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España España · Madrid
Críticas de OsitoF
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Críticas 2.088
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
30 de abril de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno, lo suelto sin paños calientes: nunca he simpatizado demasiado con la saga Mad Max. Mi primer contacto tuvo lugar siendo yo pequeño (no sé si tendría diez años, mediados de los años ochenta) en un mundo de dos cadenas de televisión en la que el cine de acción era casi una leyenda, un mito y los chavales nos tragábamos en la tele casi cualquier cosa siempre que se alejara de los informativos, las obras teatrales, los debates, los programas de variedades y las películas coñazo. Sonará a prehistórico, pero cuando se corría la voz de que iban a echar Conan, Rambo o similares, estábamos una semana que se nos comía el ansia para que llegara el día y esperar a la hora de emisión (tratábamos de reconfirmar por cualquier medio el día y la hora, a ver si no cancelaban a última hora por culpa de un partido o un noticiero). Ls verdad es que Mad Max no era tan conocido como otros héroes, pero iba vestido como un guerrero y se le suponía pocos miramientos a la hora de partir crismas.

Para lo que era la época, con un listón muy bajo para cualquier producto de ficción, no conecté con las propuestas. Visto con mis ojos de chaval sabihondo, el panorama no era muy atractivo: un mundo desolado con gente que se mataba en él sin excesivos miramientos y, a mi juicio, sin un propósito claro. ¿Sobrevivir un día más en ese secarral? ¿De qué vivía aquella gente? ¿Qué ganaban saqueando a otra gente más pobre que ellos? Ni me convenció el argumento ni la forma me pareció espectacular, con vehículos extravagantes destrozándose para nada. Al día siguiente, recuerdo que en general había gustado, pero sin levantar tampoco un gran entusiasmo y sin perdurar en el ambiente escolar más de un par de días. Creo que no llegué a ver la segunda parte y, cuando ya adolescente, vi la entrega de la Cúpula del Trueno, tampoco es que me volviera loco. Es verdad que ya me cogió en una edad como para saber hasta qué punto una película tiene que ser coherente y cuándo se puede tomar licencias como suponer que niños desnutridos puedan sobrevivir en un desierto radiactivo, así que puede sumergirme por primera vez en su mundo, pero, nuevamente, no vi nada que me llamara la atención en sus peleas coreografiadas o persecuciones.

Así que no esperaba gran cosa de “Mad Max: furia en la carretera” y fui a verla sin gran convicción, simplemente porque era una época en la que aún tenía tiempo para ir al cine por el mero hecho de ir al cine. Spoiler: salí fascinado. Y eso que entre mi desmotivación inicial y que la película tiene un arranque de muy pocas palabras que no pone fácil entender qué está pasando y qué reglas rigen ese mundo aún más postapocalíptico, anduve un buen rato desmotivado. Pero también quedaba claro, desde el primer momento, que aquello era otro rollo. que la película no daba un respiro para pararse a pensar si aquellos seres a los que se enfrentaba un señor que seguramente era Mad Max, eran mutantes, orcos o miembros de una secta. Decían cosas raras y andaban raro, pero algo en el ambiente de la película daba sensación de coherencia y de tranquilidad, de que seguro que en un rato se aclaraba todo. Además, en su apariencia visual, en el diseño de las localizaciones y los personajes, se intuían grandes cosas.

Efectivamente, de manera natural y muy intuitiva (no hace falta coger lápiz y papel, ni recurrir a páginas de la deep web), la película va dando las claves para entender cómo y hacia dónde ha degenerado la humanidad, de qué manera se estructura la nueva sociedad y cómo descifrar la curiosa jerga retro. Una vez integrado en la atmósfera, el conjunto se reveló como comprensible, atractivo e inteligente. Y, justo entonces, empezaron las persecuciones en el desierto. A ver, me gustan los tiroteos, las explosiones y las persecuciones, como al que más, pero siempre que tengan un sentido. A estas alturas, la verdad es que pensaba que ya había visto casi todo en esa materia y que todo lo que sea batir el record de pólvora quemada o vehículos saltando por los aires, no iba conmigo. Pero “Mad Max: furia en la carretera” es OTRO PUTO ROLLO. A una fotografía y unas localizaciones majestuosas de por sí, la concepción artística de los vehículos y las coreografías que se han pensado para las persecuciones y peleas son un delirio delicioso. Es como si Kurosawa, las Wachowski y Michael Bay se hubiesen juntado para lograr la película de acción definitiva.

