Sobresaliente western de John Ford basado en una novela de Alan Le May en el que el director de origen irlandés desarrolla con poética y sentido trágico una historia de búsqueda y venganza.

Se trata de un profundo y reflexivo estudio psicológico sobre un personaje nómada (inmenso John Wayne en la que posiblemente sea la interpretación de su vida), un antihéroe sin hogar, solitario y perdedor, un tipo amargado, atrapado por sentimientos contradictorios y tan lleno de odios en su presente como de incertidumbres en su futuro.

El emocionante retrato de dicho personaje viene definido tanto por sus procederes como por su emplazamiento en los imponentes escenarios del Monument Valley, espléndidamente fotografiados en Technicolor por Winton Hoch.

Alfred Hitchcock alcanzó el cenit de su carrera con esta prodigiosa película, técnicamente sublime, una obra maestra descomunal que ejerció una incalculable influencia en buena parte del cine hecho con posterioridad, especialmente en el género de terror psicológico.

La primera mitad de la película resulta portentosa, con el protagonismo de Janet Leigh, su huida con el dinero robado (buen ejemplo de clásico mcguffin hitchcockiano), su llegada al Motel Bates y su tirante interacción con Anthony Perkins.

El genio londinense demuestra un dominio absoluto de la técnica, del lenguaje y de la narrativa cinematográfica, consiguiendo crear una atmósfera fascinante, enrarecida, lóbrega, enfermiza...con unos soberbios diálogos que definen a la perfección el alcance psicológico de sus personajes.

La legendaria escena de la ducha es un punto culminante de la historia del cine, estéticamente asombrosa, con un revolucionario trabajo de montaje y un aterrador acompañamiento musical de Bernard Herrmann.

Precisamente la banda sonora de Herrmann es parte fundamental del éxito de esta obra de arte, como también lo es el inmejorable manejo del suspense, su potente imaginería, el ambiente siniestro no exento de humor negro, la consecución de una intensidad mayúscula y por supuesto las excelsas caracterizaciones de todos sus intérpretes, con mención especial para un inolvidable Anthony Perkins, quien ya jamás pudo desvincularse del personaje de Norman Bates, perturbado protagonista de esta auténtica joya cinematográfica, uno de los títulos más icónicos de la historia del séptimo arte.

Obra maestra de Orson Welles con un antológico plano secuencia inicial, digno de ser exhibido en las mejores escuelas de cine.

A destacar su magisterio en la puesta en escena y en la creación de una impactante imaginería, haciendo valer su inigualable capacidad visual llena de deslumbrante expresividad por medio de impresionantes contrastes lumínicos, de una valiosa utilización de los escenarios, del puntual uso del sonido como motor de la narración, de los contrapicados, de los travellings, de la profundidad de campo o de la técnica del gran angular.

Pero lejos de ser pueril, este imponente enfoque estético le sirve a Welles para enfatizar magistralmente la atmósfera viciada y tensa que envuelve a esta intriga criminal, y para conducir con indudable talento una historia de corrupción generalizada que enfrenta a dos métodos policiales muy distintos en pos de establecer justicia y en base al trasfondo psicológico de sus principales personajes.

La música de Henry Mancini es sensacional, al igual que la fotografía de Russell Metty y las interpretaciones de unos extraordinarios Charlton Heston y Orson Welles, quien vuelve a evidenciar que a parte de ser uno de los más grandes cineastas que han existido, era un espléndido actor.

Magistral western psicológico de Henry King producido para la Fox por Nunnally Johnson. La película está basada en una historia de André De Toth y William Bowers, con parte del guión escrito por este último.

Gregory Peck se nos presenta durante los títulos de crédito iniciales como un forajido errante cabalgando por parajes desérticos. Es una brillante y significativa introducción de un personaje célebre por sus cualidades que le llevan a ser considerado como el pistolero más rápido y certero del viejo Oeste. Esa gran fama y prestigio vienen acompañados sin embargo de una enorme frustración, al verse atrapado por su condición de mito viviente y no poder huir (a pesar de sus deseos de redención) de un destino de difícil escapatoria, siendo objeto de continuas provocaciones por parte de fanfarrones aspirantes a acabar con él y heredar su estatus de héroe asesino en un mundo dominado por la violencia y la venganza.

La puesta en escena es excepcional, destacando la capacidad de King para crear un ambiente claustrofóbico la mayor parte del film, con un Peck apartado en la mesa del bar en constante espera para volver a ver a su novia y conocer a su hijo, soportando entre medias las apariciones sucesivas de diversos personajes que reavivan su instinto criminal.

Película mítica, legendaria en el género del western, un profundo y soberbio estudio de personaje en el que destacan un fabuloso Gregory Peck en uno de los grandes papeles de su vida, Millard Mitchell como sheriff y viejo compañero de fechorías del protagonista, y Karl Malden como dueño del bar al que llega un amargado Peck.

Fenomenal película de aventuras centrada en un pequeño universo de personajes ubicados en un servicio de mensajería aérea, un título que le sirve a Howard Hawks (quien fue aviador antes que cineasta) para rendir homenaje al trabajo desempeñado por sus ex-colegas que se ven obligados a volar en condiciones desfavorables, poniendo en serio peligro su vida.

Con guión de Jules Furtham, Hawks crea y conduce magistralmente esta historia que nos permite valorar, a través de las peripecias de sus protagonistas, la profesionalidad de los mismos, su compañerismo y solidaridad, la fragilidad de la vida, el constante acecho de la muerte, y la aceptación de ésta como consecuencia de un trabajo arriesgado.

La película, al margen de desarrollar un triángulo amoroso con batalla de sexos y previsible conclusión, posee unos diálogos muy brillantes y presenta un trabajo atmosférico verdaderamente notable, ejemplificado en una acertada utilización de elementos como la niebla, la lluvia, mucho humo y misteriosas sombras, destacando en este sentido la magnífica labor del operador Joseph Walker.

La narración de Hawks aúna buenas dosis de tensión con un tono agrio y sobrecogedor que hace partícipes a los espectadores de las emociones de los pilotos y los involucra en la interacción de éstos con su contexto físico y humano.

Cary Grant, abrazando un registro diferente al habitual, encarna a un personaje complejo, un tipo duro, firme e implacable en apariencia pero con un fondo sensible y humano. Junto a él sobresale la figura de Thomas Mitchell interpretando a su fiel y veterano amigo.

Jean Arthur está tan fantástica como de costumbre, y una joven Rita Hayworth magnetiza todas las miradas con sus breves pero sensuales apariciones.