La película brilla en su primera mitad, especialmente. La fluidez de los diálogos, siempre un paso por delante del espectador, y las excelentes interpretaciones (hasta Clara Lago está convincente), me llevaron a más de una carcajada. Pero se mantiene un cierto poso de artificio, que hace que la credibilidad de la historia baje, porque el juego sobre el alambre es casi imposible de sostener. Cuando las vueltas de tuerca se fuerzan, la película no llega a derrumbarse (las réplicas y contrarréplicas siguen siendo brillantes, y los actores son igual de buenos), pero decae inevitablemente en la segunda parte de la historia. El final es correcto, como se podía esperar. Al final queda un poso agradable, de haber pasado un buen rato, y los buenos momentos destacan sobre las lagunas del guión. Está bien, no sabría decir si se podría haber hecho mejor. En cualquier caso, merece la pena, aunque solo sea por ver a Óscar Martínez y Graciela Borges, incluso a Marcos Murdstock haciendo de sí mismo, que ya es mucho.

Descubrí a John Carney a través de esa maravilla que es Once, y con Begin Again me cautivó totalmente. Fuera de la soberbia interpretación de Mark Ruffalo, que lo mismo puede hacer de Hulk como de luchador (de lucha libre) o de productor musical en decadencia (como aquí), y todo bien, conseguir que Keira Knightley o Adam Levine interpreten de manera creíble me parece un logro solo al alcance de los elegidos.
Lo siento; estoy enamorado de esta película, de sus canciones y de la sencillez de su guión. No hace falta una historia compleja para hacer un musical urbano; es más, posiblemente lo hubiera destrozado. ¿Que se parece demasiado a Once, pero con actores de Holliwood? Es posible. No puedo evitarlo: me encanta.

La película desprende el aroma de un relato de Alice Munro del que se ha eliminado la negrura que subyace en sus historias. El punto de partida argumental es extremadamente sencillo: una mujer no demasiado satisfecha de su vida hereda una casa situada "en el culo del mundo", lo que servirá de catalizador de los cambios inevitables. Desde ahí, personajes creíbles (si acaso, un poco forzado el pastor), entornos cercanos, diálogos y giros argumentales comprensibles; todo ello envuelto en una dirección ágil y puesta a disposición de la historia. En definitiva, una película que se ve con interés, sin mirar el reloj y que deja un sabor de boca agradable cuando sales del cine. Parece fácil de hacer, pero vista la cartelera, no debe resultarlo tanto.

Una obra menor en la filmografía de Alex de la Iglesia. Está rodada con brío y ritmo, con personajes que resultan aunque sean típicos (Terele Pávez es única, y siempre que está ahí la pantalla lo agradece), y es por esa convicción por mantener la ficción que la película funciona.
Ahora bien, es de esas películas que dan el pego mientras las ves, pero tan pronto aparecen los títulos de crédito las fisuras del guión vienen a la cabeza y se hacen evidentes, y resultan demasiadas.
En fin: para pasar el rato, sin más, viendo buenos actores (otros no tanto, Mario Casas no es que vaya a ganar un Goya con su papel), acción y con golpes de humor negro marca de la casa.

Resulta entretenida, si tienes la memoria de un pez y menos exigencia argumental de la que pedirías a un episodio de Gran Hermano. Los guionistas no tienen ningún reparo en unir estereotipos uno tras otro, y saltarse las escasas normas que hayan podido fijar durante la narración.Los efectos especiales, eso sí, dan la talla, y está rodada con ritmo. Para fans de los cazadores extraterrestres.