No voy a decir que hay que verlo para creerlo porque la realidad es que hay sentirlo para creerlo. Motos saltando sobre coches que tratan de llevar a tíos con pértigas hacia un camión blindado y que el resultado no sea una cutrez de ninjas taiwaneses tiene muchísimo mérito. Y hacerlo en secuencias de muchos minutos cada una, más. Pero lo más llamativo, sobre todo, es que me puedo creer lo que veo a ciertos niveles de subconsciencia por absurdo que mi mente me pueda decir que es. Y eso que la he visto tres veces… y me sigue pareciendo una peli de ciencia-ficción más que de acción. Si Fast and Furious es una agradable fantasmada, “Mad Max: furia en la carretera” parece un relato serio, una violenta genialidad de George Miller.

El otro ramalazo de inspiración es Miller es la de conceder un notable protagonista a uno de los infrahumanos (Nicholas Hoult) en lo que vendría a ser dar voz a los orcos de El Señor de los Anillos y conocer, de su propia voz y en sus propias palabras, su mitología, sus anhelos y sus motivaciones. Además de cogerle cariño al personaje y ver a su raza con otros ojos, lo hace interesante y da consistencia al resto de elementos que vemos en pantalla. Si Hardy hace un gran papel, a la altura de Gibson, y Theron tiene un rol de alto impacto, es Hoult el que más me fascina y a través del que más información obtengo sobre el contexto.

Sigo en el spoiler que me quedo sin sitio...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
OsitoF
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7
29 de abril de 2024
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Choca un poco ver a Johnnie Depp en un papel serio y maduro, sin kilos de maquillaje, pero el resultado merece la pena. Bueno, más o menos; más más que menos. Bueno, me explico. Indudablemente la película en general y la interpretación de Depp (como las de todo el reparto) son impecables y la historia es de las que hay que contar, pero es todo tan pesimista, tan decadente y tan poco edificante que te deja en estado depresivo. Supongo que aunque la historia sea de las que pueden ganar premios Pulitzer, nada la obliga a ser agradable o inspiradora. Otra cosa es la duda que te asalta de si, en otras manos y con otro tratamiento, la misma historia podría haber quedado un punto menos triste.

“Black mass: estrictamente confidencial” nos lleva a ese ambiente mafioso de los años setenta, una suerte de transición entre los elegantes y sofisticados señores del crimen Corleone, con sus códigos y estructuras ancestrales, que ponían, quitaban y controlan a políticos, y los horteras en chándal que gestionan trapicheos en clubs de carretera que vemos recientemente protagonizando películas y series y que, como mucho, aspiran a untar a algún concejal de urbanismo. En la recreación y ambientación se ha hecho un gran trabajo y también logra una buena nota en uno de los puntos más importantes en este tipo de películas: la credibilidad en unos hechos que quedan lejos en el tiempo y en el espacio. Con las reservas que siempre supone valorar unos acontecimientos sin referencias, me inclino a pensar que se ha sido riguroso en los puntos más significativos.

