Esta película no pretende ser otra cosa que lo es: un bizarro subproducto surgido de un éxito pasajero y destinado a hacer caja, y de paso, hacer reír (por el camino más fácil). No es buena, ni mediocre, ni siquiera regular, pero al menos es sincera: es una mierda y todos los saben. Los amantes del cine de los Monthy Python es posible que experimenten como su cara se contrae en una fatal mueca para nada parecida a la sonrisa, y su estómago experimenta violentas convulsiones, y es que si se espera encontrar aquí el mínimo reducto de calidad artística o humor inteligente, lo mejor que se puede hacer es huir, porque en "¡Ja me maaten...!" hay tanta caspa que no puede con ella ni un barril de H&S, y es ahí donde radica su atractivo. ¿Que cómo puede ser atractiva esa blanquecina sustancia seborreica?

Recapitulemos: Juan Muñoz haciendo de gitano, José Carabias como el papa, Ángel Muñoz Sagaseta del Richal, Amanda Salazar como Soraya, Enrique Villén y Marta Valverde como Gamero y su señora esposa, Santiago Urrialde como el honorable chino Ming Shou Kan, Marlène Mourreau enseñando las tetas, Victor Serrano como Paquito Requena, Pedro Reyes de taxista, Arévalo como jeque árabe, Juan y Medio haciendo de segurata, Jaimito Borromeo de camarero, Luis Lázaro y Belinda Washington como agentes del FBI, María Jiménez de gitana cantaora, Loreto Valverde de periodista, Pepe Sancho como comisario, Los Chunguitos cantando y bailando y José Manuel Parada haciendo de... José Manuel Parada.

Todos estos juntos en una sola película. ¿Alguien da más?

Esta película trata de lo siguiente:

En "Sexy Killers" todo es malo, muy malo, pero destacan por especialmente nefastas:

- Las actuaciones de los actores, especialmente las féminas, aunque tratándose de playmates poco más se les puede pedir aparte de que enseñen las tetas, y no lo hacen las veces suficientes como para compensar sus carencias interpretativas.

- El guión, una sucesión de escenas sin pies ni cabeza en la que es imposible encontrar el más mínimo resquicio de racionalidad.

- El cúmulo de tópicos reunidos en 86 minutos (y gracias que no dura más): la animadora cachonda, el capitán del equipo de baloncesto, la chica buena y lista que se enamora de él y el amigo poco agraciado pero simpático; todos están invitados a este festival de degustación de bilis.

Y por supuesto:

Una película en la que los alienígenas de turno matan a los humanos inyectándoles alcohol directamente en sangre, no puede ser mala, al menos no demasiado. Y es que para llevar a sus víctimas a ese trágico fin, el líquido inyectado tiene que ser whisky Dyc por lo menos; eso sí, envejecido en el espacio.

Desde el comienzo con la voz en off hasta el inverosímil desenlace, la película avanza como un bizarro cóctel de terror y comedia. Guión calamitoso, interpretaciones peor que malas, efectos especiales de risa... no se merece el aprobado, pero aún así, le pongo un 5.

Por el alcohol, como dice Homer Simpson: "causa, y a la vez solución, de todos los problemas de la vida."

Lejos de ser la arquetípica película de extraterrestres, "El Engima de Otro Mundo" utiliza una ambientación atípica (una base en el Polo Norte) y un ser antropomorfo alienígena para presentar un interesante enfrentamiento entre ciencia y religión, encarnados cada uno de ellos en los personajes del Dr. Arthur Carrington y el capitán Patrick Hendry.

Producida y supervisada por Howard Hawks, su mano se deja ver en la cuidada atmósfera y la tensión en todo momento existente. Algunos rumores, no demasiado fundamentados afirman que el propio Orson Wells también colaboró en la escritura del guión.

Aunque el aspecto de la criatura ha quedado más anticuada que el cerebro Charlon Heston, los efectos especiales están más que conseguidos, con el uso, entre otras cosas, de cámaras frigoríficas para conseguir el efecto del frío extremo, poniendo de manifiesto el detallismo con el que se recreó la ambientación.

"El Enigma de Otro Mundo" es una obra de referencia dentro del género, con los temas que trata intactos más de 50 años después. No se puede pretender encontrar aquí algo que deslumbre y conmocione como lo hizo en su momento, pero la esencia sigue intacta y su encanto es atemporal. Y para algo más moderno y en color, está el remake de John Carpenter de 1982 "La Cosa", que mantiene más vivo el espíritu del original.