguramente supone para la gente que ha trabajado en ellos, así como el reconocimiento que la productora ha conseguido a base de óperas primas, todas ellas estimables, de cuidada realización.

Tan cuidada como compleja es la realización de la última de ellas, y recientemente estrenada, Blog. Retrato fiel de la adolescencia actual desde una óptica exclusivamente femenina, este film cuenta con una pulidez formal marca de la casa que refuerza exponencialmente la historia de un grupo de chicas de quince años y sus inquietudes. Como dice su propia directora, Blog es una obra muy blanca; basándose en un hecho real que fácilmente podría haber derivado en un drama sensacionalista, ésta se declina por una narración tan inocente como lo son sus protagonistas, siendo éstas las únicas juezas de sus acciones, y convirtiéndose la ingenuidad el hilo conductor de la historia.

Con esto, que tanto puede ser algo positivo como puede ser también un inevitable handicap, el guión corre el peligro de caer encasillado, motivando que la sensación del espectador delante del film llegue al punto de preguntarse si realmente es una película destinada a un público amplio o, por lo contrario, es una obra reservada para los que se sientan identificados con sus heterogéneas protagonistas y sus embrollos sexuales y existenciales. Puede que este sea el punto débil de la película; no queda suficientemente claro qué es lo que quiere transmitir la directora en un film en el que si bien sí que se le reconocen trazos de, por ejemplo –y como la misma Trapé menciona–, Les vírgenes suicidas de Sofia Coppola, no llega a tener la potencia narrativa ni emocional suficiente como para dejarnos poso, quedándose así en una obra formalmente original, y sin duda transgresora, que seguramente por su excesiva ligereza se puede calificar, también, de menor.
TPA
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