Quizá demasiado y por ahí puede venir el problema que comentaba al principio: todo en la película nos lleva a un mundo de trampas y mentiras con desenlaces, muchas veces, letales, en el que no se deja ver ni un ápice de conceptos como la lealtad o el respeto (ya no digo amistad u honor). Sólo hay traiciones entre unos personajes despiadados y corruptos, sin un solo personaje que conserve su brújula moral y al que el espectador pueda aferrarse, como suelen hacer otros directores. Así las cosas, la película resulta notable pero desarraigada, hostil, anticlimática. El precio del rigor, supongo, pero, como consejo: «Scott Cooper, ni tanto ni tan poco».
OsitoF
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8
27 de abril de 2024
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Antes de nada, le debo una disculpa con retraso a esta saga. En alguna ocasión, al hablar del resurgimiento del cine de superhéroes, suelo poner el punto de partida en “Iron man” y el “Spider-man” de Sam Raimi como las películas que demostraron que se podía abordar el género con seriedad y dirigirlo a un target adulto más que, como hasta entonces, orientarlo hacia el público infantil y juvenil. Y, claro, se me olvida que la “X-men” primigenia es dos años anterior a ellas y, por tanto, tiene tanto mérito o más en que el género haya conocido la época de esplendor que ha vivido recientemente (aunque ahora ande un poco de capa caída). Con una duración escasa de, apenas hora y media para las casi tres horas que suelen durar los productos actuales, y unos efectos especiales muy medidos y que apenas tiran de CGI (nuevamente, para lo que son las películas Marvel actuales que parecen hechas por ordenador), “X-men” tenía mucho de thriller, mucho de aventura, mucho de acción… y aún le daba tiempo a presentar a todos los personajes relevantes del grupo, sus personalidades, sus poderes, sus inquietudes y sus debilidades. No voy ahora a glosar las virtudes de la película, pero es una puñetera maravilla lo que hizo Bryan Singer con apenas una fracción de los recursos que hoy en día supone, si quiera, plantear una peli del UCM. Si no es una obra maestra (que yo creo que sí), poco le falta.

La saga prosiguió con más recursos y más ambición, pero sin las ideas tan claras. La segunda parte fue otro peliculón, pero se percibían ciertas intrusiones y concesiones comerciales que le restaban fluidez y la tercera entrega lo apostó todo a la acción, resultando entretenida, pero fuera de lugar. Así que aún no habían llegado Los Vengadores y parecía que el momento de los X-men ya había pasado. Vio la luz una nueva línea de películas con Lobezno, su principal activo, de protagonista pero, si bien por separado eran más que correctas e indudablemente entretenidas, el conjunto carecía de la consistencia como para pensar en un universo con entidad propia. De hecho, que los X-men se utilizaran como mero decorado en la serie de películas del controvertido Deadpool, tampoco ayudaron a recuperar el prestigio.

Pero hete aquí que, sin Singer a los mandos desde la lejana segunda entrega, a alguien se le ocurre una idea poco prometedora: una precuela, el típico recurso de los estudios desesperados por terminar de exprimir un producto, que no suelen acabar bien. Y, en contra de lo que yo esperaba, “X-men: primera generación” resulta ser un peliculón con un guion complejo y profundo, que dibuja los orígenes de los protagonistas (de todos) y todavía le da tiempo a componer una historia enrevesada, atractiva y llena de escenas espectaculares e inspirados golpes de humor. El reparto es de auténtico lujo, a la altura del carisma de sus versiones adultas pero, sobre todo, la historia es inteligente y con muchas capas, varias marchas por encima de los clásicos del UCM. También era de destacar unos efectos especiales y digitales con mucha personalidad, interesantes pero poco recargados, en ese punto exacto que separa la espectacularidad de lo hortera.

Luego vinieron más entregas de los X-men, todas ellas en la misma línea de divertidas, entretenidas e inteligentes, de las que no puedes ver una escena sin quedarte a ver la siguiente, hasta llegar a esta “X-men: Apocalipsis”, nuevamente con Singer al volante, que está a la altura de las expectativas e, incluso, diría que las supera (aunque esto ya será cuestión de gustos). La verdad es que me gusta todo pero, por no repetirme y quedarme con lo más diferente a entregas pasadas, diría que la película logra algo que pocas películas del género logran: un enfrentamiento solvente entre buenos y malos, gracias a uno de los villanos más interesantes de la franquicia con unos poderes muy bien traídos y muy bien utilizados para crear una banda a la altura de sus intenciones. Donde otras películas sufren para estirar las tramas sin dar la sensación de que los héroes podrían haber terminado con el criminal en la segunda escena o donde el villano se vuelve estúpido a pocos minutos, del final, la confrontación de la película está muy bien planteada porque, además de equilibrada, permite un uso justificado de CGI masivo en escenas que ponen los pelos de punta (para bien).

