Podemos encontrar reflexiones subyacentes sobre el matrimonio o la complacencia con la vida, mas todo eso queda subordinado a la refrescante ráfaga de ironías, sarcasmos y diálogos de unos atractivos personajes. Personajes casi caricaturizados al principio, pero que, como en otras producciones de Netflix, van mejorando con el paso de los episodios.

Esos personajes se apoyan en interpretaciones solventes, destacando por supuesto la de Drew Barrymore, principal reclamo de la serie. Da vida a Sheila, una agente inmobiliario que, junto a su marido Joel (Timothy Olyphant), vende casas en el barrio residencial de Santa Clarita, a las afueras de Los Ángeles. Viven una vida anodina hasta que, sin aparente explicación, Sheila se convierte en un muerto viviente con un insaciable apetito por carne humana. A partir de entonces, mientras intentan aparentar una vida normal con su hija (Liv Hewson), deberán procurarse un tipo de comida que no se vende en supermercados.

Otro de los elementos de su éxito ha sido esta concepción satírica del canibalismo y de los zombies. No se sobredimensiona el gore, aunque tampoco se esconde, dando lugar a situaciones bastante desagradables pero, en parte por eso, aun más divertidas. La serie creada por Victor Fresco tiene un humor muy negro, aunque también inofensivo y casi ridículo.

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Almost Ghosts podría ser una historia más sobre la Ruta 66. Una historia, eso sí, con una excelente fotografía y una estructura documental magníficamente construida. Pero en realidad Almost Ghost no es una historia más sobre la Carretera Madre.
Es un retrato de sus protagonistas. No de los que pasan, sino de los que siempre están, de los que forman parte del paisaje. Tres personajes reales que tienen un carisma inabarcable y la capacidad de personificar el ascenso, la decadencia y la reconversión de la carretera más famosa del mundo. Tres personajes que trasladan, junto a los paisajes y a la música –otro gran acierto–, a esa América profunda, la de los rednecks y los banjos.
Almost Ghosts es un documental muy cuidado e inteligente. Y, no, no es una historia más sobre la Ruta 66.

El autor de "Españistán" nos muestra, como ya hizo en su primer trabajo, su divertida visión sobre las causas y culpables de esta crisis. Básicamente es más de lo mismo: crítica a dirigentes y banqueros con un punto cómico y satírico, aunque olvidando en muchas ocasiones el verdadero funcionamiento de la economía, y utilizando más la demagogia y la falacia que los principios económicos y los análisis de variables.
En cualquier caso, una obra entretenida, de la que no podemos obviar su relativa veracidad y, sobre todo, su humor para tratar temas complejos, no dejando títere con cabeza.

Si todas las guerras son un sinsentido, lo son más si cabe aquellas en las que no parece haber una solución estable, ni a través de una victoria ni a través de la retirada. En dichos conflictos, el empecinamiento de los generales y los dirigentes políticos en alargar el combate cuando las opciones de victoria son nulas resulta casi patético.

Por eso War Machine reparte las culpas: McMahon, el presidente Obama, el presidente Karzai, los políticos y diplomáticos y la propia sociedad e historia estadounidenses. Pero en ese intento de reprobar a todos y a todo, la película pierde fuerza, divagando por muchos aspectos sin llegar a profundizar en ninguno.

Por encima de eso, el problema de esta cinta es que no sabe muy bien cómo definirse. Hay que reconocerle un puñado de elementos y secuencias muy divertidas, su honestidad en el retrato de algunos aspectos de la guerra y cierta emoción en los momentos de combate. Mas el conjunto y la suma de todos ellos no nos depara ni una comedia verdaderamente mordaz ni una crítica y análisis fundados. Más interesada en recrearse en la actuación de Brad Pitt o en jugar con la banda sonora que en estructurar la trama, la narración resulta a menudo confusa y superficial.

Sin embargo, sí parece quedar claro que, detrás de la sátira, subyace un verdadero drama, retratado en ocasiones con impresionante realismo, y se intuyen una serie de responsabilidades que deben ser asumidas. Cabe destacar igualmente la interpretación, intencionadamente excesiva, de un Brad Pitt que tuvo que acabar el rodaje con la garganta machacada de forzar la voz. También Ben Kingsley realiza una paródica y muy divertida interpretación del expresidente afgano Hamid Karzai.

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...aun así, creo que esta película sirve para demostrarme que mi escasa afición por el director manchego es en parte debido a prejuicios, además de enseñarme que algunas de sus películas, aunque parezcan más de lo mismo, pueden llegar depararnos agradables sorpresas.
Volver es, a mi gusto, una de las mejores películas que nos ha deparado el cine español (del que tampoco me reconozco ferviente seguidor).
Además de las más que aceptables interpretaciones, de las que podemos destacar a Penélope Cruz con su merecida nominación al Oscar, quizá lo mejor de la película sea su guión. La historia, aunque mantenga la base rural y femenina de otras películas de Almodóvar, es diferente a cualquier película, no sabes qué esperar hasta bien entrado el final de la película, cuando aun nos depara alguna sopresa.
Por lo tanto, no voy a cambiar mi parecer sobre Pedro Almodóvar, al que, a pesar de todo, hay que reconocer el mérito como uno de los más importantes directores españoles, pero esta película sirve para incitarnos a dar una oportunidad a artistas a los que no se la daríamos normalmente.