También introduce el origen de algunos personajes míticos y profundiza en la personalidad de otros conocidos, con un enfoque serio y maduro, sin miedo a ser oscuro cuando el personaje lo pide. Pocas cosas que decir en su contra, quizá cierta previsibilidad, algunos personajes innecesarios y la presencia residual pero molesta de un humor de porrazos patosos en una película que no va por esa línea. O sea, prácticamente nada. Deslumbrante y majestuosa. A años luz del pozo en el que se halla metido el UCM apenas unos años más tarde.
OsitoF
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8
26 de abril de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la espera de ver lo que ha hecho con Dune y sacando de la ecuación a la desconcertantemente excepcional “Incendies”, “La llegada” es la película de Villeneuve que me parece más redonda, la más lograda en el sentido de que le permite hacer ese cine inteligente (otros dirán que «de autor» o «para listos», que cada cual le ponga las palabras que considere) que tanto le gusta a él y pone de los nervios a sus espectadores no incondicionales, pero resultando entretenido, comprensible (más o menos) y sin que su maravillosas y personalísimas concepciones visuales se coman a la historia.

Personalmente, “La llegada” destaca agradablemente por plantear un contacto en La Tierra entre humanos y seres alienígenas con un enorme sentido del rigor científico. En la cinta, el asunto se maneja con la cautela y el perfil bajo que cabría esperar en un escenario real: en lugar de concebir un espectáculo de luces y postureo como han hecho otros productos, en “La llegada” la cosa se mueve con discreción por parte de marcianos y autoridades, con contacto, aislamiento y contención de las zonas de aterrizaje por parte del ejército y exploración del área con grupos mixtos de civiles y militares. La película se permite ciertas alegrías conceptuales que justifiquen escenas de gravedad cero para disfrute de los amantes del espectáculo friki y bastante interacción gubernamental para los seguidores del thriller político, pero la esencia de la película es, simplemente, el desafío que supone establecer una comunicación con seres que, a lo mejor, no saben lo que es el sonido y hacer ver que mucha del a realidad que damos por universal, tiene mucho de constructo humano. Por ejemplo, las dimensiones o el tiempo. Si Nolan ya dejó caer que ancho, largo y alto es algo que encaja a la mente humana pero puede quedarse corto a inteligencias superiores (aunque de una forma, quizás, extremadamente académica) en “Interstellar”, Villeneuve lleva su proyecto a un extraordinario equilibrio entre proposiciones tecnocientíficas que dan que pensar, pistas para que el que quiera pueda profundizar (por su cuenta) sobre el tema y conclusiones ficticias pero suficientemente sólidas para un producto coherente y consistente que debería satisfacer al espectador medio.

Sobre esas dos premisas se desarrollan una serie de tramas bastante complejas, pero comprensibles con la inversión de esfuerzo mental exacta para halagar al espectador y hacerle sentir que es especial por entender cosas que no todos serán capaces. Con mucha componente de acción y thriller que la hacen llevadera, la película termina haciendo abrir la mente a concepciones de las que hasta ahora no era consciente. Como suele pasar en estos casos en los que el argumento juega con el tiempo, recomiendo no pararse a pensar en posibles paradojas que, en el fondo, no son más que eso, paradojas y no se va a sacar nada bueno de ellas: acepta lo que te cuente la película, que está muy bien, y listo.

Impecable de factura y muy sólida en sus posicionamientos. Sin trucos ni ases en la manga, llega al final con fuelle para unos giros, sorpresas y revelaciones esperables pero poco previsibles y perfectamente congruentes con lo que ha sido la película. De las pocas películas que deberían dejar contentos a los que demandan aventura, entretenimiento y rigor científico.
OsitoF
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1
25 de abril de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda, la tipología de película con más riesgo es la adaptación de lo que sea, de un libro, de un cómic, de un videojuego o, incluso, de otra película. Es el clásico ejemplo de apuesta con todas las probabilidades en contra: no basta con que el resultado sea bueno (que ya es mucho suponer) sino que es imposible contentar a una proporción significativa del público (doy por imposible contentar a todo el mundo): cada espectador se ha forjado sus propias ideas y, al final, la película es demasiado fiel o se toma demasiadas libertades o no muestra a TODOS los personajes libro y no son todo lo rubios que yo me los había imaginado. Por muy buena que sea la materia de base, es muy complicado terminar sacando algo bueno.

En el fondo, creo que la primera cuestión en estos casos, la más importante (porque de ella derivan todas las demás), es cómo de fiel quieres ser a la escritura original. Si quieres respetar a la obra y al autor (el fondo y la forma), si simplemente quieres sólo respetar el mensaje (el fondo) o si vas a hacer lo que te brote, cogiendo lo que te interese, borrando lo que no y cambiando lo que no te cuadre. Aquí es fundamental tener las cosas claras, ser valiente con tu decisión de respetar o no respetar y consecuente con el resultado porque lo peor que puedes hacer es tratar de forzar las cosas y que todo guste a todo el mundo. En este sentido Matteo Garrone demuestra mucha personalidad con esta “El cuento de los cuentos” basado en una colección de relatos cortos del siglo XVII y, demostrando mucha inteligencia y mucha astucia italiana, hace lo que literalmente le da la gana, consciente sin duda, de que nadie tiene a mano el original para comparar y dará por buena su visión adaptadora.

Se lo compro. Sinceramente, no teniendo referencias ni siendo un material al que le tenga cariño (como puede ser ‘El padrino’ o ‘Uncharted’), me da igual el rigor que haya mostrado por el ‘Lo Cunto de li Cunti’ original. Toma la decisión de coger tres relatos y hacer la peli con ellos y me parece perfecto. Pero también tengo que decir que no logra integrarlos en una cosa coherente. Sí, las tramas se entremezclan en el montaje, pero el contacto real entre ellas es marginal, innecesario y forzadísimo. Llega el final y no tienes la sensación de haber visto una película, sino tres miniepisodios de algo fraccionados y presentados de manera desangelada en segmentos que complican su seguimiento. Porque tampoco es que la narrativa sea particularmente clara: Garrone nos lleva a un lugar onírico, lleno de ogros y hadas, fuera del espacio y del tiempo en el que las reglas no son particularmente claras, los acontecimientos confusos y que te fragmenten las tramas y salten entre ellas no ayuda a meterse en una peli que no se sabe muy bien por dónde discurre ni hacia dónde va.

Pero no es ese el principal problema de “El cuento de los cuentos”. Su factura visual es colorista y vistosa, igual que el atrezzo y el arte conceptual, todos ellos perfectos para crear ese universo mágico y atemporal. Lo que me hizo aborrecer esta película es el afán de provocación morbosa que deja el enfoque que Garrone da a las moralejas de cada relato. Garrone se aprovecha de la intención educativa de los cuentos antiguos que, para reforzar el mensaje de que los niños no deben irse con desconocidos o hacer caso siempre a los padres, tenían finales traumáticos de gente devorada por lobos o cocinada por brujas. Si bien ese formato se ha ido suavizando con buen criterio con el paso del tiempo (las fábulas de Esopo no necesitaban vísceras para enseñar a compartir o que las uvas estaban verdes), Garrone lo utiliza de excusa para mostrar toda clase de escenas gore e impactar con abundancia de sangre en el público: decapitaciones, desollamientos y descuartizamientos perfectamente evitables y, sobre todo, innecesarios.

No siempre causar impacto es positivo, eso no se lo enseñaron a un director con buena mano para la imagen, pero demasiado adicto al efectismo. Tampoco le hubiese venido mal asistir a las clases de escritura de tramas entrelazadas o de maridaje de géneros (el gore no pega con casi nada). Ah, y que la próxima vez aclare a su reparto lo que espera de ellos porque, quitando a Cassell y algún otro, todos están comprensiblemente perdidos en unas tramas demasidado sombrías y poco masticadas respecto a unos textos originales que necesitaban actualización a las fórmulas comunicativas modernas. Le sobra personalidad y valentía, pero debería encauzarlas hacia algo que no deje mal cuerpo.
OsitoF
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